Capítulo 22: Una medalla rota

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Tercer día de la Humexpo

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Tercer día de la Humexpo. Edificio Krasdor.

La entrega de medallas para todos los ganadores de las Olimpiadas Verticales estaba prevista dos días después de la carrera de Nedi. El presidente estuvo presente en todas las pruebas de atletismo, incluido el pentatlón y otros eventos deportivos que se repartieron a lo largo de esos primeros días de Humexpo. Para finalizar con su acto de rigor, Dacio decidió entregar las medallas a todos los atletas que habían participado y dejó a los ganadores para el final. Pasó un día lleno de aplausos, fotos y apretones de manos que pasarían a la historia política de la Tierra. Algunos de los invitados extraterrestres, como los emisarios de la especie Avala, se quedaron fascinados por la atención individualizada que prestó Dacio a todos y cada uno de los terrícolas. Era una especie caracterizada por el clasismo. Toda su sociedad estaba jerarquizada con unas restricciones que se penaban con la muerte si no se cumplían, y no comprendieron cómo alguien superior, como el presidente, trataba a los subordinados, desde su esposa hasta cualquier terrícola, como iguales. Pero esa mascarada de filatropía solo era una ilusión. Fue una suerte que esos alienígenas no conocieran bien el concepto de las mentiras, una característica muy humana al parecer.

—¡Es un honor presidir este tercer día de la Humexpo, la celebración del gobierno prospectivo y el primer encuentro entre culturas universales!

Tras el discurso, acudieron los ganadores de la primera prueba al escenario: los cien metros verticales. Unos juegos aclamados tanto por los jefes políticos como por el público porque participaba su futuro líder. Reiseden encabezó el podio, seguido de Nedi Monter y Licia Arnís, una corredora que también participó en los cincuenta metros verticales y obtuvo la medalla de oro.

Nedi estaba con la mirada fija en el público, y en el tumulto de gente logró distinguir a algunos de sus compañeros en uno de los palcos. Estaban Faith, Kurtis y Kazrar junto a otros extraterrestres con los que habían hecho buenas migas. Desde la distancia, vio que Faith le hizo un gesto para que se tranquilizara, pero él no dejaba de temblar. Cruzó las manos tras la espalda para ocultar los titubeos, y se miró a las puntas de los pies. Después, intercambió una sonrisa ligera con Licia. Cada uno había ocupado su lugar en el podio, y Reiseden estaba en el centro, sobre una plataforma con una altura sobresaliente y que dejaba los dos lugares restantes como ridículos. Desde su posición, Nedi se fijó que Reiseden tenía un cardenal en la nariz con unos tonos morados. El otro día, su cara estaba intacta durante la competición, a pesar de que en la fiesta de atletas terminara con la nariz medio rota. A Nedi no le cuadró el estado de Reiseden. Era imposible que se hubiera maquillado durante la carrera. Los coordinadores de las Olimpiadas Verticales hacían controles exhaustivos y no permitían ni un gramo de polvo de maquillaje. A esas alturas, cualquier atleta desesperado podía aplicarse alguna sustancia sospechosa por vía tópica para ganar. Querían evitar cualquier tipo de dopaje a toda costa.

Una emisaria de las Yias, una especie que vivía en un planeta llamado Kol, dio a Reiseden un ramo de rosas rojas artificiales. Mencionó un par de veces al público que le encantaba la flora de la Tierra aunque la mayoría estuviera extinta, ya que su mundo era un vasto desierto a nuestros ojos con unas contadas plantas que solo crecían durante un período del iko, que significaba «ciclo», lo que los humanos entendían como un año. La especie Yia estaba formada por criaturas de sexo femenino que se establecían en clanes y matriarcados según sus años de vida. Solo podían reproducirse por sí mismas cuando los campos florecían durante finales del iko. Tenían el cuerpo alargado y acabado en cola, un par de brazos con las manos igual que unas manoplas, y se desplazaban con unas alas transparentes y de filos verdes que le crecían desde la espalda. Entre los humanos, las habían apodado como las «hadas», aunque la apariencia era un poco más extraña a la que imaginaban en los cuentos. Algunas Yias tenían un solo ojo y otras poseían hasta seis. Si disponían de más ojos, su raza era más pura. Decían que algunas podían ver el futuro con esos tres pares de ojos, como las Sextas Yias.

Hipersomnia: Segundos Confederados | SC #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora