Capítulo 2

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El corazón de Sakura latía desbocado mientras intentaba procesar las palabras que acababa de escuchar: "Kurama intentó suicidarse"... "intentó suicidarse". No. No podía ser cierto. Alguien que veía la vida como el lo hacía -porque la amaba, estaba convencida- no podía querer arrancarsela. La vida era demasiado bella. Nada era lo suficientemente malo como para hacer algo así. Incluso ella lo sabía. Después de lo que Kiba le había echo, estuvo tentada en más de una ocasión a suicidarse. Nunca lo concretó. Siempre había algo que la detenía. Fue entonces que cayó en la cuenta de que si lo hacía, sería igual de cobarde que el. Y lo último que quería era ser como el.

Aunque era consciente de que quitarse la vida suponía un gran acto de valentía; reconocía, con todo su corazón, que enfrentarse a la vida requería de muchísima más. Era valiente. No iba a dejar que Kurama se fuera. El también era fuerte. Quizá más que ella. Sería su sostén hasta que se recuperara. ¡Y por Dios que lo haría!

Después del trayecto de veinte minutos más largo de la historia -si, eso pensó Sakura- divisaron las luces de Konoha. Era una ciudad preciosa a la luz del día, pero de noche era espectacular. No tenía idea de en que parte se encontraban, pero supuso que por el tamaño de las casas debía ser una zona muy exclusiva. Finalmente, un par de minutos después, aterrizaron en el helipuerto de la casa de Kurama. Bueno, si a aquel monstruo podía llamarsele casa.
Su familia siempre había sido económicamente acomodada y sabía lo que era vivir bien. Pero no estaba preparada para la visión que tenía de frente.

Aquella casa estaba recubierta de cantera blanca y brillante desde el techo hasta el suelo. Grandes ventanales en forma de arco. Los jardines estaban bien cuidados y repletos de flores y helechos. No se había dado cuenta de que estaban en la parte superior de una colina hasta que vio el largo camino de escaleras que conducían hacia abajo. A una enorme puerta de hierro forjado, custodiada de los costados por un par de estatuas en forma de pegasos.

Subieron los últimos escalones y entraron por una pesada puerta de madera tallada. Adentro no era lo que esperaba. Ni siquiera habían entrado a la casa. El piso era de granito color crema, pulido y brillante. Frente Frente a ella, varias docenas de anchas columnas, cuadradas en su base y circulares en el resto del pilar, ascendían un par de metros hasta convertirse en arcos. Del techo de vigas expuestas colgaban varios candelabros de hierro. ¡Dios Santo! Aquello era sencillamente hermoso. Era como si aquella casa dijera: "Bienvenidos al paraiso". Había unos pocos jardines pequeños y después se alzaba la casa. Entraron por otra puerta de madera a un extenso recibidor. En la pared frente a ellos había una enorme escalera que parecía de mármol. Se dividía pegada a la pared hacia izquierda y derecha. Sobre ellos había un vitral. De el colgaba un delicado candelabro de cristal. Sakura interrumpió su inspección cuando escuchó a Sai.

-Demonios Sasuke ¿Que pasó?

El aludido bajaba las escaleras con evidente enfado. Era un hombre alto, un metro ochenta y cinco, uno noventa quizá. Llevaba una playera tipo polo azul marino que se ajustaba maravillosamente a su torso musculoso. Sus jeans se acomodaban a sus fuertes piernas perfectamente. Su tez blanca combinada con su cabello y ojos oscuros era despampanante. Ni siquiera la mueca de enojo en su rostro lo hacía ver feo... "Como si eso fuera posible" pensó Sakura.

-¿Tu que crees Sai-respondió Sasuke- se les escapó a los de seguridad joder. ¿Cómo se les pudo escapar un hombre tan débil?

"¿Debil?". Jamás se le hubiera podido ocurrir que Kurama fuera un debilucho.

-Ya se que por su estado esta débil pero eso no le quita lo inteligente, lo sabes. Creo que tendremos que vigilarlo también tu y yo.

-No me digas -bufó- Sai esto se tiene que acabar ya. El dobe no puede seguir así. Tiene que continuar. Igual que nosotros.

Promise meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora