Administré los antibióticos bajo la atenta mirada de Hades. Mis manos temblaban, y Hambre podía percibir mi nerviosismo, con su sexto sentido animal.
—Debería mejorar en unos días —anuncié—. Su apetito está bien, y no se ve decaído. No debes dejar que se moje, ni que realice ejercicios.
Hades asintió en su sitio.
—¿Pu-Puedo irme ya? —No quería que mi voz sonará temblorosa, pero fallé.
—Así es, eres libre.
El atractivo dios del Inframundo se acercó a mí e intentó tocarme. Retrocedí al instante, sabiendo que cualquier contacto podía hacerme cerrar otro trato.
—Tranquila, no hay engaños —aseveró—. Las amigas de mis mascotas son mis amigas, y por cierto, Artemisa te quiere muerta, así que tal vez no pase mucho tiempo antes de que volvamos a vernos. —Se detuvo a considerarlo—. Aunque también está agradecida porque ayudaste a su hermano, así que no sé en qué termine. De todos modos, no tienes de qué preocuparte, voy a preparar una habitación donde puedas quedarte y jugar con Hambre.
No había nada alentador en su discurso.
—No voy a darte las gracias por eso —afirmé.
—Lo sé, soy yo quien agradece lo que hiciste por mi cachorro, es el más pequeño de la camada —contestó. Levantó su dedo y apuntó el techo—. ¿Escuchaste? Ya vienen por ti. Será mejor que regreses. Permíteme.
Colocó su pálida mano sobre mis ojos, y aunque no pude ver, sentí que el piso se movía bajo mis pies.
—Nos vemos —murmuró la aterciopelada voz de Hades.
La oscuridad se esfumó, y de pronto, me encontré de pie en mi habitación. Estaba tan mareada que tuve que sentarme en el borde de la cama para evitar caer. Me sentía extraña, como si necesitara tiempo para acostumbrarme a mi cuerpo nuevamente.
Encontré una bandeja llena de comida junto a mí, que no tardé en devorar.
El cielo no me daba pista alguna de la hora, sin embargo por su tono, podía deducir que el amanecer aún estaba lejos. Era una buena señal. Después de tantas emociones en una sola noche, sólo tenía ganas de descansar.
Pero no, todavía me quedaba un asunto por resolver, y ese asunto estaba de pie, con los brazos cruzados, y una mirada de pocos amigos que en nada se parecía a la divertida expresión a la que estaba acostumbrada.
—Eros —dije, a modo de saludo.
Los grilletes ya no oprimían mis manos, lo que podía considerarse un avance.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Cansada —respondí.
—Viajaste dos veces al Inframundo en menos de un día, debes estarlo.
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Cupido por una vez
Teen FictionCuando Elizabeth Sagarra descubre que el hombre del cual estaba profundamente enamorada se ha convertido en su nuevo cuñado, se aferra a su mejor y más tóxico amigo; el alcohol. Perdida en sus adicciones, ofende a gritos al dios griego del amor, qui...