Imagina

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—Dibújame un paisaje

—Pero no tengo papel o pluma, nada.—dije confundida—¿Como quieres que te dibuje un paisaje?

—Eres inteligente, una niña prodigio, sabras que hacer.—su sonrisa no llegaba a sus ojos, algo tramaba—Pero quiero mi dibujo.

Giro los ojos.

Si, mi guardaespaldas es molesto. ¿Como se puede dibujar un paisaje sin papel y lápices de colores? Es absurdo y algo ridiculo. O bueno talvez no quiere un dibujo en fisico, puedo dibujarlo en mi celular e imprimirlo llegando a la oficina de papá. Una vez que saco mi celular abro alguna aplicacion que me ayude, pero más tardó en buscar que él en decirme:

—Oye la tecnología no cuenta, la cuestión es que sea creativo.—me recrimina, pero no quita los ojos de la carretera.

Me estoy empezando a irritar. Ruedo los ojos otra vez y digo irónica:

—Entonces, si creo un dibujo imaginario, ¿Como lograras verlo tu?

Y por primera vez, se quedó callado pero con una sonrisa en los labios. Roger sí que llegaba a ser extraño, pasaba de la alegría a la irritación en cuestión de segundo y viceversa. En los diez años que lleva con mi padre solo estos últimos tres es como he llegado a hablarle, es difícil hablar con él nunca sabes a qué atenerte.

—Sabes, —me dice pensativo— las mejores cosas son las que no podemos ver.

—No entiendo.—digo sincera—¿A que te refieres?

Ahora es él, quien rueda los ojos.

—¿Haz salido a cenar con el amor?— me pregunta, yo confundida niego con la cabeza—¿Paseado con la tristeza? o tal vez, ¿Ya saliste a reir con la alegría?—vuelvo a negar con la cabeza—Ves, las mejores cosas son las que no puedes ver, y tu les puedes dar su propio significado.

»Por ejemplo, para ti el paisaje que imagines es el más hermoso del mundo, para mi tal vez es el mas ridiculo del planeta. Cada quien le da su significado a las cosas y las ve de manera diferente.

¡Vaya! Guardaespaldas y filósofo, que paquete tan completo. Según me había contado la mayor parte de su adolescencia, si no es que toda ella, se la había pasado en colegios militares; donde si no leias, era un castigo muy cruel, creo que a eso se debe su filantropía, supongo.

—Otro ejemplo tambien seria tu cuerpo—dice de la nada. O no, por favor no toques ese tema no quiero llegar deprimida—, tu dices que estas gorda pero para mi, en lo personal—me dedica una breve mirada—no creo eso en lo absoluto.

MIro nerviosa mis dedos. Odio hablar todo lo que respecta a mi cuerpo, siempre terminó humillando cada centímetro de mi ser. Aborrezco todo de mi, por ejemplo: mis gordos detrás de la espalda, mi regordete abdomen, mis piernas deformes y mis brazos obesos. Autoestima nivel bajísimo. Todos odiamos algo de nosotros, o tal vez no, pero yo no soporto verme en los espejos. No me agrada la idea de ver como se ve mi cuerpo en ropa que no me queda y mas si es algo que me gusta.

—No toques ese tema, por favor.— digo cabizbaja.

—Porque si eres muy hermosa.—noto que lo dice algo nervioso, pero no puedo confirmarlo, Roger en la vida se fijaria en alguien como yo.

—Gracias...-y de un derrepente todo se vuelve incómodo, hasta el ardiente calor solar que pega en Los Ángeles se ha vuelto bochornoso. Miro hacia la ventanilla y decido preguntar:         
—¿Cuánto falta? El calor me esta matando.

—Queda... —revisa el google MAPS de su celular—solo unos quince minutos a lo mucho, hoy la carretera a estado despejada.

Sonrió a pesar de que no puede ver del todo mi sonrisa. Cuando Roger maneja no hay otra cosa que exista para sus ojos, que el camino de la carretera. Siempre ha sido un hombre muy centrado, concentrado y hasta frío a veces. Tiene un aspecto claramente intimidante: con sus brazos musculosos junto con su abdomen y piernas, todo lo contrario a mi. Y además su humor tan cambiante, posee una voz que te haría caer a sus pies, pero del miedo. Autoritario, sagas y mayor parte del tiempo amable, así es mi guardaespaldas personal.

Gotas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora