Dudé sobre ir o no a verlo, antes de irnos. Me entristecía pensar en como podría estar. Muy mal, probablemente.
No me equivocaba.
Se asustó. Mi sola presencia terminó por trastornarlo aún más, cosa que ni siquiera parecía ser posible. Pero ahí estaba. Temblando ante mí. Demostrándome un miedo inimaginable.
Esto no sería fácil.
El anciano logró convencerlo, más no sé cómo. Se podía sentir el miedo en su mirada. Antes, me gustaba asustar a los demás. Imponer respeto, hasta llegaba a parecerme poco. Con él era diferente. En el fondo, siempre quise que me viera como a un igual, por que realmente eso éramos. Un par de dioses. Uno roto y sólo. El otro, destrozado.
Nos salvaríamos mutuamente.
Fue un viaje largo, sombrío, silencioso. No interactuamos mucho, excepto por unos intercambios de miradas, que él solía romper. Le costaba mantener contacto visual conmigo. Y de más está decir que no me habló.
Pero eso no era lo que me preocupaba realmente.
Ya por fin, llegamos. Un planeta bonito, tranquilo. Justo lo que necesitábamos. Extendí mi mano para ayudarle a bajarse de la nave. Dudó por un momento, estaba por bajar la mano... aunque no fue necesario. Muy lentamente, la tomó. Eso me sorprendió. Era un avance.
Aún tenía una pequeña esperanza. Una diminuta luz entre tanta oscuridad.
Kibito nos había reservado un lugar, una especie de "hotel", solo que mucho más pequeño y lujoso. Allí nos quedábamos sólo personas importantes, como nobles y deidades. Era un edificio que, por fuera, no parecía disponer de mucho espacio, pero por dentro era todo lo contrario. Estaba en medio de un bosque, cercano a un río que desembocaba en una catarata. Simplemente hermoso...
Como mi acompañante.
Subimos hasta el lugar que teníamos asignado. Se veía muy bien. Yo no tardé en ponerme cómodo. Ojalá se pudiera decir lo mismo de él. De todas formas, estaba seguro de que no tardaría mucho en acostumbrarse. Era un sitio casi perfecto... solo había un problema: una cama matrimonial. No dos, como supusimos que habría. Preferí no tocar el tema.
Dormiría en el suelo si fuera necesario.
No estaba seguro de Shin, pero al menos yo sí tenía hambre. Dudaba sobre preguntarle o no, aunque estaría mal de mi parte, creo.
- Shin... ¿tienes hambre? - él me miró por algunos segundos y negó lentamente con la cabeza.
Que yo sepa, no ha comido en varias horas. Eso me preocupa, aunque obligarlo tampoco es la mejor opción. Bueno, le daré algo de tiempo, quizás quiera comer más tarde.
Entró al cuarto, para recostarse a tomar una siesta. El problema era que estaba demasiado cerca del borde de la cama. Podía llegar a caerse, más no podía atreverme a moverlo... si despertaba y me encontraba tocándolo, la poquísima confianza que me tenía, se iría a la basura. Entonces, dirigí mi vista hacia un sillón que había por ahí. Tomé algunos de los cojines que tenía y los puse en el suelo, junto a la cama de Shin. De esa forma, al menos, si se caía, no le dolería tanto.
Fui a comer, sólo, mientras pensaba en algún plan. Era una situación complicada. Le temía prácticamente a todo ser que se moviera, incluyéndome. Sus ojos se humedecían con cada cosa que pudiera llegar a alterarlo, temblaba ante mi presencia o mi voz y, si apenas llegaba a rozarlo, podría ser capaz de gritar.
Recordé el plan, mi promesa, la flor... fue entonces, cuando se me ocurrió una cursi idea. Algo ridícula también, pero eso parecía carecer de importancia. Comenzaría, regalándole flores, por este lugar crecían algunas bastante bonitas. Sí, eso voy a hacer.
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| Polos opuestos se atraen... se necesitan | ~Shills~
FanfictionEl pequeño Shin cae bajo los efectos de una extraña enfermedad, por lo que Bills deberá ir a visitarlo, para preguntar por su estado. Lo que ninguno de los dos planeaba... fue enamorarse.