La guerra comienza

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Bruce y Fox entraron en la guarida de Batman que utilizaba el primero durante su temporada fuera de la Mansión Wayne, cuando esta estaba siendo reparada tras un incendio que sufrió. Tenía las paredes y el suelo grises, y estaba aparentemente vacía. Pero tenía truco. Uno de las paredes tenía un cajón que era casi imperceptible y que si se empujaba, de él salía una estantería con todo el material necesario para ese momento. Esa estantería tenía a su vez otro botón que al pulsarlo hacía que de una baldosa cercana saliera otra estantería, esta con el traje de Batman. El resto de objetos que un día pudo tener ese sitio fueron quemados hacía ya años. Bruce y Alfred los quemaron con la intención de proteger a todo aquel que saliese en los documentos sobre la compra de material para el traje y las armas de Batman.

Bruce caminó por la gran sala hasta la pared indicada y la empujó ligeramente. Sonó un click y de ella salió una estantería. Fox le siguió.

-Si me acercó a Bane o a la bomba el que tiene el detonador lo accionará -dijo Bruce-.

-No utilizarán una radio ni un móvil, demasiadas interferencias... Los infrarrojos no tienen tanto alcance -explicó Fox-. Tendría que usar una microráfaga, onda larga.

-¿Podrías inhibirla?

-Sí, pero necesitaré el cañón de pulso electromagnético guiado del Bat -respondió el hombre de piel oscura mientras cogía un maletín con material que necesitaban-. ¿Recuerda dónde lo aparcó?

Bruce rodeó la estantería, miró a Fox levantando ligeramente las cejas y se acercó a la estantería del traje.

Más tarde, se encontraban los dos en la azotea de uno de los edificios de Gotham. Bruce había montado una especie de garaje para el Bat. Fox lo examinó hasta que encontró lo que necesitaba y se dispuso a cogerlo.

-¿Va bien? -preguntó Lucius refiriéndose al funcionamiento del Bat-.

-Sí, incluso sin el piloto automático. Gracias -agradeció irónicamente Bruce desde la otra parte del aparato-.

-Piloto automático -repitió el hombre riéndose-. ¿Y para qué está usted?

Cuando cogieron lo que necesitaban, se fueron cuanto antes del lugar para continuar con su plan.

Tras escaparse de las garras de Bane, Brooke sobrevoló la ciudad en busca de un refugio donde poder descansar un poco. Uno de los mercenarios al intentar cogerla le había hecho una herida en el brazo y le dolía. Estaba agotada y tenía que descansar si quería estar bien para luchar contra Bane cuando la bomba fuese a explotar. Pensó en ir a la Mansión Wayne, pero si su padre estaba allí no la dejaría descansar con todas las preguntas que le haría. Así que aterrizó despacio en una de las azotas de Gotham.

El cielo estaba algo nublado, así que el sol no era un problema. Se sentó apoyándose en una de las vallas que impedían que la gente que subiera allí se cayera al vacío. Mientras comenzaba a tranquilizarse, recordaba aquella extraña experiencia con los sueros. Recordó como Bane le dijo al principio que aunque el suero le impidiese hacer lo que quisiera, tendría total conciencia de lo que estaba haciendo. Pero durante los últimos fue olvidando los recuerdos de cuando era pequeña y todo lo relacionado con su vida, exceptuando los momentos con Bane. A eso había que añadir el hecho de al inyectarle la última dosis, había dejado de obedecer al delincuente. Algo había salido mal en la creación del suero.

Poco a poco iban surgiendo en su mente los recuerdos cuando vivía con su madre, de cuando conoció ayudaba a veces al tío Jack en el laboratorio, de las comidas de la tía Sully, del día que conoció a Selina, y del día que descubrió que su padre era nada más ni menos que Bruce Wayne. No sabía con exactitud cuando recordaría todo, pero esperaba que fuese cuanto antes.

La hija de BatmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora