A su regreso tenía siempre excusas estúpidas para no verme. Y eso comenzó a cansarme.
No fue hasta que se dio cuenta que estaba perdiendo el interés, que decidió darme un espacio en su agenda.
Aquello no salió bien. Le reclamé un sinfín de cosas, y le eche en cara toda esa mierda que inventó estando lejos.
¿Su reacción? Indiferencia. Como siempre a él le daba igual. Yo debía ganar puntos y convencerlo de que valía la pena quedarse. ¡A la mierda!