Noche ciento noventa y tres sin Luna.
Epicuro había pasado el día en la Médula de Comunicaciones, una sala repleta de cables que cruzaban techo, paredes y suelo como caminos sinuosos. Unas pantallas pasaban unos códigos códigos interminables, y otras ejecutaban varios programas de detección a medio configurar. El informático se había servido un par de veces una taza con algo parecido al café, aunque tenía un sabor más amargo. Prefirió no pensar que podría estar bebiendo algo caducado que habría llegado en uno de los envíos planetarios con retraso, y en vez de levantarse a por otra bebida distinta, sacó su petaca de esnar del bolsillo interior de su chaqueta. Sirvió unas gotas para que, aunque el sabor no cambiara mucho, sí lo hicieran sus efectos. Si la cafeína le ayudaría a mantenerse despierto, esos mililitros de alcohol modificado le animarían a tener esperanzas.
La luz roja y azul del monitor de comunicación había estado parpadeando durante dos horas. Los Confederados de la Tierra tenían un comunicado importante que anunciarle. Pero entablar contacto extraterrestre sin riesgos de que se filtrara la información y el gobierno escuchara la llamada era una tarea complicada. Epicuro hacía lo que podía desde sus ordenadores para establecer una línea de comunicación segura, pero a veces, no podía prever si surgían complicaciones al otro lado. Las llamadas de control podían retrasarse durante horas y solía ser él quien les llamaba a ellos y no al revés. Esta había sido la primera vez, y eso solo podía significar algo muy bueno o muy malo. De ahí que casi quisiera inyectarse el café en las venas para estar alerta. También tenía el esnar a mano por si algún Confederado le comunicaba que sus operaciones se habían ido al traste.
En Plutón apenas estaba atardeciendo, pero habían pasado más de dieciséis horas desde que sonó la alarma general para despertar al resto de sus compañeros. Aunque el pasar del tiempo allí fuera distinto, mantenían sus ciclos humanos de veinticuatro horas para no volverse locos. Los plutonianos solo dormían un par de horas durante sus días naturales de ciento cincuenta horas. Los humanos descansaban alrededor de ocho horas cada veinticuatro, y eso solo suponía una de las muchas debilidades de su especie.
El pobre de Epicuro era el único que estaba despierto después de un arduo día de programación, de visitas de Vici y Herman Nuka para encriptar sus archivos sobre el Bihogar y análisis de datos sobre los primeros días de Humexpo. Vera también acudió un par de veces para ultimar los detalles sobre su regreso a la Tierra. Corrió el rumor de que tenían las horas contadas en ese planeta cobrizo.
Llegó a sentir envidia de sus colegas porque todos estaban durmiendo sin pensar en esa intermitente luz, ignorando que en cualquier momento podría apagarse y perder una oportunidad de comunicación, desconociendo que esos destellos azules y rojos podrían significar demasiadas cosas. Pero, al mismo tiempo, Epicuro tenía los ojos abiertos como platos a la espera de alguna señal, cualquier palabra, una imagen en el monitor...
Recordó entonces la sensación de haber estado despierto por más tiempo del que debería, esa pesada sequedad en los ojos o los músculos agotados que pedían a gritos una prórroga. Cerrar los ojos. Dormir. Morir... Cualquiera que hubiera vivido la pandemia de Insomnio S.B. no podría olvidar nunca que, durante varios días, en el planeta Tierra esos dos últimos verbos iban de la mano. El Surbiro de Baggos podría haber significado la extinción, pero si había algo más temible que eso era la premisa de que todo estuvo planificado desde el principio. Los Primeros Confederados salvaron millones de vidas cuando nebulizaron la cura antes de la fecha que estipularon los prospectivos, y parecía que había pasado una eternidad desde entonces, desde que solo se conocía su organización por la «Operación Omega», que fue toda una proeza para ellos pero que, si eran realistas, ni por asomo había frenado los pies a Dacio y Reiseden. A día de entonces, su influencia revolucionaria había disminuido tras haber abandonado la Tierra. El resto de Confederados estaban ocultos en la Base Órgano, y tenían tan poco poder contra el gobierno como alguna de esas federaciones ecologistas que no importaban a nadie a pesar de defender la naturaleza terrestre.
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Hipersomnia: Segundos Confederados | SC #2
Science FictionSi no puedes volver a despertar, el sueño será tu pesadilla. - Segunda parte de la Saga Confederados. ¡Alerta por spoilers de «Insomnio: Primeros Confederados»! - La Tierra. Año 3514 d.C. Unos años después de la catástrofe que supuso la pandemia de...