𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴𝕴: 𝕻𝖊𝖑𝖎𝖗𝖗𝖔𝖏𝖆 𝖈𝖔𝖓 𝖕𝖎𝖊𝖑 𝖉𝖊 𝖕𝖔𝖗𝖈𝖊𝖑𝖆𝖓𝖆 𝖞 𝖔𝖏𝖔𝖘 𝖆𝖙𝖗𝖆𝖞𝖊𝖓𝖙𝖊𝖘.

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Los piratas no vacilaron ni por un momento en apoderarse del navío, acabar con ciertos marineros y saquear sus pertenencias, centrándose en los objetos de valor. Los tripulantes del barco observaban con rabia, miedo y odio a los piratas, pues habían trabajado arduamente para ser castigados de esa manera por esos despiadados hombres.

Will se sentía incómodo ante la situación y optó por permanecer en una esquina del navío enemigo, con la mano en su espada por si la situación lo requería. En esa posición, reconoció rápidamente el lugar, especialmente al notar entre la multitud algunos cabellos rojizos que pertenecían a la mujer de labios carnosos con la que había interactuado unas horas antes.

Allí estaba la mujer de piel tan blanca como la nieve y mirada penetrante; la dama más hermosa quizás de todo el océano.

Aunque Will desconocía el nombre de la mujer, su rostro era inolvidable. Más aún por las reacciones de los hombres hacia ella y las extrañas sensaciones que experimentaba él mismo, a pesar de ser un hombre casado. Por lo mismo, para evitar problemas, Turner intentaba que la mujer no lo mirara, pero ella exploraba el entorno con temor, hasta que finalmente lo miró, aunque aparentemente no lo reconoció. Y esto fue un alivio para el pirata.

En otra parte del navío, Beckett se escondía cobarde entre el lugar, pero al ser un espacio reducido, finalmente fue descubierto por algunos piratas. Al reconocer su rostro, lo arrastraron al centro del navío, esperando las órdenes de Jack sobre qué hacer con él. Sin embargo, Jack sonrió al ver a Beckett desarmado y sin apoyo, tan débil que había perdido la mirada poderosa que tenía años atrás. Fue entonces que Cutler comenzó a rogar por su vida, y algunos piratas no pudieron evitar reírse.

—Pensé que habías muerto ese día —comenzó Jack acercándose a Beckett—. ¿Cómo lograste salir de ese barco? —inquirió dudoso—. Lo último que recuerdo es que estaba siendo bombardeado, y tú seguías ahí adentro —murmuró el pirata—. Debiste de morir ahí —dijo Sparrow caminando de un lado a otro para despojar a los tripulantes de sus joyas o accesorios de valor—. Pero tengo que admitir que toda la hermandad presentía que seguías vivo, y todos deseaban vengarse de ti. Después comenzaron los rumores de que te habían visto en tierra, y al parecer todos eran ciertos —mencionó el capitán, fijando su vista en el hombre trajeado que estaba al lado de la señorita. Jack sonrió poniéndose frente a ellos—. Y creo que también es cierto sobre tu bella hija —susurró el pirata, mirando detenidamente a la pelirroja.

La mujer y Sparrow se miraban fijamente hasta que él le sonrió con una mirada arrogante. Todos los piratas conocían esa mirada, Jack estaba tramando algo o sabía algo que podría serle útil en el futuro, algo peligroso para los tripulantes del Perla Negra.

Desde cualquier ángulo, el capitán Jack Sparrow parecía un cruel pirata, ya que tenía a la mujer en una posición tan dolorosa que causaba lástima con solo verla. Tenía los ojos llorosos y la cara roja como su cabello. En sus ojos grises con un tono verde se reflejaba la tristeza, y se podía sentir lo que ella sentía al observarlos.

La damisela miraba con temor y súplica al capitán, pero a pesar de que Jack sentía pena, decidió resistirse ante la seductora mirada de la mujer.

—Por favor... —pidió ella, llamando la atención de todos con su dulce voz, pero nadie se atrevió a hacer algo. Solo Pintel se acercó a ella, provocando que la pelirroja se estremeciera por la presencia del hombre.

—Hola, primor —saludó él con una sonrisa mostrando sus dientes negros.

Will no soportó más ese momento incómodo y decidió acercarse a su capitán.

—¿No podemos acabar de una vez y seguir con el plan? —preguntó Will frustrado detrás de Jack, quien solo rodó los ojos antes de dar la vuelta para ver a Will.

—Querías tu venganza, aquí la tienes. Solo necesitas matarlo, e iremos detrás de tu hermosa y exquisita esposa —aclaró Sparrow acercándose demasiado a su amigo haciendo su típico movimiento de manos.

Ante las palabras de Sparrow, Will no quiso perder más tiempo y se postró frente a Beckett con una mirada fría y calculadora, mientras Cutler solo sonreía de lado, esperando su muerte.

—Al parecer, te convertiste en un completo pirata, señor Turner —dijo Beckett viendo a su contrincante a los ojos, pero este solo se limitó a sacar su espada y apuntarlo con ella.

—Siempre he sido uno.

El hombre sonrió y esperó valientemente su muerte, que, lamentablemente, no llegó.

—¡No! —gritó alguien para después posicionarse entre Beckett y la espada—. Deja en paz a mi padre... Él ya no es como solía ser. Por favor, déjalo —rogó con lágrimas en sus ojos la pelirroja.

Pero Will no era lo suficientemente fuerte. No era capaz de matar a una mujer; la pelirroja le recordaba a su esposa, y temía que Elizabeth rogara por su vida y la de su hijo. Además, esa mujer transmitía algo que lo hacía incapaz de solo tocarla ante la perfección que emanaba.

Ante la cobardía de Turner, Jack se interpuso entre ellos para ejecutar la muerte del padre e hija, sin embargo, la pelirroja nunca se movió, y Jack nunca actuó. De repente, Sparrow bajó la espada, perdonando sus vidas.

—Llevemos todo lo valioso y lo que necesitemos de este barco —ordenó alejándose del lugar, dejando atrás la idea principal.

Nadie dijo nada, pero era evidente que todos los piratas se sentían insatisfechos ante esa decisión. Sin embargo, siguieron las órdenes y rápidamente abandonaron la nave con todas las joyas de los marineros para adentrarse en el Perla y continuar con su misión principal: ir a la isla Dunamis, donde, si presentabas un buen tributo, tenías el privilegio de hablar con la diosa Calypso para pedirle o preguntarle lo que desearas, siempre y cuando la diosa estuviera dispuesta.

Dentro del navío, después de transcurrir algunas horas, con las estrellas y la luna como única iluminación, el viaje continuaba de manera tranquila. Gibbs manejaba el timón, ya que Jack había prometido que no dejarían de conducir el barco hasta llegar a la familia de Will, y estaba cumpliendo su palabra.

Will estaba despierto con la brújula de Jack en la mano, siendo el guía del viaje.

Jack, después de robar el barco de Beckett, le entregó la brújula sin decir nada ni dirigirle la mirada a Turner; solo observaba a la pelirroja llorando. Era claro que la mujer les había dejado un mal sabor de boca a todos, principalmente por la belleza que poseía y el brillo hechizante de sus ojos. Todos en el barco, sin excepciones, habían sentido curiosidad por ella, algunos querían tenerla para propósitos lujuriosos, pero Jack se negó y la dejaron en paz.

—Señor Turner. —lo llamó Gibbs a Will, mirando al frente, y Turner, al notar eso, fijó su vista en el mismo lugar que su compañero.

Ya estaban frente a una isla diferente a las demás. Parecía una ilustración simplemente, pero estaba allí y era real. De inmediato, Turner, al contemplarla, corrió al camarote de Jack y despertó a los demás, ya que era hora de hacer el tributo. Cuando bajó las escaleras para despertar a los demás, Jack ya estaba despierto y llamando a la diosa con el apoyo de Gibbs.

—¡Rápido, rápido! Hemos llegado —gritó Turner en la parte baja del barco, donde estaban todos los piratas dormidos. Estos reaccionaron de inmediato, cambiándose rápidamente y saliendo al exterior.

Cuando todos los hombres estaban finalmente afuera del barco, la isla extraña ya no estaba frente a ellos. Ahora, donde se suponía que debía estar, había un enorme reflejo en el cielo de Calypso en su forma humana, y esta tenía una sonrisa.

Calypso se observaba en el cielo, siendo grande, transparente y atractiva. Aunque los piratas no se lo esperaban, la diosa llevaba tantos años esperando este momento.

En el horizonte, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧

01 | 𝕻𝖎𝖗𝖆𝖙𝖆𝖘 𝖉𝖊𝖑 𝕮𝖆𝖗𝖎𝖇𝖊: 𝕷𝖆 𝖉𝖊𝖘𝖈𝖊𝖓𝖉𝖎𝖊𝖓𝖙𝖊.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora