Capítulo 49 💘

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Dedicado a AmantDeLibros
¡Felicidades!

La luz de la habitación golpeó mis ojos, después de tanto tiempo encerrada en la oscuridad, había olvidado cómo lucían las paredes pintadas de blanco

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La luz de la habitación golpeó mis ojos, después de tanto tiempo encerrada en la oscuridad, había olvidado cómo lucían las paredes pintadas de blanco. O en realidad, cualquier otro color.

Un fuerte grito golpeó mis oídos, y vi una silueta correr a toda velocidad por mi lado.

—¡Doctor! ¡Enfermera! ¡Alguien que venga!

De pronto, una chica de rubios cabellos estuvo frente a mí.

—¡Lizzie! ¿Estás ahí? ¿Puedes escucharme?

Quise responder, pero no fui capaz de encontrar mi propia voz. Un débil sonido fue todo lo que logré emitir.

La visión de la joven fue reemplazada por la de un montón de desconocidos. No era capaz de entender lo que decían, las voces me sonaban como ecos, y ni siquiera fui capaz de mantener la conciencia mucho tiempo. Volví a caer en la oscuridad más pronto de lo que habría deseado.

Los días que siguieron me debatí entre la conciencia y la inconsciencia. Vi muchos rostros venir a visitarme, aunque me costaba trabajo reconocerlos, todos me producían sensaciones diferentes. No podía hablar, ni comunicarme con nadie, la mayoría de las veces ni siquiera entendía lo que los otros trataban de decirme. Tampoco era capaz de moverme, o más bien mis movimientos eran lentos y retardados, pese a que podía percibir todo mi cuerpo.

Lo peor era la estúpida mascarilla que me ayudaba a respirar, la cual me impedía hablar con la gente.

Lentamente, mi cerebro logró poner nombre a las diferentes caras que se paseaban por la habitación. La chica rubia del primer día era Jane, mi hermana, y cada vez que venía a verme, una ansiedad me recorría de pies a cabeza, aunque no entendía por qué. También había una mujer que lloraba mucho, la cual al cabo de unos días la reconocí. Era mi madre, y su presencia me traía tristeza.

La siguiente fue Fran, era una visita agradable, ya que verla solía traerme felicidad. Ella hablaba un montón, era de las pocas personas que no se quedaba al lado de mi cama mirándome con lástima, sino que se paseaba de un lado a otro, diciendo quién sabe qué cosas. A veces me miraba buscando algún gesto de reconocimiento, ahí era cuando yo movía mis dedos en una débil señal de respuesta, ella sonreía, y continuaba hablando.

Otra visita agradable era la de una chica de castaños cabellos, aunque me tardé un poco en recordar su nombre, finalmente escuché a alguien llamarla Agnes, refrescando mi memoria. Ella solía llegar con un montón de imágenes que acercaba a mi rostro, mientras hablaba sin parar. Finalmente comprendí que eran libros de cuentos infantiles que me narraba y explicaba. Encontré placer en las historias cuando empecé a entenderlas, por un momento podía salir de esta horrible habitación de hospital, de la cárcel de mi mente, y viajar a otros lugares.

Cupido por una vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora