01 | 𝕻𝖎𝖗𝖆𝖙𝖆𝖘 𝖉𝖊𝖑 𝕮𝖆𝖗𝖎𝖇𝖊: 𝕷𝖆 𝖉𝖊𝖘𝖈𝖊𝖓𝖉𝖎𝖊𝖓𝖙𝖊.

𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖃𝕴𝕴𝕴: 𝕷𝖆 𝖛𝖊𝖗𝖘𝖎ó𝖓 𝖉𝖊 𝕭𝖊𝖈𝖐𝖊𝖙𝖙.

—Sophie, ¿te encuentras bien? —preguntó Will del otro lado de la puerta, intentando abrirla nuevamente sin éxito.

La mujer se encontraba escondida detrás de la puerta, haciendo más peso para evitar que alguien pudiera entrar. Estaba agachada en el suelo, abrazando sus piernas, sintiéndose segura en esa posición.

 Llevaba horas en esa postura, mientras los piratas intentaban reparar el Perla para zarpar lo antes posible. De vez en cuando, William venía a buscar a Sophie para hablar con ella sobre lo que habían descubierto, pero la mujer estaba demasiado asustada como para salir. Además, desde el incidente, un enorme dolor en el pecho la había invadido, haciéndola temer por su vida, pero prefirió guardar silencio y soportar el dolor en soledad, como ya estaba acostumbrada.

—Sophie, de verdad, necesito que contestes —insistió Will con pena en su voz—. Puedes decir un simple "estoy aquí". Solamente te pido eso por seguridad. Ya ha pasado que mujeres se han escapado mientras estaban dentro de un camarote.

Aquella revelación tomó por sorpresa a Sophie, haciéndola cuestionarse cuántas mujeres habrían pasado por lo mismo que ella. Se sintió completamente desposeída y tratada como un simple objeto. Sin embargo, William se refería al pasado de su esposa, cuando avisó a los trabajadores del ex Comodoro Norrington sobre el secreto de la antigua tripulación del Perla, y ella huyó del navío mediante la ventana, usando un bote y varias cobijas.

William apretó los labios y soltó un profundo suspiro, sintiendo la mirada de Jack en su espalda. El pirata notó que Sparrow quería darle espacio a la mujer, y él lo entendió. Aunque rara vez creía que Jack estuviera en lo correcto, esta vez lo aceptó. Sophie no comprendía por qué había ocurrido lo del monstruo y quizás necesitaba su momento de privacidad para entenderlo todo. Por ello, todos los hombres siguieron trabajando en la reparación del Perla, dejando a la mujer sola para que pudiera reflexionar y aclarar sus pensamientos.

Por su parte, cuando Sophie entendió que ya no tendría más visitas inoportunas, comenzó a buscar entre los baúles del camarote algunas prendas nuevas. Además de sentir que seguir con esas ropas le daría un resfriado, se sentía indigna de llevar un vestido tan fino, ya que no se veía a sí misma como una fina damisela.

La búsqueda de ropa dio sus frutos cuando entre los baúles encontró un par de pantalones marrones y una camisa blanca que parecía una bata de dormir. También halló un chaleco marrón un poco grande, pero que serviría. Y al final, había un sombrero de pirata. Sophie rió al imaginarse a Sparrow colocando ese conjunto en su camarote, esperando que un día lo usara la pelirroja. Quizás estaba fantaseando demasiado con Sparrow, pero tenía la sensación de que su mente no estaba muy alejada de la realidad.

La mujer miró el conjunto con descontento. Nunca había usado pantalones, y mucho menos un sombrero pirata. La ropa parecía vieja y usada; no sabía quién era el dueño anterior, pero si era sincera consigo misma, el Perla estaba lleno de suciedad. Además, no era como si no estuviera acostumbrada a vivir en la mugre en su lugar de origen. Un tanto insatisfecha, se quitó el vestido que llevaba puesto y se vistió con la nueva ropa. Una vez lista, tomó el vestido fino y salió del camarote, dándose cuenta de que el Perla ya estaba reparado y seguía surcando los mares.

Todos los piratas, a pesar del cansancio y el trabajo, fijaron sus ojos en la mujer; algunos la miraban con miedo y otros con respeto, pero Sophie continuó caminando con la frente en alto hacia la orilla del barco, donde arrojó su vestido al mar y lo vio alejarse de la nave.

Cuando realizó esa acción, se arrepintió al ver cómo el vestido se alejaba cada vez más. Todos estaban atónitos al ver a la descendiente con esas prendas y esa actitud tan valiente. Era como ver a otra mujer, y eso hizo que Jack sonriera resplandeciente.