12. Más discusiones

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Intento detenerlo, pero ya está, se fue, quiere llevarse a Ismael y lo peor, se ha llevado mi cuerpo. Miro a mi alrededor, y comienzo a destruirlo todo, lanzo lo que está sobre mi escritorio, lo que está sobre el tocador. Todo se escucha tan estruendoso, la abuela entra a la habitación y se ve horrorizada, grita que me calme pero eso solo aumenta mis ganas de destrozar todo lo que esté a mi paso.

— ¡Para ya!  — apenas se escucha su voz entre el sonido de los recipientes de vidrio que se estrellan en el suelo.

— Quiere llevarse al niño, abuela  — grito histérica  — él me ha hecho esto.

— Alexander, cálmate.  — parece no entender lo que sucede.

Veo mis manos llenas de sangre, sigo empapada de jugo, sigo en este cuerpo, por un instante pensé que era yo, que otra vez estaba en mi cuerpo y la abuela sólo correría a socorrerme, pero no, ella no quiere ni acercarse, de verdad se ve molesta.

— No soy quien crees que soy  — caigo sentada en el suelo y lloro amargamente.

— Creo que debes irte  — lo que suena como una orden  — no sé qué ocurre contigo y con Alejandra, ¿no ven que solo se hacen daño? ¿Por qué no pueden comportarse como personas?

— Él... Ella comenzó.

— ¿Ese es tu argumento? Destrozaste el cuarto de mi nieta, Alexander y por cómo la vi, también su corazón  — se acerca y me lanza la ropa que había escogido de papá  — ponte esto. Y espero que mañana por la mañana te marches o llamaré a la policía. 

¿Qué no lo notas, abuela? Soy tu Alejandra, necesito de ti, un abrazo, tu ayuda.
Si ella no se da cuenta de lo que está ocurriendo, ella que me conoce como a la palma de su mano, ¿quien lo hará? ¿cómo he de pedir ayuda? ¿cómo he de volver a mi cuerpo? Esto parece una broma de muy mal gusto.

Entre llantos tomo la ropa, realmente mi habitación está deshecha.
No sé cuánto tiempo estuve aquí tirada, veo la hora y es muy tarde, ahora entiendo porqué la abuela dijo que debía irme "mañana por la mañana" aunque me resulta extraño. La ropa de mi padre me queda algo ajustada, tuve que cambiarme con los ojos cerrados, ni loca voy a ver el cuerpo del desgraciado que me ha destruido.

Con cautela me asomo por la puerta, todo parece despejado, a esta hora ya deben estar todos dormidos, ni siquiera me llamaron para cenar, al parecer soy un estorbo en mi propia casa. Mi estómago comienza a hacer ruidos, de verdad tengo mucha hambre, por lo que bajo a la cocina, en este momento podría comerme una vaca completa.

Reviso el refrigerador y saco algunas frutas frescas con mermelada, jugo de naranja y tomo algunos de los panes que supongo y ha horneado la abuela. Intento comer de prisa y sin hacer ruido, no me importa comer cuanta comida chatarra se me va cruzando en el camino, de todas formas no es mi cuerpo y me da igual si debo cuidarlo o no.

Trato de sacar de mi mente todos los recuerdos de lo que he estado viviendo y se me hace un nudo en la garganta, ya no quiero seguir llorando, ya no quiero ser débil, pero si soy realista, llevo todas las de perder.
Coleman está ocupando mi lugar, le será fácil quitarme el cariño de Ismael, mi casa, mi vida completa y dejarme en su mugre cuerpo, ya me veo en un futuro casándome con Valeria y criando a su hijo como si fuese un hombre. ¡Qué horror! ¿Y qué haré si no recupero mi cuerpo nunca? No quiero ser un hombre, odio ser un hombre, odio ser Coleman.

— ¿Por qué no te has largado?  — aparece Coleman en el umbral de la puerta, dejándome paralizada.

— ¡Baja la voz!  — susurro  — sabes que esta es mi casa y no me pienso ir.

— Esta es mi casa, linda  — ríe  — ahora soy tú, ¿lo recuerdas?

— ¿Por qué eres tan cínico?  — cuestión furiosa.

¿Me enamoré de Alex?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora