Capítulo 11

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•IBALLA GONZÁLEZ•
Horas más tarde bajo a cenar, me sirvo la comida, cojo una botella de agua fría y subo a mi habitación sin articular palabra.

Comienzo a cenar y recibo una llamada de Jesús.

-Pequeña, ¿qué pasó al final? -pregunta curioso

-Mi padre sigue pensando que no eres ningún amigo y le dije que estuve hablando con un profesor y que me habías traído, pero llamó a la Universidad y ya te podrás imaginar como se puso -musito

-¿Qué te dijo? -pregunta

-Prefiero no hablarlo por teléfono, quizás me escuche -digo suspirando

-Entonces asómate a la ventana -frunzo el ceño y me asomo

-¿Qué haces ahí? Te pueden ver -digo nerviosa

-Tranquila -cuelga y desaparece en la oscuridad

Siento unas manos frías rodear mi cintura y me giro rápidamente.

-¿Ahora puedes contarme? -dice a centímetros de mis labios

-Jesús, podría subir mi padre y descubrirte aquí -digo asustada

-Asimilaré las consecuencias- acaricia mi mejilla

-¿Por qué haces esto? -digo casi en un susurro

-No quiero que sufras sólo porque tus padres no quieran que estés conmigo -le abrazo con todas mis fuerzas

Escucho pasos por el pasillo y mis músculos se tensan.

-Tienes que irte -asiente y une nuestros labios

-Prométeme que nos veremos mañana -agarra mis manos y asiento- te quiero -besa mi mejilla

Se va por la ventana y justo en ese momento entra mi padre.

-¿Con quién hablabas? -dice serio

-Estaba hablando con Rocio por teléfono -miento

-Más te vale que no me estés mintiendo -amenaza

-Si me disculpas, necesito descansar

Señalo la puerta, se marcha entre murmullos y la cierro apoyándome en ella.

-Será cuestión de vivir a escondidas -musito

Me doy una ducha rápida, me pongo el pijama y me acuesto a ver la televisión. Pienso en esta situación tan tormentosa que me produce tantos quebraderos de cabeza.

Mis padres adoptivos son muy protectores y sólo quieren que estudie, pero él, él saca lo mejor de mí, me hace sonreír como nunca nadie lo había hecho, y aunque esté introduciéndome en una gran espiral parecida a un agujero negro, seguiré buscando mi felicidad y quizás la encuentre tras haber pasado por una dulce introducción al caos que sinceramente me está matando por dentro.

Otra mañana más, me dirijo a la Facultad pero hoy con ganas de demostrarle al mundo que puedo dedicarme a mis estudios y a ser feliz equitativamente.

Entro en clase y sinceramente las horas pasan muy rápido. Acaba la jornada y ahí está él apoyado en su Nissan con las gafas de sol puestas.

Me acerco y deposita un beso a escasos centímetros de mis labios y mi corazón se acelera.

«¿Me estaré enamorando?».

-Una bella flor para otra bonita flor -me extiende una rosa roja, mi favorita

«¿Cómo lo sabe?».

Dulce introducción al caos. [Jesús Oviedo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora