1. El Pasado

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Me encuentro frente a la tumba de mis padres y de Susan, las tres están muy cerca. Mis lágrimas aumentan cada vez más. La tristeza me invade y me pregunto, ¿Por qué me dejaron? ¿Por qué tuvo que pasar esto?
Me desespero y siento que quiero irme con ellos; al darme cuenta de mis pensamientos me siento egoísta, la abuela y el pequeño hijo de Susan me necesitan, pero me niego a dejarlos ir.

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— ¿Alex? ¿Hija estás bien? — susurra una voz a mi oído. Abro lentamente mis ojos y veo a la abuela que está sentada a la orilla de mi cama. En su rostro hay preocupación. Llevo las manos a mi rostro y me doy cuenta de que he estado llorando.

— Estoy bien — digo con voz entrecortada. Tallo mi rostro y recuerdo todo el sueño — soñé con ellos, abuela — mi voz sale en un hilo y no puedo evitar un sollozo.

— Tranquila, nena. Todo está bien, sólo fue un mal sueño — la voz calmada de la abuela me hace sentir un poco mejor y rápidamente la envuelvo en un abrazo. Soñar con mis padres y mi hermana Susan no es algo que me pase muy a menudo, pero cuando eso sucede no puedo evitar ponerme triste.

Ya han pasado siete años desde su muerte, siete años en los que he extrañado de gran manera a esas tres personas que lo significaron todo para mí.

— ¿Qué hora es? — pregunto minutos después, cuando estoy más tranquila.

— Es de madrugada, hija. — veo el reloj de mi celular y apenas son las 2:00 am.

— Siento despertarte. Vuelve a tu cama, abuela.—  susurro.

— No me despertaste, nena. — esboza una sonrisa — estaba viendo una película. Casualmente pasé por tu habitación y escuché que llorabas.

— Seguramente me dormí pensando en ellos. Pero no te preocupes, gracias a tus abrazos me siento mejor.

— Si me necesitas, no dudes en hablarme —  deposita un beso en mi frente — descansa, Alex.

— Descansa, abuela. — intento dormir otra vez pero no puedo. El sueño que he tenido se reproduce una y otra vez en mi cabeza. Finalmente después de un rato mis ojos se cierran y caigo en los brazos de morfeo.

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Abro lentamente los ojos al escuchar la maldita alarma. Me pongo mis pantuflas de conejo y me dirijo a la ducha. En veinte minutos he terminado de alistarme. Un jeans y una playera son suficiente para mí, amarro mi cabello en una coleta alta y bajo a preparar el desayuno pero la abuela ya se me ha adelantado.

— Buenos días, abuela.

— Buen día, hija. — esboza una tierna sonrisa —  aquí está tu desayuno.

Tomo rápidamente el desayuno que me ofreció la abuela y empiezo a comer.

— Buen día, abuela. — saluda Ismael. Ella se acerca y le da un beso en la frente.

— Buen día, mamá. — ahora se dirige a mí y lo envuelvo en un abrazo.

— Buen día, hijo. — respondo con la boca llena de waffles. Ismael hace una mueca y ríe. Comemos el desayuno que preparó la abuela, por suerte ya está vestido con su uniforme. Salimos rápidamente de casa y nos subimos al auto, no sin antes despedirnos de la abuela.

Veo el reloj y aún falta media hora para que comiencen mis clases en la universidad. Arranco el auto y me percato de que Ismael lleve puesto el cinturón de seguridad.

— ¿Hiciste tu tarea? — lo cuestiono mientras pongo el auto en marcha. Él va en el asiento trasero distrayendose hasta con la mosca que se para en la ventana.

¿Me enamoré de Alex?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora