Epílogo

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Bajé las escaleras rápidamente al escuchar que llamaban a la puerta, por alguna razón, Scott venía detrás de mí.

No estaba para nada presentable, simplemente en pijama, así que esperaba no encontrarme con nadie alejado de mi círculo social.

- ¡Tía Macy! – dijo con toda su alegría Riley. Su cabello rubio y rizado se movía con el vaivén de sus torpes pero rápidos pasos. Me agaché a su altura, para quedar al alcance de sus pequeños brazos.

- Hola, pequeña. – La apretujé -. Te he extrañado.

- Y yo a ti, tía Macy.

Manejaba muy bien el habla y la caminata para su corta edad de tres años.

Esa pequeña niña de tan solo tres años, había alegrado la vida de todos un poquito más. Meses después de su nacimiento, Scott yo nos mudamos a Nueva York, para asistir a la Universidad de Nueva York, a la Facultad de Derecho. El trato que habíamos planteado a nuestros padres era que mantendríamos nuestra beca completa, pero ellos debían ayudarnos con el departamento, y así fue, en los últimos tres años. Luego de que mi padre conoció a Scott, luego de adorarlo y aceptar la relación, nos permitió lo que habíamos pedido.

Riley se olvidó de mí completamente al ver a Scott a mis espaldas. Ella prácticamente se lanzó a sus brazos.

- ¡Tío Scott! – dijo más feliz que nunca.

Ella adoraba a Scott más que a nadie. Scott era la luz de sus ojos. Creo que ella se emocionaría más por saber que lo vería a él que a mí.

- Hola, preciosa. – La apretujó igual que yo. Era imposible no hacerlo. Sus ojitos verdes y su carita de muñeca la hacían irresistible a tanto cariño.

- ¡Laynette! – Exclamé. La abracé muy fuerte, hacía bastante que no la veía, y ya la extrañaba.

- ¿Cómo estás, hermana?

- Excelente – le sonreí -. ¿Cómo estás, Ray?

- Súper bien, gracias – me devolvió el abrazo.

- ¡Riley, déjalo! – Me volteé para encontrar a mi pequeña sobrina arrastrando a Scott escaleras arriba, y por la sonrisa de su ostro, sabía que él estaba encantado.

Al mirar a mi hermana junto a su hija, era imposible negar el parentesco, pero las característica físicas de la pequeña, eran idénticas a las de su padre.

- ¿Cómo está todo por aquí? – Me preguntó Laynette, apoyándose en la barra a mi lado.

- Todo está más que bien – le sonreí. Acaricié su apenas abultado vientre. Ella estaba esperando su segundo hijo, y tenía unas dieciocho o veinte semanas de gestación -. ¿Cómo llevas lo del embarazo?

- Mejor que la primera vez – bromeó con Raymond.

- ¿Y tú, para cuándo? – Interrogó mi cuñado.

- Oye, déjame. Soy pequeña aún – me quejé como una niña.

Se escuchó la escandalosa risa de Riley desde la planta superior.

- Iré a controlar que no lo torture demasiado. – Nos avisó Raymond riendo. Segundos después se perdió en las escaleras.

Varios segundos de silencio se formaron a nuestro alrededor.

- Oye... tengo una duda que nunca recuerdo preguntarte.

- Dime.

Se cruzó de brazos, y cruzó las piernas, aun apoyada en la barra.

- ¿Qué fue lo que te hizo cambiar tan rápido de parecer entre Thane y Scott?

Su pregunta me dejó helada.

Era algo que no me preguntaba desde muchísimo tiempo atrás, pero sí lo había hecho muchas veces, y en ninguna de ellas había obtenido respuesta.

- No lo sé, siempre me lo he preguntado, pero nunca pude respondérmelo. – le dije -. Lo que sí puedo decirte es que ni la decisión que yo debía tomar era la que creía, ni era tan difícil.

La decisión más dificil (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora