❥ Cuadragésimo capítulo

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Un mes después

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Segunda oportunidad
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JungKook

«Una cita»

«Dos citas»

«Tres citas»

Y así iba contando cada día y salida que tenía con mi familia, la verdadera. JiMin era alguien muy divertido y alegre, muchas veces lograba hacerme reír cuando en realidad trataba de hacer reír a nuestro hijo. JungHyun, en cambio, ya no lloraba al estar en mi compañía, parecía comprender lo que sucedía a su alrededor y estar feliz por esa razón.

Las cosas iban mejorando a excepción de las constantes visitas que recibía mi hijo por parte de ese psicólogo, podía notar que él no me miraba con buenos ojos y tampoco quería que lo hiciera, pues los constantes bufidos como ceños fruncidos eran suficiente para darle entender mi fastidio.

Acomodé mi camisa y doblé las mangas de estas mientras no despegaba mi vista del espejo. Había cambiado por completo. Mi mirada era otra y mi rostro se veía un poco más maduro que antes. Me distraje un poco en mis facciones, a tal punto de ignorar la presencia de mi esposa.

— ¿Saldrás? — Levanté la mirada y no respondí su estúpida pregunta, al contrario, me retiré el anillo de bodas del dedo anular y lo deje en el lavabo para luego salir del cuarto de baño. Ella miró todo lo que hice y abrió sus ojos en par al ver que dejaba ese único objeto que nos mantenía unidos. — ¡Te hice una maldita pregunta, Jeon JungKook!

Detuve mis pasos y deje de acomodar mi camisa, para esta vez darle la cara.

— Me has visto salir por un mes entero a la misma hora. No seas idiota y abre los malditos ojos. — sabía que lo ultimo iba en doble sentido, pero poco me valió, pues lo que más quería era darle la contra y hacerle sufrir. Tal vez de esa manera por fin se dignaba a pedirme el divorcio.

Iba a seguir con mi camino hasta llegar a la puerta principal de mi casa cuando ella se atravesó de manera abrupta y me impidió el pase.

— ¡Hazte a un lado! — decir que estaba enojado era poco, pues realmente quería empujarla a un lado y pasar. Mi paciencia se iba a acabar al igual que el tiempo que me quedaba para ir a recoger a JiMin y a mi hijo.

— ¡Contéstame! — también gritó. — ¡Necesito saber la verdad!... Merezco saberla. — lo último casi lo susurró. No me atreví a decir algo, no sabía qué decirle. — ¡Diablos! — maldijo. — Me estás engañando ¿Cierto?

— Déjame pasar  —dije con lentitud y mucho autocontrol, pues no iba a ganar nada si es que la empujaba, solo quedaría como el malo de la película y ya tenía suficiente de ese papel.

— Es eso... — afirmó. La expresión de su rostro cambió y su mirada desbordaba maldad... ira. — Me estás engañando ¡Me has cambiado por un hombre! — lo gritó más que alterada, parecía una completa loca.

— Déjame pasar. — repetí, ignorando sus palabras y la forma en la cual me habló. Tampoco me hizo caso, al contrario, se mantuvo delante de mí en todo momento. — ¡Déjame pasar! — grité con más desesperación. Los minutos iban pasando y ya estaba perdiendo tiempo que podía haberlo utilizado para estar con mi hijo.

— ¡Eres un asqueroso homosexual! ¡Un enfermo! ¡Una porquería! — No lo aguanté más y la aparté contra su voluntad del marco de la puerta, ella pataleó y en ningún momento dejó de gritar lo enfermo que era al estar con otro hombre. No le di ni la más mínima importancia. Dejé que gritara y me persiguiera hasta la primera planta, donde otra discusión se iba armando al estar mis padres esperando y preguntándose entre sí por los fuertes gritos ocasionados por HaNeul.

No me iba a detener, quería seguir de largo hasta llegar a mi auto y de esa manera llegar a tiempo a mi cita, pero no todo se puede en esta vida, mucho menos, teniendo a mis padres y a una esposa loca como HaNeul.

— ¡Su hijo está enfermo! ¡Me está engañando!

Y solo eso bastaron esos gritos para que mi mejilla fuera golpeada. Mi mirada estaba fija en mi esposa, quien me miraba sorprendida.

— ¡Te dije que te mantuvieras alejado de ese maldito bastardo! ¡Te lo advertí, JungKook! ¡Te lo advertí! — la voz de mi padre era imponente y lograba asustarte en gran parte, pero yo ya tenía veintitrés años, ya no era un niño y menos un muñeco al que podías manipular a tu antojo.

Mi madre solo era una espectadora más de la escena, siempre lo fue, nunca se atrevió a dar una contra a las decisiones de mi padre y tampoco a pensar en lo que estas causarían en los demás.

Miré a todos en general, ninguno estaba de mi lado, solo me creían diferente por gustar de alguien de mi mismo género. Sin embargo, jamás pensaron que ser diferente era bueno, ninguno de ellos decidió expandir su mente a más allá de lo común, ni siquiera mis propios padres.

Agarré mi mejilla lastimada, pero no la acaricié, solo pasé mi tacto por esta y traté de grabar el dolor que se siente al ser golpeado, traicionado y rechazado por las personas que más decían amarte. Grabé esa sensación, pues sería la última vez que lo experimentaría.

— Me iré para siempre y lo único que verán llegar, de parte mía, a esta casa serán los papeles de divorcio. — Mi decisión estaba tomada y mi mirada lo denotaba, pues mi madre ya había comenzando a llorar y mi padre ya mostraba una confusión patente. — No quiero seguir viviendo en una asquerosa mentira como esta, así que no me vuelvan a buscar. — Esas fueron mis últimas palabras antes de salir corriendo de la casa en la que pasé la mayor parte de mi infancia y la que se iba a quedar con mis más preciados recuerdos.

Una vez que estuve dentro de mi auto, lo puse en marcha, viendo a su vez como mi pasado moría. Estaba seguro que nada iba a ser fácil, menos al vivir en una sociedad que no aceptaba lo nuevo por el simple miedo, sabía que habría problemas, pero los trataría de solucionar mientras tuviera a JiMin y a mi hijo a mi lado.

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Segunda oportunidad
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Detuve el auto frente al edificio de JiMin. Suspiré con pesadez y después de casi diez minutos, decidí a bajar. La típica canción del ascensor me tranquilizó un poco, pero al salir de este, los miedos regresaron.

Mis piernas flaquearon por un momento y mis ganas de detenerme y salir corriendo del lugar me invadieron. Temía demasiado la reacción que tendría JiMin al recibir mi propuesta, temía ser rechazado.

Iba a tocar el timbre cuando la puerta se abrió, mostrando a la "madre" de mi hijo con este mismo en su pequeño canguro. Me pareció demasiado tierno, las mejillas de JiMin estaban sonrojadas y sus ojitos mostraban una gran sorpresa como vergüenza, ni qué decir de su sonrisa, esa sonrisa que mostraba la felicidad que contenía en su interior.

— ¡Papá está aquí! — gritó él mientras tomaba uno de los brazos regordetes de JungHyun. Este último no le tomó importancia y me miró emitiendo una sonrisita. No quería arruinar su felicidad, la felicidad de ambos. — Pensamos que no llegarías.— su típico puchero, que conocía desde hace un mes atrás, se hizo presente y no pude evitar sonreír. — Enserio pensé que no llegarías... — Volvió a decir, esta vez con un tono un poco más serio y menos infantil. — así que solo me quedó la única opción de esperarte en la recepción, pero al parecer solo tuviste un pequeño perca-

— Vivamos juntos. — me apresuré a decir. Su sonrisa decayó y su mirada cambió. Ahora estaba serio.

 Ahora estaba serio

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 Segunda Oportunidad ❀ Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora