12°- Felicidades

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Abrió los ojos después de tanto estar despierto, pero no dignarse a abrir siquiera sus parpados. Y aun así, solo se quedo inmóvil mirando el techo del cuarto y esperando que sus agudizados sentidos captaran algún sonido, porque una cosa era clara, Mahiru ya se había levantado, y lo dejó completamente abandonado en el cuarto.

Se quedó un segundo, o dos, o unos minutos en aquella postura hasta que al fin sus propios sentidos despertaron y captaron el delicado aroma dulzón.

¿Mahiru estaría cocinando waffles?

Su panza gruñó, y dando un suspiro, se levantó para ir a saciar a la bestia que tenía por estómago.

Y en el marco de la puerta comprobó que Mahiru estaba como todas las mañanas; con mandil, un cuchillo y picando fervientemente algunas clases de verduras.

— ¿Qué es? — pregunto Kuro al acercarse y con toda la pereza del mundo dejó su barbilla apoyada en el hombro de Shirota.

— Waffles con miel para el desayuno — de reojo, Kuro vio esa extraña felicidad en las facetas del castaño.

— ¿Y el resto?

— El almuerzo.

Tan simple que a veces Kuro necesitaba que Mahiru se explicara mejor. ¿Por qué tan temprano preparaba el almuerzo si ese día era sábado? Obviamente Shirota no tenía clases, y tampoco recordaba que el chico tendría que salir a alguna parte.

— Hoy saldremos un rato Kuro — ahí estaba. Mahiru siempre leyéndole la mente — Y después comeremos en algún parque.

— ¿Salir? que flojera— susurró agraciado ante el canto melodioso de la risa de MahiMahi en la cocina.

— Quiero visitar a alguien.

Una mirada, y el movimiento de las manos de Mahiru preparando el delicioso almuerzo fue más calmado, casi como si el chico se hubiera sumergido en sus pensamiento. Y aquello ojos que tanto amaba, se volvieron más suaves.

— ¿A quién?— se atrevió a preguntar, y sin embargo, Mahiru giro el rostro dándole un pequeño y casto beso en sus labios.

— Es un secreto.

...

"Con que aquí era el lugar"

Kuro pensó con algo de culpa al caminar junto a Mahiru en la entrada de un cementerio. Ese día estaba nublado así que el castaño no quiso llevarlo en brazos mientras estuviera en su forma de gatito. Y él estuvo todo el camino molestando con molestas frases de modales a Shirota. Aun si su castaño reía o bufaba. Lo había molestado en un día como ese.

Porque todo encajó en su perezosa cabeza al tener frente suyo la imagen de todas esas lápidas, y recordar vagamente que los programas de la mañana estaban felicitando a las madres de todo Japón.

Mahiru estaba visitando a su propia madre.

Y una mirada a su chico que estaba unos pasos delante de él, con su mochila en su espalda y una de sus manos con un ramo de flores, le dijo nuevamente, que debería tratar mejor al chico, al menos, ese día no ser tan perezoso.

Kuro se rascó la nuca, porque estaba nervioso, tenía que ser sincero. Hasta la fecha nunca, pero nunca, ha visitado a la madre de Mahiru. Si la ha visto en fotos, no lo negaba, pero Shirota nunca lo había arrastrado al cementerio junto a él, y ver directamente la pequeña morada de la señora.

Y ahora por una extraña razón sus manos temblaban por ir a visitar a alguien que ya no pertenecía a ese mundo.

— ¿Kuro? — el llamado de Mahiru le hizo detenerse y buscarlo— Es por aquí Kuro.

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