Nuevo hogar

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El agente Blake, Brooke y Bruce llevaban un buen rato esperando a que les diesen los resultados de las pruebas. A pesar de tener la certeza de que aquella adolescente era suya, Bruce pensó que era mejor hacerse las pruebas. Los alrededores del hospital se habían llenado de periodistas ansiosos por saber algo sobre el por qué de que Bruce Wayne hubiese al hospital
El médico que les atendió les dijo que en un par de horas tendrían los resultados. Así que después de que Bruce comprase la prensa en un pequeño kiosco que había dentro del edificio, decidieron ir a la cafetería del hospital a esperar. Al llegar, se sentaron en una mesa que estaba al lado de un ventanal y un poco alejada del resto para que nadie les molestara. Poco después, pidieron algo para beber. Un café para Bruce; una Coca Cola para Blake; y por último, una botella de agua para Brooke.
-No hablas mucho, ¿verdad? -preguntó Bruce dándose cuenta de que la chica no había abierto la boca desde que se habían sentado, hacía ya alrededor de una hora-.
Brooke negó con la cabeza nerviosa. Nunca había hablado mucho; y desde lo de su madre, hablaba aun menos.
-Ya... -dijo Bruce mientras cogía el periódico y lo abría por la mitad-.
-Cómo pasa el tiempo... -murmuró Brooke mientras leía el titular de la prensa-.
Bruce miró extrañado a Brooke. No entendió a lo que se refería hasta que vio que la chica miraba con interés la portada. Cerró el periódico marcando con un dedo la página por la que estaba y leyó el titular: "Se cumplen 8 años de la desaparición de Batman". Bruce releyó sorprendido el titular. Si no le fallaban las cuentas, estaban a 27 de junio. Sí, efectivamente hacían ya 8 años que no se ponía el traje de murciélago...
-Por fin hablas..., creía que te había mordido la lengua el gato -bromeó el agente Blake-.
Brooke sonrió.
-Odio a los gatos -comentó la chica-.
Los dos hombres rieron.
-¿Te gusta Batman? -preguntó Bruce volviendo al tema de la portada-. Ya sabes, la portada...
-Sí, mi madre solía decirme que era como un pequeño murciélago porque siempre llevaba una capa como la suya -recordó la chica con una sonrisa-. Nunca me he creído eso de que mató a Havey Dent -admitió mientras se ponía algo más seria-.
Bruce sonrió. En este momento deseaba con toda su alma que los resultados de las pruebas dijesen que Brooke era su hija. Daba gusto saber que no todo el mundo había abandonado a Batman.
-Vaya, debes ser la única que no lo piensa, ¿no te importa lo que piense la gente cuando les dices que crees que Batman es inocente? -preguntó Bruce-.
-Si me importase lo que la gente piensa de mi, no sería la misma Brooke de ahora -respondió la chica con rotundidad-.
Bruce asintió sorprendido y continuó leyendo el periódico.
-Brooke, ¿te has enterado de lo de Negrix? -le preguntó esta vez Blake a la chica-.
-Capturó a los ladrones de un banco, ¿no? -se cercioró Brooke de que estaba bien informada-. Sí, en el orfanato no se hablaba de otra cosa.
-¿En el orfanato? Pensaba que te podrías haber enterado por ella... ¿Acaso ya no sois amigas?-dijo Blake intentando sacarle información a la chica sobre la misteriosa superheroina-.
Bruce levantó la vista del periódico temiendo haber oído mal. ¿Ella conocía a Negrix? Brooke, por su parte, miró mal a Blake; no le gustaba que hablasen de eso en público.
-Agradecería que no hablases de eso aquí. Te pueden oír -regañó la chica al agente-. Y he de aclarar, que Negrix no es más que una simple conocida... -murmuró Brooke mientras miraba por la ventana-.
Bruce quería averiguar más sobre la extraña amistad que mantenía su posible hija y Negrix, la nueva superheroina de Gotham. Pero el agente Blake dijo que ya era hora de marcharse para recoger los resultados, así que a Bruce tendría que esperar a otro momento.
Los tres se levantaron de la mesa, y tras pagar lo que habían tomado, se dirigieron por los pasillos del hospital a la consulta. Caminaron en silencio, hasta que llegaron. Allí, el agente Blake preguntó si ya podían recoger los resultados y el médico le dio un sobre. Después, Blake se acercó a Bruce y a Brooke.
-Creo que no me corresponde abrirlo a mi -dijo mientras le entregaba el sobre a Wayne-.
Bruce asintió y se dispuso a abrirlo. Sacó una hoja y la leyó bajo la atenta mirada de Brooke y del agente Blake. Al terminar, una sonrisa se dibujo en su cara.
-Brooke, bienvenida a la familia.

Tras confirmar que Brooke era su hija, firmar papeles en el orfanato y recoger del mismo edificio algunas pertenencias de la chica; Bruce la llevó a casa. Le había pedido a Alfred que le dejase el coche por si acaso se retrasaban, así que fue él quien condujo. Bruce miró de reojo a Brooke con una sonrisa, mientras que ella miraba sorprendida el coche.
-¿Te gusta? -preguntó Bruce-.
-Sí -respondió Brooke con una sonrisa-. Es la primera vez que montó en un coche como este...
Bruce volvió a sonreír. La verdad es que quería preguntarle a Brooke sobre Negrix, pero no sabía cómo. Hacerlo directamente le parecía un poco brusco, pero tampoco quería irse por las ramas...
-Antes, cuando estábamos en la cafetería del hospital, oí decir al agente Blake que conocías a Negrix -comenzó a decir Bruce-, es posible que no quieras hablar de eso ahora, y si es así lo entenderé, pero...
-Sí, sí que la conozco -le interrumpió la chica mientras miraba por la ventana-.
Bruce la miró un instante. Parecía estar nerviosa y molesta a la vez. Quizá no era ese el momento indicado para habérselo preguntado.
-No debería habértelo preguntado... -se arrepintió el hombre-.
-¿Qué? No, qué va. Sólo es que no me lo esperaba -se apresuró a explicar la chica-. Es verdad que la conozco.
-¿Y de qué la conoces? -preguntó Bruce algo más tranquilo-.
-Le he hecho algún favor, simplemente eso.
El hombre frunció el ceño. En las pocas horas que llevaba con la que ahora era su hija, le había parecido una de las chicas más misteriosas que había conocido. Bruce quería seguir hablando de eso, pero habían llegado a casa.
Aparcó en la puerta y los dos se bajaron del coche. Brooke se acercó al maletero dispuesta a bajar su maleta y su mochila, pero Bruce fue más rápido y lo cogió él.
-Bruce, no tienes porqué hacerlo. Son mis cosas -intentaba convencer Brooke al hombre, quien la miraba divertido-.
-Las llevo porque quiero ayudarte -se defendió Bruce, quien caminaba hacia las escaleras de la entrada-. Y por cierto, para ti soy papá, no Bruce.
Brooke se puso un poco nerviosa con lo último que dijo Bruce. Nunca había llamado a nadie "papá" y el poder hacerlo ahora le resultaba raro. Brooke se giró mientras buscaba con la mirada a Bruce, pero antes se topó con la gran casa que tenía delante. Era enorme y preciosa.
Brooke se quedó unos segundos observando la casa, hasta que se dio cuenta de que su padre la miraba desde la entrada con una mueca divertida. Corrió hasta la puerta y le cogió su mochila a Bruce, quien se lo recriminó con la mirada mientras que ella se encogió de hombros. Brooke esperaba que Bruce sacase un fajo de llaves y abriese la puerta; pero en cambio, un hombre mayor y ataviado de un elegante traje les recibió.
-Buenos días, Alfred -saludó alegremente Bruce mientras entraba en la casa-.
-Buenos días, señor -dijo amablemente Alfred-. Vaya, parece que tiene compañía.
-No sólo eso, también forma parte de la familia -informó Bruce mientras abrazaba a Brooke por los hombros-. Le presento a mi hija, Brooke.
-Encantado, señorita. Alfred, para lo que desee -se presentó el hombre haciendo una pequeña reverencia-.
-Igualmente, gracias -dijo Brooke con cortesía mientras sonreía-.
Tras las presentaciones, Alfred acompañó a Brooke a la que sería su habitación. La chica se empeñó en llevar su mochila, pero Bruce le dijo que Alfred llevaría la maleta. La chica y el mayordomo subieron por las escaleras del hall al segundo piso de la casa.
Brooke miraba todo maravillada. Nunca había visto una casa tan espectacular, y mucho menos pensó que llegaría a vivir en ella. Alfred era muy amable y durante el trayecto le contó algunas cosas sobre la casa. Recorrieron el pasillo y llegaron hasta una puerta que se encontraba al final del pasillo. Alfred sacó una llave y la abrió.
Era una habitación bastante amplia. Las paredes estaban pintadas de blanco. En ella había una cama con una colcha azul, una mesilla con una lámpara y un despertador, una cómoda con un espejo encima, un escritorio con un ordenador, y por último, una estantería.
-Espero que le guste su habitación, señorita -dijo amablemente-.
-Es genial -dijo con una sonrisa Brooke-.
-¿Quiere que le ayude con el equipaje?
-Prefiero hacerlo sola, pero gracias.
-Bien, pues si necesita algo, avíseme.
Alfred se fue de la habitación dejándola sola. Brooke cogió la maleta y la subió a la cama. Tras colocar toda la ropa en la cómoda, se dispuso a abrir su mochila con cuidado. Y con cuidado sacó de la misma un traje azul con una raya negra que pasaba desde el hombro derecho hasta el pie derecho haciendo una especie de zigzag.
Pero ese no era cualquier traje. Era el de Negrix.

Mientras en el salón...
Tras acompañar a Brooke a su habitación, Alfred había ido al salón, en donde supuso que estaba Bruce. Y no se equivocaba: se encontraba sentado en uno de los sillones mientras observaba el paisaje que se veía desde uno de los ventanales.
-Es idéntica a su madre -comentó sin quitar la vista del ventanal-.
-Sí, excepto los ojos, que son como los suyos -apuntó Alfred mientras se acercaba al joven-.
-Cuando la vi en la entrada del hospital pensé que era Juliet -volvió a hablar Bruce, pero esta vez mirando a Alfred-. No soporto la idea de que ella ya no este aquí...
-Pensé que esa etapa de su vida esta cerrada, señor. ¿Sabe qué le pasó?
-No, el agente Blake no me lo contó y no he querido presionar a Brooke.
-Entiendo. ¿Y qué hay de Brooke?¿Sabe algo de ella?
-¡Conoce a Negrix! -exclamó aun sorprendido Bruce-.

La hija de BatmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora