Sólo había algo –más bien, alguien- que sirvió de recordatorio constante de que esos dos años existieron.
B había añadido a su historial amoroso a una chica, y el fantasma de su existencia me torturo a sobremanera.
Parecía que se había ido, pero realmente sólo se ausento. A su regreso trajo consigo confusión.