Capítulo 8

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•IBALLA GONZÁLEZ•
-¿Quién es? -pregunto un tanto agotada

-Me extraña que no sepas quién soy

-¿Jesús? -se ilumina mi mirada

-El mismo, ¿estás bien?

-Mañana hablamos Jesús, no estoy de buen humor -digo intentando ser dulce

-Vale, descansa -cuelgo

Finalmente me acuesto en la cama y me dejo dormir de agotamiento.

Me despierto con el sonido del despertador. Abro los ojos y me deslumbra la luz que entra por la ventana. Me preparo poniéndome unos leggins y camisa azul básica con mi chaqueta de cuero negra y las converse.

Bajo a la cocina, desayuno lo suficiente y me dirijo a clase sin articular palabra con mi padre. Noto una mano fría rozar mi cintura y me giro inmediatamente al sentir el contacto.

-Buenos días -me guiña el ojo- ¿me vas a contar qué te pasa?

-Cuando salga de clase

-Vendré a recogerte, no me niegues nada por favor -suplica

-Aquí te espero -sonrío

Beso su mejilla y percibo que todos nos observan. Entro en la Facultad y entro en clase de matemáticas. Las horas pasan rápido y toca el timbre indicando la finalización de la jornada.

Salgo de la facultad y veo un Nissan negro aparcado, y junto a él un chico con gafas de sol, ¿será Jesús? Me acerco un poco más, y sí, es él, ¿tiene carnet? ¿Qué edad tiene? Dios, me estoy enamorando y no sé nada de él.

-Hola reina -deposita un beso cerca de mis labios

-Hola -respondo tímida

Abre la puerta del copiloto amablemente y me subo, qué educado. Se sube y arranca.

-¿A dónde me llevas?

-Déjame cambiar tus ánimos -acaricia mi mejilla- y sin rechistar -río

Me lleva a un restaurante bastante distinto a los que acostumbro y me siento cohibida. Aparca, entramos y nos sentamos en una mesa que había reservado.

-Bueno, ¿qué es eso que tienes que contarme?

-Anoche discutí con mi padre -suspiro

-Yo también discutí con los míos -ríe

Yo: mi padre no acepta que me vea ni me relacione con chicos -la expresión de su rostro cambia por completo

-¿Por alguna razón en especial? -suspiro

-Tiene miedo de que deje mi carrera por una aventura pasajera -agacho la cabeza

-Quizás cuando me conozcan, cambien de opinión

-Jesús, no sé nada de ti, y tampoco puedo esconderme mucho más tiempo de mis padres. Si se enterasen de que me veo contigo a escondidas, no sé de qué serían capaces -respondo temerosa

Dulce introducción al caos. [Jesús Oviedo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora