—Presta atención —pidió Adrian, tomando un arco y planteándose como un profesor frente a mí—. Manejar un arco no es tarea sencilla, debes controlar la dirección del viento, la tensión de la cuerda, la presión, la fuerza, la dirección de la flecha, entre otras cosas, pero como no tienes tiempo para aprender todo aquello, he diseñado una herramienta que calculará todo eso por ti, casi como una computadora. ¿Entiendes?
Asentí.
—Bueno, este mecanismo requerirá tomar parte de tu energía, ya que tendrá que controlar por sí mismo cosas que usualmente suele hacer el arquero, por lo que de alguna manera debes darle el poder de hacerlo. —Continuó diciendo—. Supongo que sabes cómo tomar uno.
Volví a asentir, pensando en la gran cantidad de series y películas donde había visto utilizar un arco, sin embargo Adrian se quedó mirándome inquisitivo, entonces supe que con afirmar no le bastaba. Debía mostrarle.
Tomé mi arco, con una mano sostuve la cuerda y con la otra la parte posterior del brazo dorado.
Me gané una mirada reprobatoria.
—¿Y cómo piensas sostener la flecha tomándolo así? —inquirió.
Ni siquiera entendí el fin de su pregunta.
Así que fue y tomó una de las flechas para entregármela, en cuanto la puse entre mis manos, esta cayó por el frente, de modo que quedó apuntado hacia el suelo. Entonces entendí que con mi postura no podía darle dirección al proyectil.
—¿Sabes tomar un arco? —repitió la pregunta.
—Está bien, creo que no lo sé —contesté.
Mi profesor tomó mis manos y las acomodó sobre mi nueva arma, de modo que esta vez mi mano izquierda quedó en el centro de la empuñadura.
—¿Eres diestra, cierto? —preguntó.
—Sí —afirmé.
Con mis manos en posición, empujó mis pies con los suyos, para separarlos ligeramente, luego estiró mi espalda y puso su mano debajo de mi mentón para elevarlo también.
—Estas tensa, relaja tu postura —ordenó—. No tienes de qué preocuparte, el arco hará todo por ti, o bueno, casi.
Era difícil solo calmarse y ya, pero intenté obedecer, moviendo mis hombros en círculos hacia atrás, intentando relajarlos.
—Ahora concéntrate en el primer blanco, ordena al arco que acierte en él —pidió.
Hice lo que me decía. Centré toda mi atención en el objetivo que encabezaba el trío, el primer círculo rojo pintado en la pared, apreté el arma con fuerza, intentando transmitirle mis deseos y cuando estuve lista, solté la flecha. Ésta cruzó el aire en un parpadeo y fue a parar en el centro.
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Cupido por una vez
Teen FictionCuando Elizabeth Sagarra descubre que el hombre del cual estaba profundamente enamorada se ha convertido en su nuevo cuñado, se aferra a su mejor y más tóxico amigo; el alcohol. Perdida en sus adicciones, ofende a gritos al dios griego del amor, qui...