Amut la Devoradora.

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    La clara luz del sol mañanero se extendió sobre el suelo de la habitación llegando hasta el rostro de la chica. Amunet sintiendo calor en el mismo despertó siendo deslumbrada, por consiguiente se levantó sentándose al borde de la cama.
    Todavía somnolienta echó un vistazo detrás de ella, le restó importancia hasta que reaccionó quitándose el sueño de encima.
    Volteó a ver quién yacía dormido a su lado.
    El azabache parecía estar sumido profundamente en sus sueños, decidió no despertarlo para admirarlo por un momento.
    Ella ligeramente sonrió al ver tranquilidad en su semblante, se veía tan lindo a sus claras orbes.
    —Amunet.
    La voz de su padre la sorprendió.
    —Maldición— Masculló en susurro sabiendo lo que le espera si Horus entraba.
    Por consiguiente se levantó de golpe corriendo a la entrada de su habitación.
    El soberano de Egipto a punto de apartar la cortina para entrar fue alcanzado por su querida hija.
    — ¡Padre!, buenos días— Salió cerrando detrás de ella las cortinas disimulando una natural sonrisa. —Espera, ¿cómo volviste a ser adulto? — Su expresión de pronto decayó.
    —Precisamente eso quiero saber.
    Amunet empalideció por no lograr recordar lo acontecido anoche.
    Despertó en su cama con Dark y ahora los dioses volvieron a ser adultos de la nada, ¿cómo diablos pasó?
    — ¿Te encuentras bien? — Su padre no evitó notarse preocupado.
    — ¡Sí!, sí. Sonrió nerviosa mientras Horus enarcaba una ceja en señal de falta de credulidad.
    —Si vas a ocultarme algo procura cuidar tus gestos— Mencionó obteniendo un suspiro rendido de ella.
    —Por eso mismo no miento.
    Escucha, la verdad no sé cómo volvieron a la normalidad, pues como sabemos la única magia capaz de rejuvenecer es la nuestra y para revertirlo sólo el dios quién conjuró el hechizo puede hacerlo.
    Por más avanzada la magia de los mortales no alcanzaría tal grado de poder, temo por la estancia de un traidor aquí, y Seth no es una probabilidad, es incapaz de salir del Inframundo.
    Padre, lo único que te pido es cuidarte, no sabemos la magnitud de los planes de Seth, y si estoy en lo correcto debemos tomarlo muy en cuenta como parte de ello.
    —No tienes por qué preocuparte, si hay un traidor lo encontraremos.
    Amunet, desde la llegada de Dark hemos estado más unidos. Sé qué en tus primeros años de vida no estuve a tu lado, y no te culpo por mostrarme indiferencia, pero debes saber que me siento feliz por haber tenido este acercamiento.
    Sonrió conmovida abrazándolo de golpe. Horus inmediatamente correspondió.
    —Te quiero, papá— Susurró con cariño.
    —Yo también te quiero hija. 
    Deshicieron el abrazo.
    —Te espero abajo para desayunar, y despierta a Dark.
    Ella rió entrando a su habitación.
    —Creí que era un dios vacío de sentimientos.
    —Yo también lo creí de ti— Abrió el papiro sonriendo.
    —No digas eso— Desvió su sonrosado rostro.
    —Oh, nuevas noticias.
    —Bien, te escucho.
    — "El inframundo moverá una de sus más peligrosas fichas sobre el territorio opuesto cuando éste menos se lo espere y menos lo crea".
   —Princesa Amunet— Una seria voz femenina sacudió su mente.
    —Oh, tú Replicó Dark indiferente. Nos avisas justo a tiempo.
    —Soy Palutena, diosa de la luz, te hablo desde Grecia.
    Un placer, ¿a qué se debe el repentino contacto?
   Requerimos urgentemente su presencia en el Olimpo.
    Hay una bestia antropomorfa con cuerpo de león y cabeza de cocodrilo quien busca tercamente a Dark. Nos ataca e intentamos detenerle pero es en vano, ningún arma parece hacerle daño, por favor, vengan rápido o bajará a la superficie.
    Vamos en seguida.

    Salieron de inmediato del palacio volando directo al portal. Al atravesarlo divisaron el Olimpo reposando sobre las esponjosas nubes blancas.
    Descendieron en el patio principal con los dioses aguardando en éste.
    — ¿Dónde está?
    —Intentamos detenerle.
    —Ve Dark,en un momento te alcanzo.
    Dada la orden el joven ángel caído fue a tierra firme.
    —Esa criatura, ¿es de tu mundo? — Preguntó Apolo.
    —Sí, pero no pertenece al mundo de los vivos.
    Amut es parte de la Corte Divina de Osiris, se encarga de devorar aquellas almas que no cumplieron con la condición para ir al Más Allá— Explicó.
    — ¿Sólo se puso colérica por Dark?
    —Desafortunadamente no sólo por Dark.
    —Es... ¿pacífica?
    —No.
    — ¿A qué nos enfrentamos entonces?
    —Una deidad destructiva, cegada por su insaciable apetito es incapaz de pensar más allá de asesinar cruelmente en busca de la satisfacción a su hambre, los dioses de la Corte la mantienen a raya, privándola de su derecho por salir del Inframundo pues si sale crearía un caos en el mundo de los mortales.
    — ¿Cómo la detendrán?
    —El corazón. Una vez penetrándolo morirá y volverá al Inframundo.
    —Lo intentamos, utilizamos toda clase de movimientos, no obstante, ni un rasguño causó en su piel.
    — ¿Utilizaron el arma correcta? Sin el arma adecuada las técnicas no sirven de nada.
    — ¿Qué tan especial debe ser?
    —Forjada por la misma mano derecha del dios de la muerte. Esta espada está hecha de oro y plata, fundidos ambos metales con la sangre de Osiris es capaz de debilitar cualquier demonio con tan solo un rasguño, por ser divino y benevolente su sangre posee estas y más propiedades mágicas. El rubí incrustado captura las almas impuras cada vez que se derrote a un enemigo corrupto o incluso un demonio.
    —Ve, destrúyela.

    Amunet al haber descendido al este de la ciudad inició su búsqueda, a través de las calles vacías se topó con Dark, quien le dijo haber encontrado rastros de sangre rumbo a la plazuela principal de la ciudad.
    Dark y Amunet dirigiéndose a ese punto encontraron una escena digna de una bestia.
    Contemplando atónitos la plazuela se teñía de carmesí; personas estaban en el suelo con sus órganos al descubierto, algunas ya destrozadas por completo.
    Sorprendido por tal bestialidad y crueldad Dark fue invadido por la furia, causando su pronto acercamiento hacia Amut la cual se encontraba saboreando la carne de un pobre hombre.
    Amunet no logró detenerlo, pero ella también sintió un dolor muy grande al ver a tantas personas inocentes arrumbadas como si de desperdicios se tratasen.
    El hedor de la sangre y la carne ya pútrida invadía el lugar, eso no iba a impedir el enfrentamiento.
    — ¡Amut!
    La mencionada volteó.
    —Por fin, querido amo— Hizo una reverencia. —Ya es tiempo de regresar a su reino.
    Esos diabólicos ojos le resultaron familiares.
    —Sí, de una vez por todas reclamar lo que es suyo por derecho y liberar el verdadero poder que reside en usted.
    La bestia caminó hacia él.
    —No sé de qué hablas— Afirmó indiferente. —Ni siquiera te conozco.
    Amut parecía haber sonreído.
    —Un demonio no desconoce a otro.
    —Tsk, ¡no soy como tú!
    Dio una estocada con su arco de plata la cual fue evadida por la monstruosa diosa.
    —Por su bien deberé apagar esa vivaz flama que tiene por vida.
    —Por supuesto que no lo harás.
    Disparó una flecha al ojo izquierdo de Amut, desgraciadamente le esquivó.
    Hartado, el pelinegro en un rápido movimiento se lanzó hacia Amut, ella por su parte realizaba fácilmente movimientos evasivos a los múltiples ataques de Dark.
    —No se esfuerce, vendrá conmigo aunque no lo desee.
    Lo golpeó con una de sus patas lanzándolo con fuerza hacia uno de los pilares dejándolo adolorido y casi inconsciente.
    Amunet intentaba no perder las vidas de las personas mediante conjuros de curación, no le importaba la sangre y mucho menos que tan destruidos se encontraran, ella haría lo posible por reconstruir sus cuerpos, pero Amut al notar lo distraída que estaba la joven aprovechó para atacarla.
    Ésta se giró rápidamente y blandiendo su espada comenzó a atacarla, sin embargo, la fuerza bruta de Amut puesta en un golpe al brazo de la joven diosa terminó dejando caer lejos la espada para después con ambas patas tirar a Amunet y presionarla contra el suelo.
    Dark en esos instantes empezaba a reincorporarse lentamente debido al dolor sobrante del impacto de hace rato. Finalmente ya recobrando consciencia contempló aquel panorama causa del hervir de su sangre.
    —Eres una maldita molestia Amunet, siempre tratando de ser como el inmaduro de tu padre interfieres nuestros planes con tu inservible esperanza puesta en esa espada y un pedazo de papiro cualquiera.
    Y pensar que serás la reina de Egipto, ¡qué patético!
    Mencionó soltando una risotada presionando aún más a Amunet contra el suelo.
    — ¡NO TE ATREVAS!
    Corrió tras la cercana espada, tomándola del suelo se dirigió directamente a las patas de Amut, donde la clavó repetidas veces logrando hacerla retroceder y evitara asesinar a Amunet, quien se arrastraba hacia un lugar seguro tosiendo un poco de sangre.
    Dark aún permanecía hiriendo las patas de Amut, no obstante, sin idea de cuál sería el punto débil.
    —Joder...
    — ¡Dark!... — Amunet restándole importancia a su falta de aire gritó con todas sus fuerzas.
    — ... ¡El corazón! ... — Finalmente cayó desmayada.
    El chico en seguida tomó ventaja de la ya presente debilidad en Amut, pasando entre ambas sangrantes patas delanteras dio un salto clavando la espada en el pecho de la bestia cuyo doloroso alarido sonoro no tardó en salir de su prominente hocico.
    A continuación Dark sacó la espada apartándose evitando ser aplastado por ese cuerpo con tal magnitud. Éste cayó precipitadamente sobre el suelo sangrando exageradamente, de pronto un raro resplandor hizo desaparecer tanto el cadáver como la sangre.
    El ángel caído corrió desesperado hacia el paradero de Amunet, la tomó en brazos mientras Zeus los teletransportó al Olimpo en un destello.
    —Tráela rápido— Indicó el líder de los dioses llevándolo dentro del palacio.

The Mysterious Prophecy of the Gods.  (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora