Cuando cerré el libro, estaba profundamente impresionado. Los cuentos de terror que había leído en él eran realmente aterradores, además me encontraba solo en una cabaña.
Fuera la noche estaba completamente oscura, pero como conozco el lugar de memoria, cualquier mínimo ruido que escuchaba (o creía escuchar) hacía que me imaginara alguna parte del bosque cercano. Y mi imaginación avivada por los cuentos asociaba crujidos con pisadas, el rumor del follaje de los árboles rozando entre si me sonaban a voces susurrantes y malévolas, y el canto lejano de un búho me resultaba aterradoramente humano.
Resuelto a no dejarme impresionar más por ese terror que dominaba mi aliento, fui a acostarme y traté de dormir.
De pronto golpearon desesperadamente la puerta. Salté de la cama y miré por la ventana. Aunque todo lo demás estaba oscuro, vi perfectamente que se trataba de una muchacha aparentemente aterrada por algo. Miró hacia atrás como si fuese perseguida, y mientras se volvía hacia la puerta para golpearla nuevamente, me vio y corrió hacia la ventana.
- ¡Señor! ¡Déjeme entrar, señor! ¡Ya vienen, no deje que me atrapen! ¡Por favor…! -Me imploró la muchacha.
Inmediatamente me solidaricé con ella. Entró a toda prisa y se acurrucó en un rincón, temblando.
Lucía tan asustada que hacerle preguntas me pareció algo inútil. Se había cubierto el rostro con las manos y sollozaba desesperadamente.
No se equivocaba al decir que ya venían. Un griterío furioso se aproximaba rápidamente. Nuevamente miré por la ventana. Ahora era un grupo de hombres iracundos los que estaban afuera. Llevaban antorchas y herramientas de mano que esgrimían como armas.
Aquella escena me pareció salida de una vieja película de terror. Cuando alguien del grupo gritó a todo pulmón:
“¡Sal de ahí, bruja!” Giré la cabeza hacia ella.
Noté que me observaba espiando entre sus dedos, después apartó las manos de la cara, y era una bruja horriblemente espantosa, y sentí un terror atroz que nunca olvidaré.
Después sufrí un sobresalto terrible y me enderecé bruscamente en la cama. Cuando empezaba a sentirme mejor al darme cuenta que solo soñaba, golpearon enérgicamente la puerta. Enseguida volví a experimentar el terror que me dominara en la pesadilla ,si es que fue una pesadilla común, y permanecí en silencio mientras seguían golpeando.
No me atreví a mirar por la ventana por miedo a enloquecer de terror. Golpearon varias veces y luego, silencio. No escuché pasos alejándose de allí, y la noche estaba ahora tan silenciosa que hubiera escuchado incluso una retirada furtiva y cuidadosa, por lo que llegué a creer que permanecía al lado de la puerta; pero cuando amaneció no había nadie.