Llegó el momento de la competencia del vestido. Fran me había ayudado a acomodar la larga tela blanca, usando algunas guías de Internet. El lino caía delicadamente hasta el suelo, siendo atravesado por un bello cinturón que remarcaba mi cintura. Acomodamos los mantos de tela y lana con pequeños broches en los hombros, y en otros sitios estratégicos. Los bordes dorados ondeaban con cada paso que daba, y la textura era tan suave que parecía acariciar mi piel.
Me puse las joyas, las sandalias y peiné mi cabello en un elegante moño, que Fran me ayudó a sujetar con trabas doradas, para hacerlo parecer más natural. El toque final, fue la corona de laureles que Apolo me regaló.
Me di varias vueltas en el espejo, sintiéndome como una verdadera dama de la antigua Grecia. No solía sentirme bella, pero por esta vez, debía reconocerlo. Me veía increíble.
Intenté ayudar a Fran a ponerse su traje, pero mis manos se enredaban con la túnica, y descubrí que no estaba acostumbrada a usar vestidos tan sueltos y ligeros. Afortunamente, Ann y Agnes llegaron al rescate. Sandra se quedó mirando, pues aseguró no tener manos para ropa tan delicada.
Nos tomamos algunas fotos en la entrada del gimnasio, ambas vestidas como perfectas diosas, mientras el sol comenzaba a ocultarse.
Volvimos a entrar antes que fuera mi turno de participar, estaba tan feliz que me sentía capaz de saltar y bailar. Hacía mucho tiempo que no sentía la dicha de vivir.
Me paré junto al resto de las participantes, un caballero medieval, una bailarina del antiguo Egipto, y un indígena americano. Fui la última en ser llamada al escenario, y avancé con tanta seguridad y soltura que me desconocí a mí misma. La música de pasarela me hizo sentir aún más confiada, como una modelo estrenando la moda de temporada.
Cuando me volteé, para regresar por el mismo camino que había recorrido, me permiti una mirada en dirección al público. Me enorgullecí al descubrir varias caras de asombro, y un rostro en particular.
Eros estaba entre el público, observando mi momento de fama, aunque no fui capaz de descifrar su expresión desde tan lejos.
Regresé a mi lugar entre aplausos. Fran y Agnes me recibieron con un fuerte abrazo, que tuve que detener para evitar que mi peinado no se desajustara.
—Todavía tengo que subir a recibir mi premio —dije, con orgullo.
—Quién diría que vestirte de diosa te volvería tan aburrida —bufó Fran.
Se me escapó una carcajada, y esta vez fui yo quien abrazó a ambas.
No fuimos el primer lugar, pero sí ganamos la competencia del vestido y la presentación de los reyes, con lo cual podía sentirme más que conforme. El segundo lugar me supo a gloria.
Algunos estudiantes aprovecharon el intermedio para ir a cambiarse, yo no tuve necesidad.
—Creo que es hora que regrese a casa —anunció Agnes.
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Cupido por una vez
Teen FictionCuando Elizabeth Sagarra descubre que el hombre del cual estaba profundamente enamorada se ha convertido en su nuevo cuñado, se aferra a su mejor y más tóxico amigo; el alcohol. Perdida en sus adicciones, ofende a gritos al dios griego del amor, qui...