Capítulo 5

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Carbasto al día siguiente inició con las prácticas. Hoy debía enseñarle a Taris cómo caminar. Sin embargo el lobo lo consideraba algo poco normal. Pero era la única manera de entrar al baile del conde Árin y tratar de rescatar a Dáia del encantamiento del hechicero Soblath.

-para caminar como un verdadero caballero, primero debes caminar como uno. Obsérvame.

Carbasto caminó de un lado al otro con paso firme

-Recuerda, el cuerpo erguido, el brazo izquierdo en la espalda y la frente en alto. Si no quieres mover el brazo derecho, puedes llevarlo dentro del bolsillo.

Taris intentó imitar a Carbasto, al principio todo iba bien, pero se tropezó. Taris evitó caerse recobrando el equilibrio.

-¿Cómo puedo evitar tropezarme sin ver hacia donde voy teniendo la frente en alto?

-El problema es que exageras esa postura, la cabeza no debe ir tan hacia arriba. Inténtalo ahora y con la cabeza en esta posición.

Carbasto volvió a caminar y Taris observó hasta el último detalle.

Después siguieron las clases de etiqueta. Taris hizo todo lo posible por hacer bien las cosas, pues solo contaban con tres días. Cada equivocación lo frustraba un poco pero su deseo de ver a Dáiady lo tranquilizaba y le daba más ánimos para tratar de hacer mejor las cosas.

Y así pasaron dos días. Taris era ahora casi un caballero, solo había una cosa que hacía falta: aprender a bailar.

Eso sí le estaba ocasionando problemas. Taris nunca había bailado un ballet o había participado en una danza aristocrática. Estaba más acostumbrado a los bailes libres y alegres que de vez en cuando se hacían en su villa.

-Debo hacerlo -pensó -, si no aprendo esta ridiculez, no lograré engañar al conde.

A mediodía, ya sabía un poco el ballet. El vals estaba un poco difícil. Pero al fin de todo su esfuerzo no fue en vano, aprendió muy buenos pasos y controló sus pies con elegancia.

-Ahora una última cosa -dijo Carbasto -. Pruébate mis ropas a ver cuál te queda mejor.

Sacó unos trajes de un ropero y los extendió sobre una mesa. De un baúl, sacó otros más. Taris se preguntaba de donde los había sacado, no pudiendo aguantar su curiosidad le preguntó al anciano y contestó

-Cuando mi desgraciado hijo envió tipos a matarme, yo iba de viaje con algunos soldados. Ellos me defendieron, eso nunca lo olvidaré. Logré escapar y los tipos incendiaron la carroza, creyéndome muerto en el acto. Cuando ellos se fueron logré salvar este baúl de ropa y luego lo arrastré hasta ponerlo detrás de un árbol. Traté de volver al pueblo, pero pensé que si me encontraban de casualidad en las calles, me matarían. Entonces me cubrí de lodo algunas partes de mis ropas y mi rostro. Rasgué mi camisa e hice algunos agujeros en mi pantalón, me alboroté el cabello y emprendí el camino al pueblo. Llegado ahí vi un grupo de personas reunidas. Me acerqué a ellos y observé que coronaban a alguien, esto resulto ser mi malnacido hijo el cual tenía en su cara una hipócrita expresión de tristeza. Me confié en que no me reconocían y al terminar la ceremonia solicité al nuevo conde mis servicios de mozo.

-¿Trabajaste para tu propio hijo?

-No me avergüenza decirlo. Creo que fueron los mejores momentos de mi vida, gracias a que, por medio de mi puesto pude saber muchas cosas: el plan de Árin para matarme, descubrí también que ni si quiera se entretuvo en darme mis supuestos honores funerarios si no que se puso a dar insoportables órdenes a los habitantes. Supe muchas más cosas, incluido el caso de tu hermana. Escuché que los espías de Árin te ataron a un árbol, así que sin pensarlo dos veces decidí ir a liberarte. Te hablaría de más cosa pero, eso nos quitaría mucho tiempo.

Taris siguió practicando hasta muy adentrada la noche. De repente recordó un pequeño detalle... mañana había luna llena...

...

Al día siguiente, Taris preparó todo junto a Carbasto. Sin embargo, lo de la luna lo tenía preocupado y no sabía si decirle al anciano o no. Pero como a eso de la tarde decidió hablar.

-Carbasto... tengo que decirte algo muy importante...

El anciano notó una preocupación en el joven, pero lo consideró cosa de nervios

-Si vas a decirme que te aterra que te descubran no te preocupes, tengo a mi lado muchas personas que saben quién soy.

-No es eso, es otro punto más crítico y no sé cómo lo tomarás.

-Y dime entonces, ¿qué es?

-Carbasto... yo... yo... soy un hombre lobo...

-Así que es eso. Con razón el disparo no te afectó mucho.

-¿Qué? ¿Tú ya lo sabías?

-Lo sospechaba sí. Los soldados dijeron que te habían herido gravemente en una pantorrilla. Durante el tiempo que estuviste dormido pude apreciar como a medida pasaba el tiempo se te cerraba la herida. Por eso pensé que no eras alguien normal.

-Pero hay un detalle que no sabes.

-¿Cuál es?

-Yo sí puedo controlarme durante la transformación.

-Eso es algo nuevo. Bueno, puedo estar más tranquilo ya que hoy hay luna llena. Alertaré sobre esto a mis amigos.

-Acerca de eso, ¿quiénes son ellos?

-Los únicos que pueden ayudarnos en caso de emergencia.

Carbasto miro el sol.

-La fiesta empezará dentro de unas horas. Será mejor irnos ya.

Ambos volvieron a la cabaña y se prepararon. Durante el viaje hacia el Palacio de Bryanjax se inventaron unas cuantas historias por si a alguien se le ocurría preguntarle algo a Taris.

Este se veía irreconocible, con las ropas del conde Carbasto tenía un aire muy diferente que al de antes. Sus pasos eran más relajados que antes. Ya no parecía el chico de antes.

El Lobo y la SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora