Capitulo XXIX

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Dos meses más avanzaron, desde su encuentro en las oficinas del abogado para deshacer lo último que quedaba de su matrimonio, no habían vuelto verse, ni a tener ningún tipo de contacto y aunque para ambos fueron días difíciles y solitarios, sin duda alguna, quien se llevaba la peor parte, fue Edrick, al imaginarse a Sophia rehaciendo su vida al lado de Sebastián y con un hijo en camino, un hijo que podía haber sido de él, si no se hubiesen separado. Aquello al magnate le dolía tanto, que se sentía profundamente herido, ella había sido de otro hombre en tan poco tiempo y él en cambio, ni siquiera había tocado a ninguna otra mujer y no estaba en sus planes hacerlo, al menos no de momento.

Había vuelto a ser el mismo de antes, aquel hombre serio, quisquilloso, prepotente, orgulloso y difícil de tratar, no obstante, todos esos meses de soledad, le sirvieron para tomar una decisión muy difícil, radical y que probablemente, con el tiempo, le serviría para olvidar esa etapa de su vida que ya no quería recordar.

Ese sábado de otoño hermoso y soleado, Sophia, quien ya tenía el vientre muchísimo más abultado y notorio que antes, decidió salir a distraerse y hacer, lo que últimamente más amaba, comprar ropa para su bebé. Mientras se paseaba por cada tienda de infantería en el centro comercial y veía la posible ropa que este podría usar, sonreía emocionada, imaginando el momento en que ese pequeño ser, llegara a su vida y al fin, lo tuviera entre sus brazos para llenarle del más profundo y sincero amor.

Luego de una larga y cansada caminata, entró a la última y más grande tienda del lugar, fascinada, observó todo a su alrededor y ni siquiera sabía por dónde comenzar a buscar, hasta que, en un instante, hubo una sección en específico que captó su atención y entre tanta ropa, comenzó a escoger lo que creyó se vería más hermoso en su bebé. Estaba tan ensimismada contemplando y sosteniendo entre sus manos un bonito conjunto, que no se percató de una imponente y alta figura que se situó repentinamente justo a su lado.

—Ese está muy bonito—escuchó decir a una ronca voz y de inmediato, cada bello de su piel se erizó, sintió como un escalofrío recorrió toda su espina dorsal, era él, ese hombre que por nada del mundo podría olvidar, ese hombre que todavía amaba con cada fibra de su ser.

Alzó la vista nerviosa, tan nerviosa como la primera vez que lo vio, era bello, tan exquisito y aterradoramente perfecto ¿Cómo podría alguien olvidar a un hombre así? ¿Cómo? Imposible.

—Estás... preciosa— lo oyó susurrarle y el corazón comenzó a latirle a mil por hora, estaba tan perdida en sus ojos azules, que no pudo articular palabra alguna, apenas lograba mantenerse firme en su sitio y sin caerse de bruces.

¡Dios Santo! Iba a morir de tantas emociones que ese hombre le provocaba.

—¡Edrick! —logró decir, después de varios segundos que parecieron horas —¿Qué haces aquí? —añadió todavía conmocionada y sin aliento.

Él vaciló unos instantes.

—Estaba buscando unas cosas que me hacen falta—se limitó a decir sin dejar de mirarla.

Ella dudó al no verle ninguna bolsa en su manos y aquella coincidencia, era casi improbable, él no visitaba los centros comerciales y menos una tienda de esas.

—¿Y qué te trajo específicamente a este lado del Centro Comercial? —preguntó indiferente, fingiendo que buscaba algo entre sus cosas, cuando ni ella misma sabía lo que hacía.

—Buscaba un regalo.

—¡Ah!

Edrick la veía hipnotizado, estaba tan linda, tan sexi, tan mujer, que todo en él revolucionó con furia, quería sentirla cerca, quería tocarla, abrazarla, besarla y muchas cosas que ya nunca más podría hacerle y es que el simple hecho de pensar que ya había sido de otro hombre, era lo único que lo detenía para confesarle que seguía loco por ella. De repente y de un momento a otro, tuvo un impulso de tocar su abultado vientre, las manos le temblaban por hacerlo, aquello casi era más fuerte que él, sin embargo, se repitió una y mil veces que aquel bebé no era suyo, sino de otro y solo así pudo controlar y reprimir ese extraño sentimiento.

UNIDOS POR CONTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora