Libertad encerrada

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¿Dónde estoy?
Miro a mi alrededor y veo mi nueva habitación. La cama es gigantesca y acogedora pero sobretodo cómoda. Por mucho que quisiera quedarme de por vida rodeada de todas esas sábanas y mantas aterciopeladas, necesitaba con urgencia un vaso de agua.

Mientras me lavo los dientes y me arreglo el pelo para no parecer loca, pienso en cómo es que llegué esta noche a mi habitación si mi último recuerdo fue la mirada verde de Harry ardiendo a La Luz de las velas mientras leía.

Cuando bajo a la cocina me encuentro a Aaron desayunando y cuando se da cuenta de que he llegado me dedica otra de sus sonrisas. Podría acostumbrarme a ellas.

-Hey, buenos días-su voz mañanera... tan ronca que embelesaba-.

-Hola-digo dirigiéndome a la nevera en búsqueda de un poco de agua fría-.

-Tienes el desayuno aquí. Deberías comer algo.

-No me apetece. ¿Oye sabes cómo llegué ayer a mi cuarto? Estaba en la biblioteca y...

-¡¿En la biblioteca?!-dice tras atragantarse durante unos segundos- ¿te vio Harry ahí?

-Si. Estuve con él todo el tiempo que pase allí.

-Vaya... el no deja nunca a nadie entrar allí.  Ni siquiera a mi.

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Toc. Toc. Toc.

-  ¿Quien es?-pregunto aún sabiendo la respuesta. Estoy en mi habitación y el único en la casa es Aaron, pues Harry había salido a hacer a saber qué cosas-.

-El salvador de tu aburrido día.

-Entonces no pases-digo riéndome-.

La puerta se abre y me siento en la cama esperando lo que el chico tiene que decir.

-Y bueno... ¿Qué vamos a hacer hoy? ¿Tienes algo pensado o...?-pregunta-.

-¿Acaso no me escuchaste ayer? No me voy a ninguna parte.

-Oh vamos... tenemos que ir a alguna parte. Hoy no tengo nada que hacer. No me hagas suplicar por un poco de compañía.

-Que no Aaron. Que no me das pena. Salir de esta casa es lo último que haría hoy-Digo sacudiendo la cabeza y el me mira con una expresión malévola y divertida a la vez.

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-Repíteme como has conseguido que me meta en tu coche porque no lo entiendo -digo masajeandome  las sienes y el me sonríe desde el lado del conductor-.

-Repíteme como has conseguido que me meta en tu coche porque no lo entiendo -digo masajeandome  las sienes y el me sonríe desde el lado del conductor-

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-Simplemente te dejaste ayudar. Vamos a pasarla bien hoy ya lo verás-y acelera, si es que se podía ir más rápido-.

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Tras ir a una ciudad cercana, a un parque de atracciones, ir de compras, comer y cenar algo, y, hay que admitirlo, divertirnos, el día no podía terminar sin asistir a una buena fiesta en El Centro. Sí, así se llamaba el lugar y no transmitía para nada confianza.

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