Conocernos fue fácil. Tratarnos era lo imposible.
Sabía bien que no debía quererlo, no era la clase de chico que hace promesas, y de cumplirlas ni hablar.
Nos veíamos muy poco a decir verdad, y cuando estábamos juntos no hablábamos de mucho. Lo nuestro era hacernos compañía, no cuestionar al otro, y ver el mundo arder.
Sin saber por qué, termine queriéndolo, y cuando se lo hice saber le importó una mierda.