Capítulo 11: Sangre que no es de mi pertenencia

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Lunes, 21:54

Recuerda: La violencia nunca es buena.

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《No dudé. Tomé mi libreta y empecé a dibujar. Dios sabe qué, no tenía la certeza de qué era.

Después de que todo se volviera negro ya sabía que pasaría,  siempre es lo mismo, no me preocupo.

Me duele todo, sí, pero será mejor no demostrar ese dolor, por mi bien.

¿Como se sentiría,  por un momento, por un mínimo segundo, estar en paz?》

Estos pensamientos vagaban por mi mente, sentada en el suave sofá, con algunos resortes que sobresalían por este.

Inconscientemente vi mis moretones, estos que antes se encontraban con un profundo color morado mezclado con verde, que me provocaban dolor una y otra vez. Pues si se trataba de moretones, en mi cuerpo, abundaban varios. Luego, observé mis cortadas en el brazo izquierdo, estas casi estaban sanadas, al igual que los moretones.
Todos los momentos para mí son causantes de mi tristeza constante, estoy segura de que algún trauma adquirí por los años pasados con mi padre.

Aunque no es muy notable, trato de ser fuertemente ante la situación, trato de mantenerme de pie, trato de crear un nuevo futuro olvidando el pasado; trato de mantenerme activa en esta búsqueda, una búsqueda de ser diferente.

Sonreír, pero que el causante no sea sobre que la muerte no ha venido por mí, todavía.

Los recuerdos se esfumaron tan rápido cuando escuché un fuente trueno, está por llover. Una ola de frío entra por la empañosa ventana, que, al parecer, se encontraba abierta. Tuve miedo.

Aaron no ha vuelto, ya se escuchaban algunas gotas caer con fuerza por la ventana -ya cerrada por mí-, relámpagos caían cada minuto, seguidos por truenos que me asustaban cada vez más.

Alexander, de repente, ha aparecido al lado mío, observando desde la misma ventana.

《Podría buscarlo yo, pero eso causaría mi muerte segura》Pensé.

─ Aaron no ha vuelto─ Murmura Alexander.

─ Quizás deberías ir a buscarlo. ─  recomendé, dubitativa, alejándome de la ventana y volviendo a cerrar otra que se encontraba al otro lado de la sala.

─ ¿Segura que podrás quedarte sola?─ preguntó esta vez observándome a mí. Humedecí mis labios, intentando sacar valentía para afirmar su pregunta. Me moví desde mi lugar, cerca de la ventana casi al cerrar. Intenté de nuevo, abrí mi boca para decir un Sí. La volví a cerrar.

Los minutos pasaban, Alexander seguía observándome, esperando la respuesta paciente. Yo, por mi lado, estaba limitada a tener silencio, ya hacía un minuto que observaba a la nada. Un trueno fuerte se escuchó, salté del susto y, de repente, respondí.
─ No.─ Por desgracia, esa respuesta no era afirmativa, pero sí era la verdad. ─Pero escucha como llueve, y puede que Aaron..─ Está vez un relámpago apareció en el campo de visión de ambos.

Usualmente, durante cada tormenta, los bosques son la atracción principal de los relámpagos. Por esto, por mi experiencia, es causante de varios incendios forestales.

Y así es, un relámpago ha caído, iluminando uno de los árboles el cuál, desde ese momento, se encendió; iluminando, consumiendo e intensificandose, como una lámpara.

─ ¡Buscalo! ¡Estaré bien!─ vociferé, observando cómo el incendio tomaba a más árboles. Asustada de que a Aaron le pasara algo.

Aaron, Aaron, Aaron. Su nombre estaba por todos mis pensamientos, buenos o malos.

En estos momentos sentía miedo. Pero era un miedo diferente. No era un miedo propio, sino, por muy sorprendente que lo tomase, tenia miedo de perder a alguien. No era la indicada para diferenciar dicho miedo, mucho menos sentirlo.

Pero estaba empezando a sentir algo que sólo igualdad a un mal. Empezaba a presenciar como volvía a sentir, vivir.

Tan rápido como pronuncié las palabras de preocupación, Alexander, no demoró mucho en reaccionar y corrió hacia la tormenta, hacia el fuego, hacia Aaron.

Me quedé unos segundos observando a la ventana, luego a la puerta que se encontraba abierta; de nuevo a la ventana, observando el fuego consumiendo cada vez a más árboles, a Alexander dirigiéndose allí, los truenos, los relámpagos, el miedo que había tomado mi cuerpo. Y sin pensarlo dos veces, le rogué a algún Dios que tanto mencionaba mi madre, por la protección de Aaron.

《Si existes, ¿Por qué me haces sufrir, Dios?》 Pensé. Pero me di cuenta de que esa pregunta ya estaba respondida; el mundo es así desde que comenzó, nunca hubo bien en el mundo. Solo personas dispuestas a querer ver algo diferente que solo mal, situando a creador de todo cuanto existe  como la figura que lo cambiaría todo y que una vez lo hizo.

Pero dicho pecado que mencionan los cristianos, católicos o incluso los no pertenecientes de estos; está presente. Y nadie lo sabe.

Solo observan las cosas que les causan placer, sin importar que se encuentra algún bienestar o no.

Las personas son egoístas, y no se fijan en el dolor que causan con tan solo tener su propio placer. Eso es el pecado. Eso es el mundo.

Me digné, luego de un rato, a cerrar la puerta. No sin antes observar más allá del fuego; nada.

Las lágrimas ya empezaban a caer y por un momento, por el más mínimo instante, pensé, a pesar del miedo que tenía de ser encontrada o del miedo de que me queme, hasta tal vez de encontrar no sólo a Aaron sino a Alexander consumidos por el inmenso fuego, me decidí a ir a buscarlos.

Y eso hice. Pensando de dónde salió mi valentía.

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