El homenaje a Harvey Dent

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Brooke se levantó tarde. El tema del Joker y de Bane se alargó más de lo que pensaba. Tenía que reconocer que no se esperaba que Batman apareciese. Sabía, por lo que había escuchado hacía unos días en la Batcueva, que tenía pensado volver, pero no esperaba que fuese tan pronto. En ese momento se encontraba desayunando cuando entró Bruce adormilado y aún en pijama.
-¿Una noche complicada? -bromeó Brooke al ver la pinta que llevaba su padre-.
-No sabes cuánto... -dijo él mientras se sentaba en una silla y esperaba a que Alfred le sirviese el desayuno-.
Tras servirle el desayuno, Alfred se acercó a la encimera y cogió el periódico, el cual puso en la mesa cuidadosamente. Brooke lo cogió y leyó el titular.
-"Vuelve el Caballero Oscuro, ¿se unirá a Negrix para salvar a Gotham del Joker y Bane?"
-Periodistas, siempre intentando sacar noticias de donde no las hay... -bufó Bruce-.
-Bueno, ¿quién dice que no tengan razón? Quizá Batman y Negrix podrían llegar a un acuerdo -propuso la chica-.
-Señor, lo normal es que le de la razón a usted, pero creo que esta vez la tiene la señorita Wayne -comenzó a decir Alfred mientras Brooke ponía los ojos en blanco por como la había llamado-. Si Batman fuese listo, trataría de buscar la forma de aliarse con Negrix.
Bruce rodó los ojos.
-¿Y por qué crees que es tan importante que Negrix se alie con él? -preguntó algo molesto Wayne-.
-Porque ella conoce mejor el panorama actual del Joker, además de Bane -respondió con rotundidad el mayordomo-.
Bruce resopló dando por terminada la discusión y se centró en su desayuno. Brooke continuó leyendo el periódico mientras que Alfred limpiaba los utensilios que había utilizado para preparar el desayuno. El mayordomo, al recordar algo, se giró con rapidez hacia Bruce.
-Señor, esta mañana llamó el catering preguntando sobre la hora en la que debían venir. Me tomé la libertad de decirles que estuvieran aquí a las siete para tener todo organizado.
-Me parece bien -aprobó asintiendo Wayne-.
Brooke frunció el ceño.
-¿Qué catering? -preguntó extrañada-.
-¿No te lo había dicho?Vaya despiste... -se recriminó Bruce-. Esta noche hay un homenaje a Harvey Dent y se celebrará aquí, en casa.
-¿Harvey Dent? -volvió a preguntar la chica-.
-Harvey Dent fue un fiscal que luchó contra los corruptos de la ciudad -le explicó Alfred-.
La adolescente sólo asintió, pero cinco segundos después abrió mucho los ojos.
-Será un acto formal, ¿verdad?Habrá que ir arreglado... -esperó a que alguno de los dos asintiese para continuar hablando-. Yo no tengo ningún traje decente -dijo apenada-.
-No se preocupe, señorita Wayne. Me tomé la libertad de buscarle un vestido -informó el mayordomo-. Se encuentra en su dormitorio.
La chica le sonrió en forma de agradecimiento y se levantó de su asiento dispuesta a ir a ver el vestido. Pero antes de salir de la cocina le recordó a Alfred que dejase de llamarla señorita Wayne, a lo que él sólo sonrió.
Subió las escaleras y caminó por el largo pasillo que le llevaba hasta su habitación. Cuando llegó, abrió con cuidado la puerta y entró. Y en su cama pudo ver el vestido del que le había hablado Alfred. Era rojo, palabra de honor y tenía brillos. Junto a él, unos tacones rojos. Los levantó para mirar el número. Sí, eran un 38.

Brooke se encontraba en el centro de Gotham. Había convencido a su padre de que le dejase ir diciendo que le hacían falta un par de cosas para el acto de esa misma noche. Caminaba por uno de los barrios más pobres. Las fachadas de los edificios, tan sólo cubiertas por ladrillos rojos, estaban descoloridas y sucias, al igual que el suelo. La ropa tendida en algunas ventanas se mecía ligeramente por el aire. Había varios coches aparcados a lo largo de la calle, pero apenas había gente en ella. No era la primera vez que Brooke andaba por esa calle, pero era como si lo fuera.
Al llegar al edificio donde vivía su amiga, se cercioró por, al menos, decimoquinta vez de que nadie la seguía y entró en él. Por fuera era idéntico que el resto y algo le hacía suponer que por dentro también. El vestíbulo tenías las paredes cubiertas de un verde oscuro que hacía que la estancia en él fuese de todo menos acogedora. A la derecha del vestíbulo, una solitaria portería custodiaba la sala. A la izquierda, nueve buzones a punto de estallar cubrían la pared. Y en frente de ella, una destartalada escalera de madera.
Comenzó a subir hasta el segundo piso del edificio. Podía oír como un hombre y una mujer discutían acaloradamente. Y curiosamente provenía del lugar al que ella iba. ¿En qué lío te has metido ahora, Selina?, se preguntó enfadada Brooke. Selina era morena, con los ojos negros, al igual que el pelo. Era esbelta y bastante guapa, lo que provocaba que muchos estuviesen tras ella. Pudo oír como el hombre gritaba que alguien le había robado su reloj y su cartera mientras otra voz femenina, que no era la de Selina, decía que él no hacía nada allí. La chica aceleró el paso y llegó lo antes que pudo al segundo piso.
-¡Devuélveme mi reloj y mi cartera! -chilló el hombre-.
Brooke vio la puerta de la casa de Selina abierta, con la chica apoyada en el alféizar de la misma y al hombre chillando a otra joven rubia, Jane. La adolescente se acercó al hombre por la espalda y giró su brazo haciéndole gritar de dolor.
-Te aconsejaría que te fueras ahora mismo de aquí -le susurró Brooke-.
El hombre, se giró asustado y se apresuró a bajar las escaleras en busca de la salida. Por lo que pudo ver Brooke, era bajito, gordo y aparentaba tener unos 40 años. Llevaba puestos unos vaqueros roídos, una camiseta con unos cuantos lamparones y una chaqueta vieja.
-Lo haces una vez más y llamo a la policía, ¿entendido? -avisó Brooke a la chica rubia-.
-Vete al carajo -respondió de mala gana esta mientras se alejaba un poco de la puerta-.
La adolescente fulminó con la mirada a la joven y segundos después le hizo un gesto a Selina para que entrase dentro de la casa. El apartamento no era muy grande, pero si organizabas todo bien no tenía porqué haber problemas. Aunque cabe resaltar que Selina no era una chica ordenada.
-Deberías deshacerte de ella -aconsejó Brooke a la chica morena-, te puede meter en serios problemas.
-Ya hemos hablado de esto antes, Brooke -recordó Selina mientras doblaba una camiseta-.
-¡Y aun así no pareces entenderlo! -exclamó enfadada la más joven de las dos-. Selina, tan sólo intento preocuparme de ti.
-Pues no haces falta que lo hagas más.
-¿Ah, no?¿Entonces no quieres saber para qué he venido?
Selina miró recelosa por un instante a Brooke. Después le hizo un gesto para que continuara.
-Te he conseguido trabajo para esta noche -comenzó a explicar-. Serás camarera en el acto que se celebrará esta noche en nombre de Harvey Dent en la mansión Wayne.
A Selina se le encendieron los ojos, dejó de lado la ropa que estaba doblando y centró toda su atención en su amiga.
-No pagan mal y no es muy difícil -continuó hablando Brooke-. Bruce ha contratado un catering, pero no creo que se den cuenta de que sobra alguien en el personal. Eso sí, debes ir arreglada, preferiblemente de negro -estaba ya girándose para irse cuando recordó algo-. Jane no puede venir, y por supuesto, que no se te pase por la cabeza robar.

Brooke estaba terminando de prepararse cuando el timbre de la enorme mansión Wayne sonó por primera vez. Alfred llevaba desde hacía un par de horas dando órdenes a los asombrados camareros del catering, que miraban todo como si de una alucinación se tratase. La chica tenía que reconocer que no podía evitar sonreír cada vez que se lo topaba por el pasillo, le recuerdan a ella el día que llegó a allí.
Terminó de maquillarse y se acercó al espejo. La verdad es que no se veía mal vistiendo tan elegante. Lo único que no soportaban eran esos odiosos pendientes. Se apuntó mentalmente quitárselos en cuanto pudiera y salió del dormitorio, no sin antes echarse el último vistazo. Cerró con cuidado su puerta y comenzó a caminar por el gran pasillo que separa su habitación del hall.
Al llegar a las escaleras, comprobó que la casa empezaba a estar llena de gente. Personas con dinero y sonrisas falsas en los estilizados rostros, a las cuales no conocía todavía y ya no soportaba. Brooke cogió aire y se dispuso a bajar al piso de abajo. Varias miradas se percataron de su presencia y comenzaron a mirarla con descaro. Al llegar, miró un momento al suelo, esbozó una pequeña sonrisa y levantó la vista al frente.
Pocos segundos después, toda la sala se dio cuenta de su llegada y comenzaron los susurros y las miradas clavadas en su nuca. Brooke lo ignoró lo mejor que pudo y se dispuso a salir del hall y a salir al jardín, donde se encontraba la carpa en la que se celebraría el acto. "Los peces gordos de Gotham, siempre fisgoneando todo", pensó Brooke mientras ponía los ojos en blanco y salía de la mansión.
Caminó por el sendero de tierra que conducía hasta su destino. Por el camino se encontró a algún que otro invitado buscando la entrada a la casa para ir al baño, dejar los bolsos o simplemente para echar un vistazo. La verdad es que se preguntaba dónde estaría su padre en ese momento. Le prometió no dejarla sola en ningún momento del homenaje y no estaba cumpliendo.
Al llegar a la carpa, pudo ver como muchas sillas orientadas hacía un improvisado escenario seguían aun vacías. En el escenario había un atril con un micrófono al lado y detrás una foto bastante grande de un hombre rubio, el cual supuso que era Harvey Dent. Y a un lado, dos hombres conversaban alegremente, uno de ellos era el agente James Gordon y el otro Bruce. Su padre, al verla, le hizo un gesto para que se uniera a ellos.
-Vaya, pensaba que te había perdido por la casa -bromeó Bruce mientras le abrazaba por el cuello, Brooke arqueó una ceja-. Agente Gordon, le presento a mi hija.
-Creo que ya nos conocemos -comentó con una sonrisa el comisario mientras le extendía la mano a la chica-. Un placer volver a verla de nuevo, señorita Wayne.
La chica aceptó el saludo con una sonrisa.
-El placer es mío. Pero llámeme Brooke, si es tan amable -añadió Brooke cuando hubo soltado la mano del hombre-.
Brooke se quedó un rato conversando con los dos hombres. Tenía que reconocer que el agente Gordon era un buen hombre, nunca esperó encontrárselo aquí si no fuera porque su padre le había explicado aquella mañana que él también conoció al homenajeado.
Cuando comenzó a llegar gente Brooke se sentó en una de las sillas del fondo a pesar de los esfuerzos de su padre por que se sentará al principio de la carpa. Lo más seguro era que las primeras filas fueran las más fotografiadas y ella no quería ser pasto de periodistas al día siguiente.
El acto había terminado, y Bruce se disponía a subir al piso de arriba para irse a dormir. Según tenía entendido, Brooke se había ido a su dormitorio. Así que decidió ir a despedirse de ella. Terminó de subir las escaleras y se dirigía al cuarto de su hija cuando vio que una de las puerta estaba entreabierta. Con el ceño fruncido, se acercó a ella con cuidado y entró sigilosamente.
Al principio pensó en algún invitado extraviado, pero se sorprendió al ver a una chica de espaldas mirando dentro de un cajón de un armario, en el cual se encontraba una caja fuerte.
-¿Qué esta haciendo aquí? -preguntó Bruce con brusquedad-.
La chica se giró exaltada y se levantó mientras quitaba las arrugas de su vestido negro. Era joven, con la piel pálida y los ojos negros, al igual que el pelo. Si no le fallaba la memoria, la había visto trabajando con el catering. Pero lo que más le llamó la atención fue el collar que tenía alrededor de su cuello. Perlas blancas, idéntico al de su madre.
-Perdone, señor, un invitado se había quedado fisgando por aquí y sólo trataba de asegurarme de que todo esta en orden -intento disculparse la chica-.
-Creo que el deber de ver si está todo bien es mío, señorita -dejó claro Bruce, que se acercó a la caja fuerte para comprobar si realmente aquella chica había robado ese collar-. ¿Sabe qué hacía ese supuesto invitado por aquí?
-No, y como ya ha dicho usted antes no es mi incumbencia -dijo la chica mientras hacía el amago de irse-. Ahora, si me disculpa...
Pero el hombre fue más rápido.
-Está cámara fuerte ha sido abierta y en ella poseía un preciado collar que fue de mi madre. Curiosamente es idéntico al que usted lleva puesto.
La joven, aparentemente asustada, se acercó lentamente a la ventana, la cual estaba abierta.
-Siento decirle que eso no es de mi incumbencia -repitió de nuevo la chica antes de tirarse hábilmente por la ventana-.
Bruce se acercó rápidamente a la ventana, pero la chica había desaparecido. Cerró la ventana y volvió a examinar la caja fuerte. No sabía el qué, pero algo le decía que aquella joven no sólo quería el collar.

La hija de BatmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora