CAPITULO 39

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La madrugada era ahora para Camila la única hora de tranquilidad mental y física. Su mirada castaña y enternecida es acompañada por una mueca de preocupación. Abraza sus piernas mientras se aovilla en el balcón perdiéndose entre la perfección de aquella noche estrellada y ese cielo magistral. La luna...

Como siempre siendo su mejor amiga.

Lauren sigue estando en sus pensamientos, a decir verdad jamás los abandona. Esa mujer, de actitud desafiante y ojos verdes, se ha convertido en lo más importante de su vida. Esa chica tan afectada emocionalmente pero con los pies tan bien puestos en la tierra, ha hecho de su vida una montaña rusa llena de bajadas y subidas extraordinariamente exahustantes.

Su interior debatiéndose entre el amor que le recorre de forma tan exorbitante cada vez que le ve a los ojos, y entre el terror que recientemente le ha producido.

—No será la última vez que te pida concejos Señorita Luna —una sonrisa se estira de forma tonta entre sus labios. Sacude su cabeza para luego negar de forma recriminatoria —Genial Camila ya enloqueciste... Lo que me faltaba.

Una risita de pronto la asalta sintiéndose una completa ridícula. Era parte de su manera de manejar los problemas, simplemente fingir ignorarlos.

Era demasiado para una chica tan joven... Era demasiado para un alma tan vulnerable como la suya, soportar toda esta situación.

Ahora ladea su rostro perdiéndose en la perfección de su amiga lejana, su belleza era completamente irreal... Siempre fue su concejera, su cómplice... Incluso cuando acepto que se sentía atraída por las chicas a la tierna edad de diez años, cuando por accidente beso la mejilla de Jeen mientras jugaban escondite en el patio de los Pinnock.

Recordó haberle dicho lo muy avergonzada que se sentía cuando la morena sonrió de forma tímida y le devolvió el beso esta vez en la nariz. Confeso lo muy molesta que le ponía que Leigh Anne se burlara de ella por haber quedado ''Roja como un tomate'' Y después le dijo haberse disculpado por hacerle ''Zancadilla'' a propósito, en el almuerzo al día siguiente aunque de verdad no lo lamentara.

Una nueva sonrisa abandona a la castaña solitaria quien seguía absuelta en no abandonar de vista a su compañera de secretos.

—Sabes demasiado —dice ahora sin realmente importarle que algún vecino llegara a tildarla de loca. Ahora su intimidad con su mejor amiga se había apoderado de su corazón —Pero eres demasiado buena teniendo tu boca cerrada... Espera... ¿Tienes boca no es así? —otra carcajada le abandona sintiéndose literalmente en casa.

Sin golpes... Sin gritos, sin ordenes... Simplemente ella y la señora Luna, como siempre debía de ser.

—Me recuerdas a ella —continúa ahora recostando su rostro en sus rodillas. Sin perder del todo contacto con su confidente —Tan lejana y fría, pero tan necesaria y hermosa —suspira esta vez negándose a sí misma la posibilidad de llorar —Jure no enamorarme de mis amigos pero... —su mirada se eleva una vez más, sintiendo esa necesidad de sonreír ampliamente esta vez —¿Te quieres casar conmigo? —Pregunta con ese tono dulce y completamente vulnerable —Aunque si lo pienso bien... Serias una terrible esposa —termina por decir haciendo un puchero —Quiero que solo seas mía, pero eso no es posible —sus pestañas se mueven a un ritmo lento y pausado analizando su panorama —Te debo compartir con todo el mundo, literalmente —relame sus labios de pronto —Debo permitir que todo el mundo disfrute de tu luz... De tu belleza... —ahora sus manos se posan en el suelo para tomar lugar de rodillas con su rostro apenas recostado en la baranda del balcón —Te deseo solo para mi mientras tu deseas ser de todo el mundo.

El silencio se apodera de su habitación de pronto. Camila Cabello observa a su amante por un largo rato, contando a los testigos... Aunque sea tratando de hacerlo. Las estrellas y su jodida perfección, aunque jamás lograran siquiera asemejar la belleza de la señorita Luna.

DEAR GOD - Jerrie ThirlwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora