Capítulo XX

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Llegaron a la mansión Paltrow ya entrada la noche, ninguno se detuvo a cenar. Grace se preocupó mucho al verlos a ambos serios, adustos y, sobre todo, distantes, no había sonrisas, caricias, ni miradas de amor como los últimos días. En la habitación, cada uno se perdió en su vestidor e inclusive, tardaron más de lo necesario en salir, no querían verse, no querían estar solos, mucho menos estar cerca.

Sophia se colocó su pijama, un sencillo short y camisola de seda rojo vino a juego, se hizo una coleta alta y salió al tocador para desmaquillarse, poco le importaba que Edrick la viera así, ¿de qué servía ocultarse ya? Si la había visto como Dios la mandó al mundo, al contrario, estaba dispuesta a verse lo más segura de sí misma, lo más atractiva y sexi que pudiera, no le demostraría ninguna debilidad, a partir de esa noche, sería una nueva persona.

El pelinegro la vio y recorrió muy discretamente ese escultural cuerpo de pies a cabeza, sintió que todo dentro suyo se prendió como una llamarada, no podía evitar sentir lo que ella le provocaba, por más que quisiera controlarse, contenerse y resistirse, Sophia, le encantaba, le fascinaba más que ninguna otra, lo atraía de sobremanera y peor aún, comenzaba a convencerse de que ya no era una simple atracción, un simple gustar, no, ahora había más, mucho más.

Y para empeorar la situación, verla con esa diminuta pijama era como una provocación, no intencional, pero, carajo, ¿es que no tenía algo que le cubriera más la piel en ese maldito closet? Casi tuvo el impulso de entrar a su vestidor y buscarle algo menos revelador para dormir. ¿Cómo coño podría él descansar con una mujer así de preciosa a su lado? ¿Cómo lograría conciliar el sueño si se moría por tocarla? ¿Y cómo podía parecer tan frágil, tan sincera? Cuando claramente, se había acostado con él, para luego verse con otro hombre. Joder, joder, mil veces joder, si seguía así, la cabeza le iba a estallar.

Una vez lista, Sophia salió del baño y se recostó en su lado de la cama, apagó la lámpara de su mesa de noche, pronunció un apenas audible "Buenas Noches" y le dio la espalda. Edrick también se acomodó en su lado, la contempló unos instantes, probablemente más de lo que quería, luego igualmente le dio la espalda e intentó dormir. No pudo, tampoco ella.

Sus mentes divagaron en los pocos y hermosos momentos vividos en esa misma cama, donde ahora estaban tan lejanos como dos desconocidos. Una fuerte lluvia comenzó a azotar y arreciar contra los cristales, les seguía siendo imposible dormirse, daban vueltas, vueltas y más vueltas y nada. Sophia sofocada y un tanto desesperada por no poder conciliar el sueño, se levantó cuidadosamente creyendo que Edrick dormía, sin embargo, él estaba muy pendiente de cada uno de sus movimientos. Contempló a través de las penumbras, su exquisita silueta caminar por la recámara y dirigirse a una de las amplias ventanas, correr la cortina y posiblemente, quedarse a contemplar la lluvia. Una vez más, sintió el impulso de dejar la cama e ir tras ella, besarla, abrazarla, con todas esas ganas que por poco lo dominaban, no obstante, se contuvo, debía hacerlo, necesitaba hacerlo y para garantizar un completo autocontrol de sí mismo, tuvo que salir rápidamente de la habitación e irse a su estudio, dejando a una Sophia pasmada por su repentina salida, casi parecía que había visto la mismísima muerte y tuvo que salir despavorido.

*******

A la hora del almuerzo del siguiente día, Sophia quedó de almorzar con Sebastián, el pobre hombre estaba angustiado por ella y al menos, necesitaba una explicación, después de todo, era su amigo y la había ayudado cuando más lo necesitó. Bajó al estacionamiento donde él ya se encontraba esperándola muy caballeroso, fuera de su lujosa camioneta, tan elegante y apuesto como siempre.

Se abrazaron fuerte, al menos por parte ella, había un cariño especial, no como pareja, pero, si se sentía protegida y segura a su lado, era una verdadera lástima no haberse enamorado de él, muy seguramente, su vida sería diferente y no estaría sufriendo como lo hacía en ese instante. En cambio, Sebastián Spinster, la quería más que a una amiga y después de varios años sin verse y perder contacto, volverla a ver, había sido como una revolución a sus emociones, seguía enamorado, igual o más que antes.

UNIDOS POR CONTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora