¿¡Por qué le había preguntado aquello!? Ni yo mismo lo sabía, tan sólo lo dije sin pensar...
Leo casi se atragantó comiendo, su rostro estaba muy rojo y el mío también, podía notarlo.
-Bueno, yo... -musitó tras beber algo de agua-. ¿Está mal que diga que sí? –pasó una mano por su cabello, solía hacer aquello cuando estaba nervioso.
En ese momento éramos dos jóvenes atontados y enamorados, sentados alrededor de una mesa y muriendo de vergüenza al hablar sobre sexo. ¿Así es como se empieza, no?
Ninguno de los dos sabía qué hacer o decir a continuación.
-T-también he hecho bizcocho de chocolate –sé que aquello sonó estúpido, pero fue lo único que se me ocurrió.
Leo rió durante un buen rato, seguro que en parte fue por los nervios que le provocó la situación.
-No haré esas cosas hasta que estés preparado, no quiero que lo hagas sólo por mí.
Posó su mano sobre la mía. Deslicé mis dedos hasta conseguir entrelazarlos con los suyos.
-Tal vez ya esté preparado...
Quería sincerarme con Leo, aunque me costara hablar sobre estos asuntos. Si era algo que los dos queríamos, ¿no tenía nada malo, verdad?
Leo sonrió nervioso y apretó mis manos con fuerza.
-Entonces intentaré tener cuidado.
Dejó esas palabras en el aire y cambió de tema repentinamente.
-¿Te apetece salir hoy al parque? Podemos pasear un rato y, no sé, ¿dar de comer a los patos?
Sonreí mientras asentía.
Así que esa tarde pasamos unas cuantas horas en el parque. Soplaba una suave brisa que hacía que nuestros cabellos se despeinaran y que contrastaba con la alta temperatura que había. Pasar tiempo con Leo se había convertido en mi afición favorita. Las tonterías y chistes que hacía para conseguir que sonriera; las cosas dulces que me decía, las cuales siempre me hacían ruborizar; los abrazos y los besos que me brindaba... todo aquello se había vuelto insustituible. ¿Realmente me merecía a alguien así? No lo sabía, pero no me importaba, no estaba dispuesto a que nadie me arrebatara a Leo. Tan sólo me preocupaba por no estar siendo lo suficientemente bueno para él...
Nos sentamos cerca de un pequeño lago.
-Cuando era niño quería tener una granja de patos –rió Leo, mirando a aquellos pequeños animales alados.
-¿En serio? –sonreí, me gustaba que Leo compartiera conmigo esos pequeños detalles irrelevantes.
-Seh, fue un sueño que duró una semana cuando tenía cuatro años.
Volvimos a reír, esta vez al mismo tiempo.
El amanecer se había adueñado del cielo haciendo que las temperaturas bajaran. Leo aprovechó aquello para rodearme con su brazo, atrayéndome hacia su cuerpo.
-¿Sabes? Eres la persona a la que más quiero.
Le miré sonrojado, no sabía a qué venía aquello.
-Pero Leo, no soy nada comparado contigo, tú haces demasiado por mí...
-Tonto –dijo en tono burlesco-, tan sólo con que estés a mí lado soy el hombre más feliz del universo.
Decidí no decir nada por una vez y escucharle.
-Nunca he amado a nadie como te amo a ti. Es como si hubiéramos estado destinados a encontrarnos durante miles de años y ahora, por fin, podamos estar juntos. No quiero perderte nunca. Déjame estar siempre a tu lado, sé que muchas veces hago tonterías y soy bastante brusco en algunos temas... Pero quiero que sepas que tú eres la única persona que tengo en mente las veinticuatro horas. Te amo y te amaré para siempre.
Entonces comencé a ver borroso por culpa de las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos. Esos últimos días había llorado mucho, pero aquella vez era de felicidad. Me sentía tan bien sabiendo que significaba aquello para Leo. Me percaté de que no era el único que lloraba, Leo me abrazó con fuerza, escondiendo su rostro en mi hombro y dejando unas pocas lágrimas caer.
Dos enamorados llorando con el atardecer de fondo tras sus espaldas... Sí, eso era lo que nos definía.
Estuvimos unos minutos, no recuerdo cuántos, abrazados, sin decir nada. Se sentía tan bien disfrutar del silencio en compañía. En ese momento el tiempo pareció pararse para nosotros, los transeúntes que caminaban a nuestro alrededor, las hojas que caían de los árboles, la brisa que cada vez era más fría; nada de eso parecía afectarnos a nosotros. Tan sólo existíamos el uno para el otro. Quería que Leo fuera mi presente y mi futuro y lamentaba que no hubiera podido ser mi pasado.
-Volvamos a casa, ¿sí? –me dijo Leo cuando el frío empezaba a ser presente y el sol casi se había ocultado por completo.
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Looking At You (Leo de la Iglesia x Guang Hong Ji // LeoJi) [Yuri On Ice]
FanficGuang Hong Ji es un joven chico que acaba de abrir un canal de cocina en YouTube. Un día recibe un comentario de otro muchacho. Lo que no sabía era que a partir de eso su vida cambiaría tanto...