Capítulo 39 💘

33.2K 4.9K 3.4K
                                    

En algún momento de la noche, perdí de vista a Eros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En algún momento de la noche, perdí de vista a Eros.  Primero, estábamos hablando casualmente junto a la barra, y luego, él desapareció.

Salí detrás de él, en un idiota impulso. En realidad no había nada que quisiera decirle, pero mi relación con él se basaba en la absurda contradicción de quererlo cerca, y a la vez lejos.

Lo busqué por todo el gimnasio, pero el gran número de personas bailando en la oscuridad no ayudaba.

Frustrada, abandoné la improvisada discoteque, y caminé al campus, donde pateé el pasto con mis sandalias.

¿Era lógico pasar semanas extrañando a alguien, y al verlo, solo sentir deseos de golpearlo? Quizás no, pero así era exactamente como me sentía.

—Estúpido, estúpido, estúpido Eros —reclamé.

Y entonces, apareció frente a mí, usando esa túnica griega que remarcaba sus músculos, y me hacía perder el sentido.

—Oh, cierto.  Olvidé que tú solo apareces cuando te ofenden —escupí.

—No es verdad, también vengo cuando me necesitas —dijo.

—Entonces vete, no te necesito —espeté.

—Pero me ofendiste.

Ninguno de los dos se rió.  Me acerqué a él con los puños levantados e intenté golpearlo, pero él sostuvo mis muñecas en el aire, impidiendo que lo tocara.

Había tomado un vaso de cerveza en la barra, y era suficiente para volverme un poco las violenta y errática.

—Entiendo, te desapareces dos semana, sin dar explicaciones, y luego regresas, porque repentinamente recuerdas que todavía tienes a una humana atada a un absurdo pacto contigo —acusé.

—No, Liz.  Tuve cosas que hacer, asuntos de dioses —explicó.

—Oh, bueno —espeté, cruzándome de brazos.

Una mortal como yo jamás entendería de trámites divinos.

De pronto, Eros me abrazó, ahogando todas mis quejas.

—También te extrañé —murmuró.

Guardé silencio, sorprendida por el repentino gesto, y cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, me zafé violentamente.

—Yo no te extrañé —repuse—.  Solo no me gusta que me dejes sola, por tu culpa lo estoy pasando bastante mal.

—Me di cuenta, hoy te veías bastante desdichada cuando ganaste el primer lugar —señaló.

—Gané el primer lugar porque el vestido es increíble, no porque mi vida sea feliz —espeté.

Los ojos de Eros descendieron por la delicada tela que me cubría, su mirada era tan potente que por un momento me sentí desnuda frente a él, y retrocedí.  Eso pareció hacerlo razonar.

Cupido por una vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora