Capítulo 3: La Ruta 36

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Noche uno sin Luna

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Noche uno sin Luna.

Nedi vio el paisaje desde el ojo de buey de su camarote en la Nostradamus II. La oscuridad apenas permitía vislumbrar algo más aparte del terreno. Las luces laterales de la nave iluminaban el suelo conforme se completaba el aterrizaje, aquello sí permitía corroborar que se encontraban sobre una especie de desierto. Entonces, una lista de nombres pasaron por sus pensamientos: el desierto del Sáhara, Namibia o el antiguo desierto de Atacama. Pero dejó de buscar parecidos entre la Tierra y Plutón en cuanto pudo echar la vista al cielo. Era inmenso, negro como el recoveco más profundo de una cueva y las estrellas se resumían en diminutos puntos desperdigados que apenas proporcionaban luz alguna. Entonces, el chico añoró el único destello natural que existía en su hogar cada noche: el de la luna.

—¿Es que no había otro planeta en el Sistema Solar al que viajar? Uno en el que hubiera al menos un satélite que brillara... —protestó Nedi.

—Las noches en la Tierra son como los días en Plutón —murmuró Kilara.

Nedi sonrió mientras miraba con detenimiento a la extraterrestre.

—Estoy sorprendido. Hace un rato apenas podías articular dos palabras seguidas en mi idioma y ahora dices frases filosóficas. Hablas como Platón —respondió Nedi.

—¿Platón? ¿Hablas de platos? ¿Los platos tienen conocimientos en vuestro planeta? Yo creí que solo se usaban para comer.

El chico rio a carcajada limpia. La extraterrestre le observó arrugando el ceño.

—Sí, usamos los platos para eso. Aunque he visto a gente partiendo platos en las cabezas de otra gente. Ya sabes como somos los humanos, hacemos un arma de cualquier cosa —ironizó Nedi, pero a juzgar por la mirada que intercambió con Kilara, ella seguía sin comprenderle—. Disculpa, Kilara. Aún no me acostumbro a hablar sin referencias a mi planeta, será que lo echo mucho de menos. No me hagas caso. Y Platón era un filósofo, te comparé con él porque eso que dijiste me pareció reflexivo.

Kilara se quedó en silencio por unos segundos, hasta que la nave tembló cuando aterrizó por completo. Nedi iba a marcharse a la salida de la Nostradamus II, pero Kilara le detuvo:

—Haré que veas bonito este planeta. Tu estancia aquí será buena. Cumpliré con lo que te digo.

—Pues espero que cumplas con lo que dices, porque en la Tierra... lo único que cumplen las personas son los años —argumentó el muchacho.

Ambos se quedaron paralizados durante unos instantes. Nedi contempló la mirada perdida de su acompañante y pensó en qué cosas pasaban tras aquellos ojos tan distintos a los suyos. El chico se cuestionó si ella sabía el significado de una promesa, del amor que supone hacerla o del dolor que conlleva romperla. Lo único que sacó en claro fue una básica regla que diferenciaba las dos especies: Los humanos convertían lo que fuera en un arma, ya se tratara de palabras, afilados cuchillos o enfermedades mortales, todo con el único objetivo de dañarse los unos a los otros para permanecer en una posición superior. Estaba seguro de que ninguna otra especie sería tan estúpida para cometer ese error tan grande, y encima de todo, era un fallo natural, como si estuviera determinado en la propia genética el condenarse a la extinción para crecer.

Hipersomnia: Segundos Confederados | SC #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora