Capítulo 10

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•IBALLA GONZÁLEZ•
-En la cuerda floja a pesar del vértigo -susurra dulcemente

-Mi situación sí que es estar en la cuerda floja -susurro casi en sus labios

-Déjame ayudarte a salir de esa situación

-¿Y si nos descubren? -pregunto temerosa

-Afrontaremos el problema juntos -agarra mi mano y la entrelaza con la suya ante mis ojos

Se acerca a mis labios y los une lentamente, sin prisas, ¿me estaré metiendo en un lío? ¿Estaré haciendo lo correcto? Nos separamos y sonrío. Miro la hora y tiemblo nerviosa.

-Llévame a casa, por favor -suplico

-¿Qué pasa? -dice yendo hacia el coche

-Me he retrasado mucho, van a sospechar y no quiero que me arruinen el día -digo sonriendo

-No lo harán -arranca

Aparca frente a mi casa y veo a mi padre mirar por la ventana, los nervios me invaden, ¿qué debería hacer?

-Está mirando -musito

-Estate tranquila, invéntale cualquier excusa -sonrío falsamente- cualquier cosa, llámame -besa mi mejilla

Bajo del coche con el estómago revuelto de los nervios, voy en dirección a la puerta pero antes de abrirla, sale mi padre  y su enfado reluce.

-¿Quién es ese chico? -dice sin alzar del todo la voz

-Es un compañero de clase

-No me mientas -pide

-No te estoy mintiendo, estuve hablando con un profesor y me entretuve y al salir me lo encontré y fue todo un caballero al traerme

-Vaya, qué extraño, he llamado a la universidad y me dijeron que no estabas allí -me quedo en silencio- te lo volveré a repetir, ¿quién es ese chico? -agarra mi brazo

-Ya te lo he dicho

Miro hacia la carretera con esperanzas de encontrarme con la mirada de Jesús, pero se ha ido, estoy perdida.

Entro en casa intentando esquivarle y subo corriendo las escaleras, entro en mi habitación y me sigue.

-Eres una mal agradecida, te adoptamos, te cuidamos como si realmente fueras nuestra hija, te educamos para ser una mujer hecha y derecha, y ahora nos faltas el respeto así, sabiendo que no queremos que te relaciones con ningún chico

-Soy mayorcita para saber qué hacer con mi vida, no hace falta que nadie me lo diga, ni siquiera tú -espeto

-Mientras vivas bajo mi techo, tendrás que regirte a mis reglas

-Entonces tendré que irme de esta casa para no tener que obedecerlas -musito

-Atrévete -dice desafiante

-No me retes -le desafio-ahora largo -digo señalando la puerta

Se marcha y suspiro, ¿Por qué estoy haciendo esto? No creo que aguante mucho más aquí si la situación empeora.

«Estoy perdida».

Dulce introducción al caos. [Jesús Oviedo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora