No estaba lista

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El camino a casa, es el más penoso, vergonzoso y embarazoso, que he tenido que pasar. Roger no ha dicho nada, ni siquiera me mira. ¿Qué esperabas? hiciste el ridículo. Me recriminó, soy estúpida en toda la definición de la palabra.

Intento mirar de reojo a Roger, lo que veo no me gusta nada. Esta muy serio e inerte a lo que pasa, este es el Roger  frío y distante, no me gusta. Esto me hace sentir más idiota de lo que antes me sentía. Hice el riduculo, solo me pregunto que estaran pensando de mí. Lo que todo el mundo piensa de ti, que eres una niña infantil, idiota y además, buena para la escuela pésima para la vida.

Me juzgo a mi misma casa vez, más duramente. No tengo compacion en mis palabras, todas me hieren y lastiman por igual. Es increíble lo dañina que puede ser nuestra mente hacia nosotros mismos. Conoces tus debilidades, y no aceptas tus fortalezas, o nos cuesta creer que existe.

Una lagrima inadvertida, se desliza discretamente por mi mejilla y en automático se me hace un nudo en mi garganta. No soporto esta situación conmigo misma, el lastimarme mentalmente. A Veces hay heridas que no se ven, pero duelen mucho más que una física, son las que llevas en la mente, las que con sólo recordarlas te lastiman y, muchas veces, te hacen llorar, como ahora.

Centavo por insulto, genere una fortuna. Y también se que muchas personas me juzgan en silencio y hasta lo que piensan de mi me afecta.

Cuando menos me doy cuenta, las lágrimas incrementa. Giro un poco mi cuerpo hacia la ventana del auto, ya es bastante vergüenza con lo que paso para añadir un lloriqueo delante de Roger.

Eres una estúpida Adalia.

Mi llanto incrementa, pero intento hacerlo silencioso. Las lágrimas salen pero el dolor se queda dentro. Con forme se deslizan por mis mejillas las quito en automático. Supongo que ya tengo los ojos rojos e hinchados, además de mi nariz roja. Me duele de sobre manera, el hecho de ser tan débil. A veces pienso que sería mejor, dejar de estar aquí, que mi respiración se detuviera y mi corazón dejara de latir. Le haría un favor a la humanidad y a mi misma, solo volviendo a nacer podría ser otra.

Una persona que si tuviera amor propio y se respetará, que no le importara los complejos, y que fuera mucho pero mucho más bella que yo. Pero hay factores que me detienen, en llevar a acabo mi idea, tal vez parte de mi aun tiene razonamiento o esperanza, que me hace desistir en mis ideas.

Lo más interesante, es que nadie se da cuenta de lo que siento, de lo que pienso, fingir es tan fácil. Creo que nadie nota mi baja autoestima o mis pensamientos suicidas, o que siquiera los tengo.

Mis lágrimas se ven detenidas por una razón, estamos cerca de casa. Quiero evitar las preguntas estúpidas, como por ejemplo: ¿Qué tienes? ¿Estás bien? Cuando estoy triste me cuesta decir lo que pienso, necesito estar solo por ahora.

—Estamos llegando señorita Kahler, si requiere algo más de mi parte.—Me dice cortante y aun sin mirarme, lo prefiero, por ahora no quiero que me vea la cara. —Ya sabe donde encontrarme, siempre a sus ordenes.

Da un giro hacia la derecha pasando por la gasolinera y nos encontramos a escasos pasos de mi casa. Considero que ya no tengo mi cara de melancolía, por lo cual, enderezó mi cuerpo en el asiento de la camioneta, pero mantengo la vista baja.

No miro a Roger, él esta concentrado en el poco camino que nos queda. Me siento de cierta manera, más tranquila pero una gran parte de mi sigue revolcándose en la vergüenza.

Giro los ojos hacia mi misma.

Ahora estoy enojada, pero es más hacia a mi, hacia lo que hice. Ya solo quiero llegar y meterme en mi cuarto, para obviamente estudiar o leer algo.

Gotas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora