4. Una fiesta y un trato

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Sin responder a su pregunta, giro y camino hacia mi auto, no tengo porque responder su interrogatorio. Coleman ya sabe lo que necesitaba, Susan está muerta y no hay nada que hacer para remediarlo, mi hermana no volverá. Las lágrimas amenazan con salir de mis ojos, no quiero llorar, no mientras ese mal hombre esté cerca.

Entro al vehículo y de reojo veo que se cerca a pasos rápidos, hago todo lo posible por encender el auto y largarme pero mis manos me traicionan, estoy muy nerviosa y dejo caer las llaves.

— ¿Por qué no enfrentas las cosas, Alejandra? — abre la puerta del auto y quiero golpearme por no haber puesto seguro.

— ¡Ya te lo dije! ¡Susan murió! — grito desgarrada sin poder contener las lagrimas.

Coleman se ve desesperado, talla su rostro con ambas manos para luego verme como si me fuese a asesinar.

— Eso no es lo que quiero escuchar y lo sabes.

Siento como si estuviese apunto de ganarme un premio al ver que sus manos están lejos de la puerta, antes de que Coleman pueda hacer algo cierro y le pongo el seguro, tomo las llaves y pongo en marcha el vehículo. Por el retrovisor lo veo gritando, sé que está furioso.

Limpio con una mano las lágrimas que comienzan a caer, debería sentirme aliviada al poder escapar pero me siento tan miserable, tan débil. Evito que las lágrimas sigan saliendo, mi familia no me puede ver en ese estado, conduzco hasta por fin llegar a casa, sentí esos minutos de camino como si fuesen horas.

Aparco el auto y salgo, nuevamente cargo las compras y por lo visto la abuela y el pequeño ya están en casa, mis manos han dejado de temblar y solo espero que Ismael no me vea en este estado.

Justo cuando estoy por entrar, el chico abre la puerta, y ahí está el pequeño una vez más colgando de ella.

— ¡Mamá! — grita, sobresaltandome — ¿trajiste chocolate?

Toma alguna de las bolsas y las llevamos hasta la cocina.

— ¡Ya no es hora de comer chocolate, hijo!

— ¿Por favor? — hace un puchero.

— ¡No!

— ¿Sí?

— ¡No!

— ¡No!

— ¡Sí!

— ¡Oh! Gracias, mamá.

He sido engañada por mi hijo.

La abuela se nos unió y estoy segura que ella si pudo percibir mi estado, pero no lo mencionó hasta después de la cena, en cuanto Ismael se fue a la cama.

— Abuela, creo que ya lo sabe.

— Alex, ¿por qué te sigues atormentando con eso? Ese hombre no hará nada al respecto, te lo prometo.

— Abrázame fuerte — sollozo entre sus brazos — hazlo como cuando era una niña y tenía miedo.

— Aquí estoy, amor. No estás, sola — deposita un beso sobre mi cabeza.

Me despido y subo a mi habitación, me siento agotada pero no tengo sueño así que entro en mi correo y veo los recibos y documentos que ha mandado Victor, al parecer todo marcha bien en el viñedo.


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Llego a la universidad muy contenta, ya es el último día de clases, solo debo firmar algunas calificaciones y entregar una última investigación.

¿Me enamoré de Alex?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora