Capítulo XIV

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Luego de ese desafortunado, tenso y confuso encuentro, Sophia se recompuso, entró a su vestidor, se colocó su pijama y mientras Edrick seguía encerrado en el baño duchándose, bajó a la cocina en busca de comida, ya su estómago rugía del hambre que sentía y quedarse en la recámara a ahogarse en sus penas, no era nada tentador, aparte, no podía dejar que su esposo la viera así, porque muy seguramente, se aprovecharía de su debilidad.

—Mmmm, que rico huele esta cocina, Maggie— dijo al entrar.

—Sí, señora Paltrow—sonrío la muchacha—Grace nos pidió que preparáramos su cena, ya casi está lista.

—Qué bueno, porque estoy hambrienta y con este aroma tan rico, se me abrió más el apetito.

La joven volvió a sonreír. Le encantaba la humildad y autenticidad de su ama.

—Si gusta puede sentarse en el comedor, ya en unos minutos vamos a servirles a usted y al Señor.

—Gracias— susurró Sophia un tanto incómoda y nerviosa al recordarlo de nuevo.

Se sentó en el comedor a esperar pensativa, todavía sentía las sutiles caricias de Edrick en su cuerpo, sus ardientes besos húmedos y el calor de su piel, cerró los ojos, suspiró, lo deseaba y más que eso, ella nunca había experimentado el deseo y la pasión en esa magnitud y justo venía a sentirlo con quien menos debía, además de ello, los fuertes sentimientos que ya albergaban en su corazón y que todavía no quería aceptar. Unos minutos más tarde, él apareció, en silencio tomó asiento, no se vieron, tampoco hablaron, no fue hasta que llegaron Grace y Maggie con la cena, que ambos fingieron sonreír, sin embargo, al quedar solos nuevamente, volvieron a sumergirse en sus pensamientos.

Al terminar de comer, él inmediatamente subió a su estudio y Sophia se dirigió a una de las salas de Star, encendió el inmenso Smart TV y buscó algo en HBO MAX para entretenerse, la lluvia había cesado, pero la temperatura bajado, así que se acomodó gustosa en los mullidos sillones, se cubrió con una manta y se perdió un par de horas en la pantalla. Cuando finalizó la primera película, fue a la cocina en busca de helado de vainilla con chispas de chocolate y regresó a la sala para ver otra, no pretendía subir a la habitación y encontrarse con ese pelinegro de ojos azules y cuerpo de infarto, después de lo que había pasado.

Casi marcaba el reloj la media noche, cuando Edrick se preguntó en dónde estaría su esposa a esa hora, sigiloso bajó a buscarla, la mansión ya estaba a oscuras, a excepción del jardín que todas las noches se iluminaba y los empleados ya se habían ido a descansar. La buscó en el gimnasio, en el cine, en la biblioteca, en la sala de billar, en la cocina y en cada una de las salas, hasta que por fin la encontró, dormida, en el sillón con el plasma encendido.

La contempló de pies a cabeza, se veía tan hermosa durmiendo plácidamente, se quedó en pie unos segundos frente a ella observándola. Era tan preciosa, tan única y a la vez la sentía prohibida, podía tener a la mujer que deseaba a sus pies, pero a ella no y eso lo mataba. No lograba entender que le ocurría, pero si tenía la plena seguridad, de que cuando la tenía cerca, sentía cosas inexplicables y esas ganas de besarla, de tocarla, de abrazarla y hacerla su mujer, se intensificaban y hacían más grandes cada día que pasaba.

Delicadamente la tomó en sus brazos y la llevó de vuelta a la habitación, Sophia se removió adormilada y como si fuese consciente de su cercanía, sonrió. Él notó ese pequeño gesto y sintió su corazón palpitar más rápido, así como también, un sentimiento demasiado grande que comenzaba a surgir en su interior.

¿Cómo seguiría pretendiendo no sentir nada con ella? ¿Lograría sobrevivir lo que quedaba de ese año lejos de esa mujer y durmiendo con ella en la misma cama?

UNIDOS POR CONTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora