Capítulo XIX

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Al finalizar ese día, Edrick llamó a Sophia para que se presentara a la oficina y proponerle salir a cenar juntos, anhelaba compartir tiempo con ella, conocerla mejor, saber sus gustos y disgustos, ver de cerca sus bonitos ojos, su linda sonrisa, sin embargo, le sorprendió un poco el gélido tono con el que su esposa atendió al teléfono, hizo a un lado el extraño aguijonazo que atravesó su pecho al escuchar su indiferencia y mientras esperaba, se deshizo del saco y la molesta corbata. Unos minutos más tarde, unos leves toques en la puerta, lo alertaron que la espera, había llegado a su final.

—¿Has terminado todos tus pendientes de hoy? —preguntó él acercándose, una vez que ella entró al despacho.

—Lo hice— se limitó Sophia a responder, con el rostro carente de emociones y sin siquiera mirarlo.

Edrick experimentó nuevamente una rara desazón en su interior, pero una vez más, la ignoró.

—Estaba pensando que quizás esta noche, podríamos salir a cenar fuera, solos, tú y yo— se aventuró a decir.

Ella lo miró a los ojos con decepción y furia, gesto que lo desconcertó aún más e hizo que el hoyo en su pecho se ahondara.

—No puedo, tengo planes con alguien.

—¿Con tu hermana? —quiso él saber.

¿Qué le sucedía? ¿Por qué estaba tan diferente? Tan distinta a la mañana.

—¿Tengo que darte explicaciones de lo que hago y con quién? —soltó bruscamente, armándose de valor para sonar lo más fría y apática posible—lo logró—. No recuerdo que eso esté estipulado en nuestro contrato—arremetió cortante.

Él parpadeó confundido. ¿A qué se debía ese repentino ataque?

—No, por supuesto que no, no tienes que decírmelo si no quieres, es solo que...

—Si no tienes nada más que decir, tengo que irme, me están esperando abajo, —lo cortó de tajo, necesitaba salir de esa oficina, o rompería en llanto ahí mismo, ya no soportaba fingir tanta frialdad, lo que estaba pasando le dolía, sobre todo, la forma en que él parecía interesarse en ella, cuando hacía unas horas, lo había escuchado decirle a su amigo, que lo de ellos solo era un negocio y sexo. Y esa era la verdad, no obstante, la verdad dolía, dolía mucho, porque había pensado que verdaderamente tenían algo especial, pero se equivocó, fue una ilusa.

Edrick no articuló palabra alguna y no reaccionó, sino, hasta que la vio girar sobre sus talones y abandonar el despacho.

Todavía anonadado por su brusco cambio, sin que Sophia se diera cuenta, la siguió hasta el estacionamiento, necesitaba hablarle una vez más y tratar de comprender la razón de su enojo, el motivo de su indiferencia, pero, vaya sorpresa se llevó, ahí comprendió todo, fue ahí donde cayó en cuenta del porqué de su actitud y fue como si le arrojaran una baldada de agua muy fría sobre la cabeza, verla abrazada a ese hombre, al mismo que había aparecido misteriosamente el día de su boda, a ese que le había sonreído con sinceridad como si fuera la persona más fascinante del mundo. En ese instante, algo dentro suyo pareció romperse, algo que hizo que su corazón por segundos, se detuviera o al menos, eso creyó sentir, dio un paso atrás con cuidado de no ser descubierto y con el rostro y la mirada endurecidos, volvió a la oficina.

El trayecto en el elevador fue tortuoso y casi agonizante, su pecho ardía, dolía y quemaba, quería deshacerse de eso, él no podía sentirse así, no debía, así que en cuanto estuvo solo, se sirvió con rabia una copa de brandi y con esa misma rabia, arrojó la bebida al suelo sin siquiera probarla, provocando que la pequeña copa, se rompiera en miles de pedacitos.

UNIDOS POR CONTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora