Parte 11 - Pensamientos de Alex

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Observé mis pies adoloridos. La habitación estaba callada y oscura. Tenía un ambiente tenue, pero cargado.

Decidi poner una canción en mi playlist , el nombre era Never too late, amo esa canción y sinceramente me relajaba.

Tome un baño y refresque mi memoria. Abrí las ventanas y decidí iniciar con mi día.

<< Alex ya entregué el dinero. >>

En unas horas la vi. Lastimosamente, para esas malas personas, la madre de Rachel era muy inteligente y les puso una trampa.

Ella hizó que una gran cantidad de policías vayan al lugar encubiertos como personas normales, un hombre fue por el sobre.
Los siguieron, dieron con el punto y rescataron a las chicas.

Mis días sin Rachel habían sido los peores.

- Amor, te eche de menos. Dime, ¿qué necesitas? ¿te encuentras bien?.
- Tranquilo cariño, aquí estoy si?
- Está bien.

La abracé como nunca, es que es inexplicable. Rachel me enseña poco a poco como disfrutar la vida y sentir cada momento, segundo e instante que puedo vivir de ella. Me hace sentir libre y por eso la quiero.

Ese día decidí quedarme con ella en su habitación. Ella estaba recostada en mi pecho, la sentía cómoda. Sentía el aroma de su cabello, olía como a frutas y eso, sinceramente, me relajaba aún más.
Ella se quedó quieta por un segundo.

- ¿Qué pasa?
- Shh, no hagas ruído -dijo bajito.
- ¿Porqué?
- Déjame oír.
- ¿Oír? -pregunté.
- Sí, tu corazón. Amo oír tus latidos, sabes?
- ¿Porqué?
- Me hacen sentir bien.

La observé y en sus ojos pude ver ese brillo que toda chica tiene cuando es feliz. Le di un tierno beso en sus labios y sonrió.
Sinceramente, no sé que haría sin ella.

- Te quiero -susurró.
- No sé qué haría sin ti -dije con total sinceridad. Porque es cierto, ella me hace sentir como nadie puede llegar a hacerlo.
- Me tienes, no me pierdas- dijo.

Imaginé que sería perderla. Sin duda fue el peor de mis pensamientos.

- Cuando era niño siempre quise que alguien me haga sentir como solo tú lo sabes hacer.
- ¿Ah si?
- Sí. No me abandones nunca por favor.
- No lo haré si prometes que tampoco lo harás.
- Lo prometo.
- Lo prometo.

Esa noche ambos prometimos jamás abandonarnos. Cruzamos los dedos y fue para mi una promesa eterna.

Cuando menos lo esperé el sol ingresaba por la ventana, caía en mis ojos y ella estaba a mi lado, abrazada a mi.
La veía dormir y era para mi un privilegio, se veía tan serena...

Y inició a abrir los ojos lentamente, poco a poco, arrugó su nariz porque el sol le molestaba.

- ¿Porqué me ves así? -preguntó.

- Me gusta como duermes- y enserio lo disfrutaba- posiblemente me iría a dormir antes que tú solo para observarte dormir.

- Amor no digas eso. Tú duermes como un niño abrazado a mi. Sabes? No me dejabas descansar bien porque tu brazo me aplastaba el estómago - se echo a reír y me hizó sentir avergonzado.

- Perdóname, eres cómoda y no podía ni queria soltarte.

- Cariño ya vuelvo.
- ¿A dónde vas?
- Ya verás.

Cuando salió por la puerta me dejó pensando. Tardó unos largos minutos y ya la echaba de menos otra vez. No sé que ha hecho conmigo, me tiene rendido a ella y sobre todo hechizado con su personalidad.

- ¡Tadan!- dijo y me hizó saltar de la cama.

Se olia fuerte el aroma al café, me relajaba tanto como ella y me sentía bien.

- Amor, buenos días. Esto es para ti.

Acercó la bandeja y vi que había una taza de café, unas flores y unas tostadas untadas en mantequilla. Sin duda la mejor manera de iniciar mi mañana era con ella y con su sonrisa.
Le di un beso en su frente y le agradecí por esto.

- Gracias, preciosa.
- Denada. Ah,pero tú lavas los trastes.
- Pero amor -refunfuñe.
- ¿Lo harías por mi? -¡qué no haría por ella!-
- Está bien cariño, solo porque me lo pides tú.

Probé las tostadas y mmm... estaban deliciosas.

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