22. Demonios

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—Eres Elena Gilbert, ¿cierto?— cuestionó aquella mujer rápidamente.

—¿Nos conocemos? Porque nunca antes te había visto...— respondió la castaña, sentía que algo malo estaba por pasar y que esta mujer no era de fiar, así que cuidadosamente tomó su navaja que guardaba en la parte trasera de sus jeans.

—Finalmente te encontramos...— declaró.

Al verla un instante fijamente a los ojos, estos se habían tornado totalmente negros y una sonrisa malévola se formó en el rostro de aquella mujer. En ese momento la cazadora supo que era momento de atacar, rápidamente tomó su navaja e intento clavárselo en la yugular pero como si está supiera las intenciones de la castaña, con un simple movimiento de manos, aventó la navaja de la chica al otro extremo del baño. 

—Buen intento, cielo y sobretodo que valiente de tu parte querer enfrentarme— manifestó burlonamente, enseguida con otro movimiento de manos, arrojó a Elena al otro extremo de la habitación y la estampó contra la pared con una increíble fuerza, tanto que le impedía moverse. 

—¿Qué clase de bruja eres?— cuestionó la morena. 

La mujer simplemente soltó una sonora carcajada. 

—¿Acaso tus queridos amigos, los Winchester, no te han hablado de nosotros?— reprendió a lo que Elena negó con la cabeza temerosamente. —No soy una bruja, niña estúpida, soy un demonio— confesó tornando sus ojos nuevamente a ese color negro. —Vamos... si sabías de la existencia de otras criaturas sobrenaturales, ¿cómo no sabías de nosotros?— reclamó irónicamente. 

—P-Pensé, p-pensé, pensé que solo eran un mito...— articuló temerosamente la cazadora.

—Pues ya vez que no lo somos...

—¿Por qué me buscan?— interrumpió la castaña.

—Porque eres la doppelgänger Petrova y necesitamos tu sangre para realizar un hechizo— reveló el demonio. 

—¿Para qué?— insistió la chica. 

—Para liberar a Lucifer de la jaula...— enunció la mujer. 

Al escuchar el nombre de Lucifer, la piel de la morena se erizó. Tenía mucho miedo, sobretodo por enterarse que los demonios y el mismísimo Lucifer realmente existían.

De repente, un gran humo negro emanaba de la boca de aquella mujer y se dirigía hacía ella. Trató de resistirse pero lamentablemente el humo logró entrar en ella y enseguida cayó al suelo sin tener control absoluto de su cuerpo. Sus ojos se tornaron completamente negros, el demonio había tomado posesión de la cazadora. Pero al escuchar las voces de los Winchester, se levantó rápidamente y escapó por la ventana que daba a la calle.   

Claramente al entrar, los Winchester solo vieron a la mujer inconsciente en el suelo y la ventana que daba a la calle, abierta.

—¡Mierda, mierda, mierda!— maldijo desde sus entrañas Dean. —Vamos Sam, tenemos que encontrar a Elena...— ordenó el ojiverde.

—Aguarda Dean...— susurró el de la cabellera larga. 

Sam se acercó a la ventana y vio un rastro de azufre en él.

—Azufre...— vociferó el pequeño Sammy. 

—Un demonio la tiene...— aseguró el de menor altura. —...tenemos que encontrarla— recalcó desesperado y angustiado. 

—Espera un segundo Dean. No tenemos ni la más mínima idea de donde podría haber ido— reprendió el Winchester menor. 

—¿Y qué sugieres que hagamos, Sam?— reprimió un Dean enojado y dominado por la desesperación. 

Salvation «Dean Winchester»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora