El centro comercial de pronto se sentía demasiado pequeño y nosotros, demasiado grandes para él. Fran y yo intentábamos disimular nuestra incomodidad, por más latente que fuese, aunque Victor estaba lo suficientemente nervioso como para notarlo. De alguna manera, el club de compras se había ampliado demasiado, no sólo Sandra y Ann se habían colado, sino también Nick y Agustín, solo por el placer de burlarse un rato de su enamorado amigo.
Fran rechazaba rotundamente cada opción que Victor presentaba, estaba muy molesta, y en ese estado era imposible que algo le agradara. Por mi parte, yo solo habría aceptado la primera propuesta de mi cuñado para poder largarme lo más pronto posible. Fuimos de tienda en tienda, como si estuviésemos descartando de una lista, y en el fondo tenía miedo de que nos acabarán las opciones.
De camino, los chicos se compraron una bebida, luego un helado, después un batido, unas papas fritas, y al final unos bocadillos para llevar, en un puesto de comida rápida. De modo que tuvieron que esperar afuera de cada tienda comercial, conversando relajadamente entre sí.
Casi al termino del día, llegamos a una sencilla tienda de accesorios, ya habíamos caminado mucho y estaba segura que faltaban pocas horas para que el comercio cerrara. Decidí hacer mis apuestas por este pequeño negocio, sabiendo que era uno de los favoritos de Fran.
Me detuve a observar los prendedores, irónicamente había uno de un arco con una flecha atravesándolo. Una mala broma del destino, supongo.
—Liz, ¿cómo se ponen estas cosas? —preguntó Nick, enseñándome un brasalete de metal, completamente cerrado.
Tomé el accesorio y lo deslicé en mi muñeca, sin dificultad.
—¿Ves? Te dije que era así —reprochó Agustín.
—No estábamos seguros, ahora lo sabemos —repuso el primero con orgullo.
—Era obvio, al menos pudiste disimular no saber algo tan simple.
Rodé mis ojos y me prometí no llevarlos jamás a cotizar maquillaje.
Fran estaba junto a Victor, inspeccionando el área de carteras. Ella me miraba de reojo de vez en cuando, mientras él estaba demasiado enredado entre cierres, broches, colores y diseños como para echarme siquiera un vistazo.
Al cabo de un rato, mi cuñado se me acercó para mostrarme un pañuelo magenta. Jane odiaba ese color. Definitivamente les tomaría trabajo convertirse en almas gemelas. No me mal entiendan, sé que la intención es lo que cuenta, pero tampoco es la idea andar regalando cosas que jamás va a usar, el punto de mi presencia aquí era ayudarlo con eso.
Finalmente se decidió por un delicado brazalete plateado, con flores en relieve. Era lindo y suficiente para hacerla feliz hasta el próximo aniversario, o lo que sea que estuviesen celebrando.
—Es tarde por qué no vamos por unas pizzas, hay un local muy bueno a tres calles de distancia —propuso Agustín al concluir nuestra misión.
La idea fue aprobada en forma unánime.
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Cupido por una vez
Teen FictionCuando Elizabeth Sagarra descubre que el hombre del cual estaba profundamente enamorada se ha convertido en su nuevo cuñado, se aferra a su mejor y más tóxico amigo; el alcohol. Perdida en sus adicciones, ofende a gritos al dios griego del amor, qui...