Capítulo XI

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Muy despacio, Edrick la atrajo más a su cuerpo y la pegó por completo a él, Sophia no se resistió, al contrario, se dejó llevar y la intensidad de aquel contacto, cobró más fuerza, envolviéndolos en una atmósfera tan distinta a lo que alguna vez sintieron, aquello era indescriptible, insoportable, sensacional y único, se besaron con profundidad, con un deseo inigualable donde disfrutaron cada milímetro de sus labios, donde suspiraron llenos de exquisitas sensaciones, donde sus respiraciones eran irregulares e inestables e incluso así, se negaron a separarse. Sin previo aviso, él la sujetó de los muslos, logrando así que las piernas de ella quedaran alrededor de su cintura, la acorraló contra la pared y la besó con ferocidad, pero con una sutil delicadeza, que a Sophia volvió loca. Ambos querían llegar a más, pasar a otro nivel, sin embargo, ninguno se animaba a demostrarlo, tanto el clima como la situación lo ameritaban, en ese momento, en ese lugar, era perfecto para que algo pasara entre ellos.

Sus manos varoniles, ágiles y suaves, se movieron por aquella diminuta cintura, viajaron luego a esos muslos torneados y blancos que lo estaban enloqueciendo, esa piel era tan suave, tersa y él se moría por recorrer y explorar cada centímetro. Sophia, literal, estaba derritiéndose entre sus brazos, rodeó su nuca con más confianza y le devolvió cada una de esas caricias. Edrick, al sentir ese toque más íntimo, le mordió dulcemente los labios provocando que un gemido involuntario y lastimero escapara de ella.

¡Damn! —me muero por hacerle el amor—pensó el magnate, sintiendo que ya no podía más con las ganas, que sus fuerzas y autocontrol, se estaban agotando. Quería hacerla realmente su mujer, necesitaba verdaderamente hacerla suya.

El estrepitoso ruido de un potente trueno los asustó e hizo reaccionar, jadeando, se observaron unos segundos a los ojos y como si estuviesen cometiendo un delito, se separaron notoriamente. En otras circunstancias, hubiese sido cómica la forma tan vergonzosa y torpe en que lo hicieron, no obstante, divertida, es lo que menos fue la situación, los dos sentían que se quemaban, que ardían en llamas.

—Yo...yo... lo... siento—tartamudeó nerviosa, abrazándose a sí misma.

Él empuñó las manos.

—No, todo esto fue mi culpa— se excusó todavía afectado.

Ambos se quedaron en silencio, pensativos, estáticos y con los pies pegados al suelo.

—Fue un impulso de mi parte—expresó Edrick, cuando estuvo más controlado—. Lo lamento, no volverá a suceder—agregó, queriendo convencerse así mismo de que sería así.

Era un imbécil, ¿cómo pudo ser tan débil? —Lo primero que estipularon en el contrato fue no involucrarse física y emocionalmente y era lo primero que estaba haciendo. ¡Maldita sea!

Sophia sintió como una baldada de agua fría sobre su cabeza. La desilusión que le siguió a eso, la abrumó y la hizo poner los pies sobre la tierra.

¿Ella había sentido todo un mundo de emociones y para él, solamente fue un maldito impulso?

—Sí, claro, por supuesto—aceptó, tratando de ocultar su disgusto—. Lo mismo me sucedió a mí—mintió y él la observó fijamente —así que, será mejor que lo olvidemos y nos limitemos a lo que estipula cada cláusula del contrato.

Ahora fue él quien experimentó una rara opresión en el pecho al escucharla tan seria y decidida. En realidad, ¿podía ser tan fría después de haberla sentido tan receptiva y apasionada entre sus brazos? ¡Carajo!, es que eso no podía ser fingido, ella lo disfrutó tanto como él, pero, simplemente parecía que todo había sido producto de su imaginación.

—Me alegra que sea así—se limitó a decir—. Es bueno que siempre lo tengamos claro, los dos— enfatizó.

—Yo nunca lo he olvidado, señor— marcó ella esa distancia, en dos días volvían a sus vidas habituales en la oficina, así que lo mejor para todos, era volver a mantener las formas—. Voy a la cocina por un vaso de agua—añadió, antes de salir de la habitación y dejarlo solo.

UNIDOS POR CONTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora