15. Rodrigo

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— ¿Por qué estás tan nerviosa?  — Rodrigo habla a mi oído haciendo que me estremezca.

Señor, no me dejes caer en tentación y librame de todo mal, amén.
Necesito una excusa para dejar de bailar con Rodrigo, y no porque así lo desee, simplemente que las miradas comienzan a incomodarme.

— ¿Puedo?  — como si leyera mis pensamientos llega Sam a salvarme.

— Largo, Sam, consiguete la tuya.  — Sam le lanza una mirada molesta y se va a sentar.

Me siento menos incómoda cuando varias parejas comienzan a bailar cerca de nosotros. Recuerdo las palabras de Melody "debes arriesgarte" basta de vivir con miedos. Recuesto mi cabeza sobre el hombro de Rodrigo, es agradable bailar con él, me dejo llevar por la música y cierro los ojos, a las personas probablemente ni les importe lo que hago y yo aquí sufriendo de pánico por lo que puedan pensar. Estoy segura que el único molesto ante esta situación es Ismael, pero es normal, se siente celoso hasta del chico que vende leche.

— Dime, ¿el pequeño que me está acribillando con la mirada es tu hijo?

— ¿Cómo sabes que tengo un hijo?  — hablo mientras olfateo su camisa, es raro, ya sé, pero es inevitable.

— Conozco casi todo sobre ti  — susurra en mi oído  — Sam no para hablar de ti, creo que es tu fan.

— Que locura.  — no puedo evitar reír.

— No quería venir a esta fiesta  — acomoda mi cabello  — gran error que por suerte no cometí.

— ¿Por qué un gran error?  — me siento embriagada con su aroma.

— Porque no estaría aquí, bailando con la cumpleañera.

— Entonces tienes mucha suerte.  — bromeo.

— Te he estado observando desde que llegaste  — confiesa  — te vi discutiendo con el papá de tu hijo y otro chico así que decidí salvarte y envié a Andy por ti.

— ¿Cómo sabes que es el papá de...

— ¡Sam!  — exclamamos al unísono.

La magnífica melodía que sonaba se ha detenido, por tanto todas las personas que se encontraban bailando vuelven a sus asientos o se quedan ahí mismo conversando.

— Bien, Rodrigo  — me despido  — fue un gusto conocerte, debo asegurarme que Ismael, mi hijo duerma ya.

— Está bien, un placer Alejandra.

No quiero dejar de verlo, tampoco quiero dejar de conversar con él, solo espero que su intelecto y madurez sea mucho mejor que su físico, aunque es imposible, de ser así, el hombre sería perfecto.

Nuevamente me acerco a la mesa de Coleman y Miguel, no porque desee hablar con ellos, simplemente es por Ismael, quien todavía me observa con una cara, supongo que heredó el carácter de Coleman y su abuelo, el señor Becker, era increíble como las personas podían temerle. Sin embargo, en casa, con mamá, con Susan, era tan dulce, cariñoso, el hombre más amoroso. Luego estaba yo, siempre peleábamos, nos gritabamos, aún así, me demostraba su amor de forma distinta, odiaba que no me comportara como una señorita, odiaba que yo no fuera como Susan.

Elimino todo rastro de sentimientos negativos al instante, eso no me puede afectar justo ahora.

— Te estaba esperando, madre.  — Ismael finge una voz extraña.

— ¿Para?

Sé lo que dirá.

— ¿Quién era ese hombre?

¿Me enamoré de Alex?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora