Capítulos 28

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El puerto de Londres, en el Támesis, estaba lleno de gente. Las personas se reunían entre diferentes pasarelas a los barcos mientras se despedían de sus seres queridos. Celine y Phoebe, las mayores de la familia (junto a Basir), se encontraban agarradas de las manos esperando que Percy terminara de inscribirse en el listado de embarque de su Majestad. Solo los diez meses obligatorios y unas balas se interponían en la felicidad de Percy y Phoebe. Deseaban poder estar juntos, sin preocupaciones y sin que nadie interfiriera para dañarle de alguna forma.

Celine se abrazó al pecho de su cuñada mientras observaba cómo su hermano se cargaba sus pertenencias al hombro. Lloraba. Le dolía ver cómo su hermano mayor, su protector, su mejor amigo y confidente y, sobre todo, su segundo padre, se iba a la guerra. Phoebe abrazó a la chica antes de que Angy y Belladona se unieran, resistiendo la tentación de salir corriendo. Basir y Devon se mantenían a ambos lados de la mujer, observando las acciones de Percy y conteniendo sus emociones por la partida de un buen hombre. Pero había que mirar al destino con buena cara: él volvería. Estaban totalmente seguros.

La castaña acarició el cabello rubio de Belladona mientras la apretaba contra sus piernas. Todas las mujeres, excepto ella, lloraban ocultando sus rostros. Phoebe quería y se estaba obligando a ser fuerte por todas ellas, a pesar de que, por dentro, tuviera ganas de llorar y gritar con ellas, colgarse al cuello de su marido y soltarse nunca. Angy cogió la mano de su prometido y la apretó con fuerza. Sus piernas temblaban y las lágrimas ya habían mojado todo su rostro. El corsé la oprimía el pecho e impedía dejarla respirar. Devon la abrazó por los hombros y ella, sollozando, se apartó de su cuñada y ocultó su cara en su pecho.

Percy se dirigió a paso lento hacia su familia. No sabía lo que sucedería con tal de volver con ellos. A lo lejos, en la tercera pasarela, donde él tendría que embarcar, vio a Alexander, el marqués. Supo entonces que tendría que andarse con ojo en su compañía y vigilar bien sus movimientos. Volvió su vista a sus hermanas y supo que le dolía en el alma tener que verlas así. Desde que las conocía solo las vio llorar tanto cuando sus padres murieron en aquel accidente. Celine fue la primera en lanzarse a abrazar a su hermano. Lloró en su hombro, apretando entre sus puños la tela de su chaqueta. Le dio dos largos besos en sus mejillas y se secó las lágrimas con brusquedad.

—Vuelve de una pieza, por favor — suplicó mirándole a los ojos con la intensidad propia de una hermana menor.

—Te lo prometo, hermanita — ella asintió y le abrazó una última vez antes de que Basir la tendiera su pañuelo y un pecho donde llorar.

Para nadie pasó desapercibido ese gesto. Basir no era un hombre de muchas palabras ni demasiado sonriente. Siempre que le habían visto, había sido serio y bastante respetuoso, incluso llegaba a ser intimidante. Pero resultaba increíble su cambio cuando de la joven Celine se trataba. La chica de ojos celestes dejó que el mulato la abrazara mientras la consolaba y acariciaba su espalda susurrándole algo al oído.

Angy y Devon fueron los siguientes. La muchacha le comunicó con lentitud que habían decidido aplazar la boda para cuando él volviera. Angy quería que Percy la llevara al altar, tal y como su padre no podría hacerlo nunca. Belladona tiró de su pantalón con los ojos y la nariz rojos. Percy se agachó y la alzó en brazos. La pequeña rodeó sus brazos en el cuello de su hermano mientras hipaba, ambos intentando aguantar las pocas lágrimas que podían retener. Echaría mucho de menos a su pequeña Donna.

—Cuida bien de Phoebe y Zev, ¿vale? — le dijo al oído observando a su mujer de vez en cuando.

—Te lo prometo — se frotó los ojos y dejó que Celine la cogiera y la apartara de él después de darle un nuevo beso en la mejilla a la pequeña.

—Te quiero, pequeña — se despidió mientras todos se alejaban para darle espacio a la joven pareja.

Phoebe alzó a Zev entre sus brazos y el pequeño se llevó una mano babeada a la boca, él ya había comenzado a reconocer a sus padres y sus voces, y casi podía gatear, aunque aún le costará demasiado poder sostenerse con los brazos sin caerse repetidas veces.

—Ten mucho cuidado, por favor — pidió Phoebe evitando que las lágrimas desbordaran sus ojos — Te necesitamos...

—Lo sé — miró a su hijo y acarició su pequeña carita de mejillas rechonchas. Era un hermoso pequeño rubio, como su padre, y unos intensos ojos verdes, como su madre. Unas ligeras pecas bañaban su nariz y mejillas, tenía unas pestañas tan largas como sus uñas más grandes y una boca fina y rojiza. Tenía un gran parecido a la mujer con la que Percy se había casado, aunque tampoco entraba en duda que era su hijo — Cuida de todos tú también, ¿sí?

—Lo haré... — Percy se acercó, sin resistirse a besar a su esposa. Phoebe no resistió más las ganas de llorar y, mientras se besaban (como muchas otras parejas de allí), dejaron que las lágrimas bañaran sus rostros de forma incestuosa. Cuando se separaron, descubrió que el conde compartía sus misma emociones. Lloraban de impotencia, de miedo y de amor...

—Phoebe, en el caso de que no vuelva... te he dejado todo a ti y a nuestro hijo — comenzó acariciando el cuello de la mujer. En sus ojos verdes vio frustración y confusión — Quiero que te cases con alguien si no vuelvo, mi amor, no quiero que...

—No digas eso, Percy — negó la chica acariciando el cuello de su marido mientras sujetaba a Zev en sus brazos — Vas a regresar, y cuando lo hagas vamos a hacer el amor, tanto que nos quedaremos encerrados una semana, ¿comprendes? — susurró para que nadie se enterara de lo que hablaban.

—No quiero que desperdicies tu vida solamente porque yo no esté. Eres una mujer hermosa, inteligente, con un buen título. No dudaría que te llovieran pretendientes en pocas semanas — explicó apoyando frente con frente.

—Eso no sucederá, cariño — lloró Phoebe sintiendo un enorme nudo en su garganta que amenazaba con no dejarla respirar y tener que atragantarse con sus palabras — Te esperaré todos y cada uno de los días de mi vida. Nunca perderé la esperanza, durante cada minuto del resto de mi vida esperaré que vengas en un barco. Veremos crecer junto a nuestro hijo...

—Te amo, Phoebe, jamás lo olvides — la besó de nuevo, de forma hambrienta, poniendo su mano en su cintura y atrayéndola a su pecho. Tenía miedo de perderla y sentía que, una vez subida la pasarela, lo haría para siempre. La chica no tardó en llorar con más intensidad mientras se ocultaba en el pecho de su marido. El dolor que sentía en su pecho por su ida no era casi comparable a la emoción de que su marido le había dicho que la amaba.

—Vuelve y ten mucho cuidado, te lo suplico — susurró mientras Zev balbuceaba unas palabras ininteligibles.  Sin embargo, ella no se sentía capaz de decir esas palabras en voz alta.

—Debo irme... — se separaron utilizando todas sus fuerzas de voluntad y se observaron.

Angy y Celine acariciaron los hombros de su cuñada, separándola pero ninguno podía apartar la mirada del otro. Percy dejó caer lo que llevaba en su espalda y abrazó a toda su familia. Sentía que quería quedarse a pesar de que estaban anunciando que los barcos iban a zarpar en breves minutos. Pocos segundos después, el conde se acercó a Devon y Basir y les susurró algo antes de caminar hacia la pasarela y detenerse en la baranda mientras observaba a su familia despedirse con las manos. Él agitó la suya con lentitud conteniendo y negando las nuevas lágrimas sin derramar, y sintió cómo el barco comenzaba a balancearse saliendo del puerto.

Observó cómo Phoebe dejaba a su hijo con Angy y comenzaba a correr empujando y evitando a la gente hasta llegar al final del puerto en la zona militar, donde unos guardias la sujetaron impidiéndole avanzar más. Percy sonrió y agitó su mano hacia arriba, despidiéndose.

—¡Te amo, Percy! — oyó que gritaba mientras la arrastraban hacia la multitud.

Percy sonrió de oreja a oreja mientras veía a su mujer esbozar una sonrisa y dejar de resistirse hasta que la perdió de vista. Se amaban. Él, ahora, tenía muy claro que volvería sano y salvo para estar con ella y con su hijo. Él la quería y no permitiría que otro la tocase nunca si estaba en su mano.

Siento haberme tardado y que este capítulo sea un poco corto y bastante tristón, pero no se me ocurría nada más, así que... *redoble de tambores*

¡QUEDAN CINCO CAPÍTULOS!

Lo siento de verdad, pero... es lo que hay, no puedo alargarlo mucho más.

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