Se había ido. Hacía tiempo que desapareció; dos años sin él, y comenzaba a recuperarme. Me había roto al irse, pero aún no había terminado, y volvió para acabar lo que inició.
Aquel día al salir del trabajo, crucé la puerta nerviosa, y al llegar al estacionamiento, lo vi. Recostado en un auto, guitarra en mano, esperando.
Algo en mí volvió, sonrió, y todos mis intentos de olvidarlo se fueron a la mierda.