Capítulo XXIV

20.9K 1.2K 328
                                    


Llegaron a la residencia casi simultáneamente, cenaron en absoluto silencio, ambos taciturnos, pensativos y nerviosos. De vez en cuando, un fugaz intercambio de miradas, nada duradero porque ninguno tenía la fuerza suficiente para sostenerle la mirada al otro.

Apenas dieron cuatro bocados y subieron a la habitación dejando los platos prácticamente llenos. Al saberse solos, ahí, en ese silencioso y oscuro espacio, sintieron un delicioso e intenso escalofrío recorrerles la espalda lentamente. Sophia se acercó a su mesa de noche y sin dudarlo, encendió la pequeña lámpara, de inmediato sus hermosos ojos buscaron a su esposo y como dos imanes, conectaron sus miradas. Para ese momento, ya no podían evitar mirarse, el tiempo parecía haberse detenido.

Edrick permaneció inmóvil en su sitio, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón, sus apasionados ojos azules no la perdieron de vista, ni a ella, ni a su inestable respiración. Guiado por un arrebatador impulso, avanzó despacio en dirección a su esposa y contuvo el aliento cuando la notó entreabrir los labios al dificultársele respirar.

—N-No—la escuchó murmurar muy débilmente y con la voz temblorosa, mientras retrocedía.

Pasó saliva con dificultad al experimentar una fuerza sobrehumana y un deseo desmedido despertar en él. Dios, estaba trastornado por esa pequeña mujer.

Dio unos cuantos pasos más y por fin, logró llegar a su lado, decidido se plantó frente a ella y la observó con una vehemencia que la debilitó y desequilibró por completo. Con la confianza de que en esa ocasión no lo rechazaría, no perdió el tiempo, la tomó gentilmente del cuello, la acercó a sus labios y la besó. Sophia jadeó contra su boca y sin ganas de seguirse resistiendo a lo que sentía como llevaba haciendo semanas, le respondió con un beso que a él lo dejó sin capacidad de razonamiento. Descendió sus manos por sus hombros, sus finos brazos, hasta bajar a su delicada y estrecha cintura, la apretó contra su pecho y profundizó el contacto cuando ella lo rodeó por el cuello.

—E-Edrick... no—intentó rechazarlo por unos instantes.

—No te resistas, Sophia, por favor, no me rechaces— suplicó devorando su boca—. Te necesito, te deseo, te extraño—susurró con la voz ronca.

El beso fue aumentando intensidad, hasta pasar a otro nivel. Edrick inició bajando poco a poco el cierre del vestido y aún sin quitárselo, acarició la suave piel de su espalda. Por su parte, Sophia, deshizo el nudo de su corbata, luego procedió a quitarle el saco y desabotonar nerviosamente su camisa. Con las palmas abiertas se paseó por sus fornidos, marcados y trabajados pectorales, provocando que el pelinegro se estremeciera y gruñera. El vestido pronto cayó al suelo, dejándola únicamente cubierta por un espectacular y revelador conjunto de encaje.

—Qué hermosa eres—dijo él, recorriéndola con una ardiente y brillante mirada.

La tomó en brazos, la llevó hasta la cama, terminó de desvestirse sin perder el contacto visual y dejando únicamente su bóxer puesto, se metió entre las sábanas, repartió besos por su cuello, mandíbula, para volver a posarse en sus carnosos labios.

Aquellos besos, cada vez iban más cargados de anhelo, de amor, de pasión, una pasión incontrolable y enloquecedora.

—¡Oh por Dios! —gimió Sophia, cuando él hizo el sostén a un lado y atrapó uno de sus erectos pezones, se deshizo totalmente de la prenda y con la misma fogosidad, chupó su otro botón—. Su húmeda y caliente lengua, fue descendiendo por su abdomen hasta llegar a su entrepierna, la despojó del biquini, no sin antes apreciar unos segundos su escultural y femenino cuerpo desnudo, guio su boca a su intimidad y la lamió tan despacio, que los gemidos de Sophia se intensificaron más, su atención se centró luego en su clítoris, chupándolo y causando que ella se retorciera y desasiera entre sus brazos.

UNIDOS POR CONTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora