Capítulo 31

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Phoebe se miró una nueva vez al espejo. Pronto comenzaría una nueva vida, con un hombre al que aborrecía con todas sus fuerzas y con el que tendría que irse a otro país, concretamente la India, la colonia más influyente del imperio británico, para poder tenerle contento. En ese momento comprendió la dependencia que había cogido hacia su captor, la forma en que debía preparar todos sus movimientos en torno a él. Si él quería podía echarla a la calle y quedarse con sus hijos, pero no lo permitiría, que ella supiera, la necesitaba para poder mangonearla a su antojo y tenía que seguirle el juego para evitar que hiciera algo contra su familia.

—¿Estás segura de esto, Phoebe? – preguntó Angy una vez más, asegurándose de que su cuñada aún seguía cuerda.

—Debo hacer esto, pequeña – la mujer se giró, aguantando unas horribles ganas de echarse a llorar y tumbarse sobre su cama como si fuera una niña, acurrucándose mientras Angy y Celine la consolaban, como las semanas anteriores. Solamente que sus hermanas no estaban ahí para consolarla y protegerla de sus males imaginarios como siempre, a pesar de que era la mayor.

Había tenido que contarles a Angy y Celine su repentina decisión de casarse con el marqués, contándoles todos los detalles y comentarios de la conversación, incluso lo que tuvo que vivir con él cuando tenía la tienda y el por qué de cómo se conocieron, pero ellas se habían mostrado recelosas desde que comenzó a describirles al marqués. Phoebe había descrito ese matrimonio como un ganar y ganar, pero ella lo estaba perdiendo todo y poniéndolo en bandeja de plata. Ella estaba perdiendo la libertad, la dignidad y a su familia para poder mantenerlos a salvo.

—Si Percy estuviera aquí, sabría qué hacer – Celine se abrazó los hombros hombros mientras cerraba los ojos con fuerza, queriendo imaginar la presión que sentía en ese momento su cuñada y recordando los momentos felices, incluso de cuando Phoebe y Percy se peleaban hasta el punto de no poder estar en la misma habitación por más de diez minutos sin discutir.

—Si Percy estuviera aquí, nos habríamos ahorrado muchas cosas – contestó Angy, enfadada consigo misma. Por más que pensaba y pensaba no se le ocurría ningún plan para deshacerse del marqués – Sigue sin parecerme correcto que estés sacrificándote de esa manera por nosotros. Sabemos sobrevivir y tenemos a Basir.

—¿Por cuánto tiempo? – cuestionó la castaña, observando que su vestido estuviera impoluto. Aunque fuera una boda, ella había decidido casarse de negro, recordando que aún estaba de luto por perder a su marido, y también porque quería recordarle a Alexander que ella jamás sería suya de corazón, por muchas amenazas que dejara escapar por su boca – Las fortunas se acaban, y nosotros somos una familia grande... necesitáis una buena dote, las tres y... – se mordió el labio y apartó la vista antes de ponerse de pies – Y vosotras sois lo único que tengo de Percy, a parte de mis hijos. No soportaría que ese cerdo os hiciera algo...

—Basir nos puede proteger – aseguró la rubia mayor con decisión, confiando plenamente en el poder del mulato – Él es boxeador, puede evitar que nos pase algo, o incluso a ti.

—¿Y si no está? ¿Te defenderías a base de golpes? – preguntó con una leve risa – No sabéis de lo que es capaz de hacer. Las mujeres somos como hormiguitas a la sombra de un enorme pie.

—¿Y si avisamos al rey?

—¿Para qué? Jamás haría algo para ayudar a una viuda y evitar un matrimonio forzado. Incluso si se trata de la nobleza...

—Phoebe, ¿no lo comprendes? – preguntó Celine levantándose de golpe – Podemos acusarle de traición a la corona, además, el padre de familia es el único responsable del matrimonio de sus miembros, nadie puede obligarte a casarte si no es por temas financieros y el dinero que tenemos nos sobra para vivir y tener buena dote y educación. Además de que podemos acusarle por las amenazas que no para de lanzarte – agarró las manos de su cuñada y las apretó, nerviosa – Tenemos que ir inmediatamente a ver al rey, Phoebe, tenemos que impedir esta boda.

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