Mi Dulce Accidente ©

Capítulo 10/ Agnelli

Mi mente no deja de pensar en aquella chica de ojos hermosos a la que casi atropello, todo en ella es bello, hasta su nombre lo es:  Alexandra. Es obvio que se me está volviendo una obsesión, lo sé, pero es que ¡Rayos! No quería que sólo fuera un encuentro accidentado. Quería más, verla más que esos 15 minutos que me permitió la vida.

Ese par de iniciales, no me dejaron dormir tranquilo y es que necesitaba saber quién era ella. La chica más hermosa del mundo y no exagero. En ella todo parece ser real, nada falso y lo pude afirmar al presenciar su carácter enfurecido. Mi Dios escucho mis plegarias y la ví en el centro comercial. Me acerqué con el pretexto más tonto que se me pudo ocurrir. Que me pagará el rayón. Acepto que no estuvo bien y que me daba igual el maldito coche, pero quería acercarme a ella y sí, la verdad es que el filtro entre mi cerebro y mi boca no funcionó como debía y terminé diciendo lo que se me vino a la mente.

¡Sciocco!

Seh. Lo soy.

Después, todo resultó a mi favor, pues conocí a su padre;  James Montgomery. Es uno de los arquitectos que trabajan para Victor Allen, el dueño de la compañía Allen's Construction a la cuál estoy trabajando. Supe que era su hija por una reunión que tuvimos en su despacho, en el cual estaba una foto familiar sobre su escritorio. Y ella aparecía ahí, sonriente, bella y unica, en medio de su familia. No pude evitar preguntarle a James por su familia, con el pretexto de sacar información. Él no dudó y me contó sobre ella, por supuesto que también habló de todos, pero me interesaba saber más de ella. Platicó con orgullo paternal que es lo que su hija estudia y hasta me dió su dirección. El número de Alexandra lo investigue por mi cuenta con la secretaria de James, tuve que utilizar mi sonrisa patentada, pero no me arrepiento de nada.

La busqué con la información que obtuve de ella. Soy muy terco cuando quiero algo, cuando lo deseo. Y lo hice, le marqué. Ella pareció asustada y enojada, las dos veces que hable con ella. Verla con su ceño fruncido, enojada y roja por lo mismo, en vivo cuando fuí a su escuela. Wow. Quedé impresionado por su belleza original. Cuando la cargué en mis hombros, sentí ganas de besarla, pero claramente, ya estaba asustandola por completo. Alexandra acepto ser la niñera de mi perro, ella quería tregua y aunque, repito, me importaba una verdadera mierda el coche, fue el pretexto para poder tenerla cerca. Verla a diario, por ese tiempo aún no estipulado. Agradezco el que Dante existiera en mi vida. ¡Bendito perro!

Al aparecerse hoy en mi casa, como ya es costumbre, me puso de un humor muy positivo, pero ella solo venía a avisar que no podía trabajar hoy por qué según ella, tenía que cuidar a su abuela. Una parte de mi me dice que es mentira y otra parte, la cual la lidera mi querida hermana, me dice que debo creerle. Hablando de mi hermana.. ella está encantada de haberla conocido, dice que tiene una muy brillante y hermosa aura. No me ha dejado tranquilo.